En la Argentina, cuando la historia parece haberse vuelto loca, siempre hay un cadáver de por medio. Pero no cualquiera, sino uno de la talla de Juan Perón o de su segunda esposa Eva Duarte. Esto se desprende de la lectura, casi obligatoria a esta altura, del libro de Tomás Eloy Martínez Santa Evita, que a la luz de los acontecimientos de San Vicente, adquiere una dimensión insospechada. En la tarde del martes 17 de octubre las pantallas de televisión vomitaron las imágenes de un crudo enfrentamiento entre facciones rivales de un desgajado justicialismo. Ya en la mañana, ni bien el cortejo fúnebre abandonó el cementerio de La Chacarita rumbo al edificio de "la CGT" enclavado en San Telmo, se percibía claramente que el horno no estaba para bollos. Al llegar al mismo, hubo momentos de rispidez cuando algunos vivillos pugnaron por obtener a puñetazos o codazos lugares de privilegio. Y en San Vicente, la cámara se regodeaba con mostrar la catadura de los muchachos moyanistas y de
“Minutos después de las 16.00 cuando el cuerpo se prestaba a ingresar a la quinta, comenzaron los disturbios. Grupos de choque querían copar los mejores lugares para el homenaje, mientras los grupos peronistas ya presentes (las 62 organizaciones) no estaban dispuestos a ceder su protagonismo.
Una batalla campal estalló entre aquellos que quería entrar y aquellos que no lo querían permitir. Un hombre, luego identificado como Emilio 'Madonna' Quiróz, disparó doce veces contra los que querían entrar. El jefe de
Media hora después, con los policías que dispararon balas de goma, llegaron las ambulancias. El automóvil que Fiat le había regalado a Perón en 1973 quedó destruido”. Esta es la crónica aséptica publicada por Urgente 24 y que mostró ampliamente la televisión. Los que veían con espanto esto, inevitablemente casi sin quererlo evocaron en su mente las trágicas circunstancias de Ezeiza cuando la juventud maravillosa era cazada con fusiles de mira telescópica, por los esbirros de la derecha lopezrreguista el 20 de junio de 1973.
Si bien felizmente en esta circunstancia no hubo muertos que lamentar, la saña evidenciada demuestra que quizá los haya después. La semana pasada, una patota copó las instalaciones del Hospital Francés repartiendo puñetazos comandados por un trucho de apellido Muhamad, en su doble condición de barrabrava de Chacarita Juniors y empleado del gobierno porteño. Pero esta vez, el fantasma de la matanza aludida se vio evidenciado cuando algunos corearon el añejo estribillo “ni yankis ni marxistas, peronistas”. Lástima que Osvaldo Soriano no está entre nosotros, pues se habría hecho una panzada con esto remedando su genial “yo nunca me metí en política, siempre fui peronista”. Los que esgrimían palos, fierros y algo más unos a otros se vociferaban que sí lo eran, como también dice serlo el presidente Néstor Kirchner y todo su elenco estable. Lo difícilmente comprensible, sobre todo para los cronistas extranjeros testigos involuntarios de esta mascarada, es que luego de la década menemista y la debacle del 2001 continúen las pujas entre los gordos y los no tan flacos de la poderosa central obrera.
Y esto no es solamente una de gatos que se están reproduciendo, remedando al finado mudado, sino que evidencia nuevamente la patética fractura de la corporación política vernácula. Que, como quedó demostrado anteayer, avanza a pasos agigantados hacia el inexorable abismo del desencuentro.
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Ni bien sucedieron los incidentes de marras, este periódico comenzó a recabar información a la par de tantos otros colegas de diversos medios. La confusión que se vio en el marco de lo sucedido en San Vicente también pudo verse en la información brindada por las fuentes de diversa índole que hablaron de lo acaecido. Mientras algunos señalaban a un sector, otros señalaban al opuesto.
Incluso una de las fuentes consultadas por este medio llegó a especular con que el presidente Kirchner tuviera que ver con los desmanes: "el tipo (Kirchner) es montonero y los montoneros no querían realmente a Perón. Esta fue su mejor venganza, tuvo que haber sido él", dijo sin fundamento el informante.
Más allá de las especulaciones, lo que sí hubo fue una evidente zona liberada que permitió que ocurriera lo que sucedió. Algunos llegaron a denunciar, incluso, que por un largo rato sus celulares perdieron la "señal" de llamada.
Las miradas en estas horas están dirijidas a Emilio Quiróz, chofer de Pablo Moyano, hijo del todopoderoso Hugo y quien apareció frente a las cámaras de televisión con un revólver en su mano disparando impunemente.
No deja de llamar la atención que no haya habido ningún policía en el lugar de los desmanes cuando horas antes, durante la caravana que trasladaba los restos del Gral. Perón, el operativo contó con casi 600 efectivos que se ubicaron de manera estratégica para supervisar todo, amén de dos helicópteros, dos autobombas, cuatro ambulancias, 15 móviles de Policía Vial, 50 móviles de Policía de Seguridad y tres móviles celulares para el traslado de detenidos.
¿Por qué de pronto todos los uniformados desaparecieron? "Preguntáte quién maneja a la policía en la provincia de Buenos Aires... ni más ni menos que Felipe Solá", aseguró una calificada fuente sindical consultada por estos periodistas.
El mismo informante hizo saber a este medio que desde hace algunos días dos conocidos operadores del duhaldismo habían estado frecuentando el edificio de la UOCRA. Al mismo tiempo, disparó dos preguntas que tuvieron más de especulación que de certeza: "¿A quién benefició más que a Duhalde todo lo que pasó? ¿No han vuelto a verse juntos Duhalde y Solá en los últimos tiempos?".
Más allá de la posible realidad de lo aportado por el informante, hay un dato que pocos conocen y que en el contexto de lo sucedido cobra un valor incalculable: parte de la seguridad personal de Pablo Moyano está en manos de un grupo de la SIDE llamado "Sala Patria", tristemente célebre por haber sido el que embarró, bajo las órdenes del oscuro Alejandro Broussón, la investigación de la causa AMIA.
¿Por qué Moyano está custodiado por un grupo de Inteligencia? ¿Por qué no es público este dato?
Sea cual fuere la respuesta, lo cierto es que todo se tiñe de oscuro cuanto más se avanza en la investigación de lo sucedido. Sólo se ha puesto la mira sobre la figura de Quiróz por ser quien efectuó los disparos, pero nadie ha profundizado la indagación sobre aquellos que lo acompañaban -tan o más temibles que él- o sobre los que realmente iniciaron los incidentes de marras: gente de la temible UOCRA.
Por eso, porque nadie puede creer que haya habido semejante cantidad de irregularidades, superando la mínima ley de probabilidades, es que surgen las siguientes preguntas:
-¿Los disturbios fueron espontáneos o premeditados?
-¿A quién benefició lo sucedido? ¿A quién perjudicó?
-¿Por qué los que comenzaron la gresca no tenían identificación alguna?
-¿Qué responsabilidad le cabe al dirigente de la seccional La Plata de la UOCRA, José “Pata” Medina, conocido provocador duhaldista?
-¿Qué responsabilidad le cabe a Hugo Moyano como titular de la CGT?
-¿Es verdad que entre los provocadores estaba "El Polaco", miembro de la barra brava del Club Independiente?
-¿A qué se debe el vergonzoso silencio de algunos sectores político-partidarios?
Algunas de las respuestas a estas preguntas son fácilmente deducibles por cualquier persona que haya vivido en los últimos años en Argentina y que conozca la idiosincracia de nuestros políticos.
Es la lamentable historia de siempre...
Christian Sanz y Fernando Paolella