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¡Basta de mentiras!

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KIRCHNER, IRÁN Y LAS FALACIAS FUNCIONALES
KIRCHNER, IRÁN Y LAS FALACIAS FUNCIONALES

Hace unos días, Luis D'elía, el diputado Mario Cafiero y el sacerdote Luis Farinello, dieron una conferencia de prensa en la cual desvincularon a Irán del atentado a la AMIA. Esto sucedió luego de que los tres viajaran a ese país y acopiaran una interesante cantidad de evidencia, la cual fue ofrecida a los periodistas que se encontraban allí.

 

La charla, efectuada en el Hotel Bauen, provocó gran preocupación en altos funcionarios del Gobierno alineados con los dictados de Estados Unidos e Israel. Muchos de ellos saben que Irán es inocente del magnicido en la sede de AMIA, pero están obligados a decir lo contrario por los acuerdos que el kirchnerismo ha refrendado con norteamericanos e israelíes.

La misma preocupación alcanzó a algunas agrupaciones de familiares de las victimas del atentado y sus interesados abogados, quienes han salido inmediatamente a desacreditar las palabras de D'elía y sus compañeros. 

Una vez más nos preguntamos: ¿No es hora de investigar la "pista siria"?


Forzando culpalbles

“La decisión del gobierno de Carlos Menem de suspender en 1991 un embarque nuclear a Irán 'interfirió en la estrategia' del régimen iraní de 'desarrollar su programa nuclear' con supuestos objetivos militares. Entonces, Teherán ordenó al partido libanés pro iraní Hezbollah que atacara con sus células terroristas a la AMIA a fin de presionar para que la Argentina le entregara una planta de iranio y otra de agua pesada, según el dictamen del fiscal Alberto Nisman”, así comienza una nota del incombustible Daniel Santoro de Clarín, del domingo 29 de octubre de 2006. Esto demuestra que, siguiendo la misma tesitura del defenestrado juez Galeano, la corporación mediática nacional continúa abonando en la tesis del "cuento persa" fiel a los requerimientos del eje Washington-Tel Aviv. 

Cuando a finales del año pasado el fiscal Nisman lanzó su dictamen, casi nadie mostró indicio de sorpresa alguna. Pues era de esperar que, en el marco del equilibrio del terror globalizado, se prosiga señalando a Teherán como partícipe necesario de la masacre de la calle Pasteur. A pesar de tamaño esfuerzo por encubrir, esta hipótesis está viciada de nulidad desde el vamos. Los líderes de Hezbollah, en una entrevista concedida a María Laura Avignolo, no sólo dejaron sentado que Galeano mentía, sino que aseguraron que su organización político militar no realizaba operaciones de tamaña envergadura en el exterior, como tampoco estaban alineados de esa forma con dicha república islámica. Todo lo contrario, puesto que en ese momento sus sponsors ideológicos estaban afincados en Damasco. En cuanto al supuesto y frustrado acuerdo nuclear, el régimen regido en ese entonces por Hafez el Assad le había pedido formalmente a Carlos Menem una central nuclear llave en mano. La posterior negativa, por indudables presiones estadounidenses e israelíes, a cerrar el negocio fue lo que realmente provocó el citado atentado. 

No es dable concebir ninguna investigación seria sobre estos acontecimientos, obviando cuestiones geopolíticas vitales. Irán desde 1979, cuando sobrevino la revolución islámica de Khomeini, se transformó en el malo de la película para el aludido eje. Por eso, en 1980 no vacilaron en apoyar al Irak de Hussein para derrotarla en una guerra fronteriza inventada. Su continua supervivencia, y el cambio de carátula para el mandamás de Bagdad, obligaron al Imperio a mudar de estrategia. 

Caída la URSS en 1991, se eligió a Irán como el país ideal exportador de terroristas suicidas a Occidente e Israel. Una modalidad totalmente ajena a estas playas, pero ideal para embarrar la cancha de cualquier investigación posterior. 

En 2001, luego de los acontecimientos de septiembre, un informe de la SIDE patrocinado por la CIA y el MOSSAD, revelaba que el comando suicida había estado parando en la Triple Frontera, bajo la atenta mirada de Osama Bin Laden. También, se afirmaba ahí que el aludido Hussein dio el visto bueno para el bombardeo contra la mutual judía. Como se puede vislumbrar, todo junto como en botica.Esta ola de falsedades prosiguió en la administración Bush , para justificar la invasión a Irak en marzo de 2003 con la mentira artera de las armas de destrucción masiva.  

Reemplazarle esto último a "energía nuclear" con fines no pacíficos, se arma la excusa ideal para una posterior operación militar contra Irán.

Como ha sucedido otras veces en la historia contemporánea, primero se prepara psicológicamente a las masas mediante una intoxicación sistemática de la corporación mediática, a fin de que vayan reconociendo al nuevo cuco de la bolsa. No importa que se recurra a una falacia tras otra, lo importante es el objetivo primordial. Pues lo único que le falta a EEUU y a su socio israelí para terminar la dominación completa de Oriente Medio y su área de influencia, es el díscolo contendiente persa. De lograrlo, aunque cueste bastante, insertarán una cuña de hierro hacia la Asia Central ex soviética, plagadas de petróleo y uranio, como también una seria advertencia al gigante chino. 

Así, en los fríos cálculos de la ciencia geopolítica, las víctimas de dicho atentado se convierten en fría estadística y el llanto de sus deudos en letra muerta que clama justicia a los cielos.


La verdad desnuda

Para entender la real trama de lo sucedido en AMIA debemos recordar (una vez más y van...) que Menem viajó a Siria en 1988 para entrevistarse con el dictador Hafezz Al Assad en el marco de la interna justicialista para las elecciones presidenciales de nuestro país y a efectos de solicitar fondos frescos para su campaña.

Nadie apostaba en esos días a que Menem pudiera ganar las elecciones internas y eso provocaba que este último no pudiera conseguir financistas que apoyaran su candidatura.

Al Assad, presidente de un país que sobrevive gracias al tráfico de drogas producidas en el sur del Líbano, pidió a Menem dos favores: que lavara parte del gran caudal de dinero que producía por la venta de estupefacientes y que le consiguiera tecnología nuclear.

Menem, en ese momento obnubilado por los millones de dólares que estaba recibiendo por parte de Siria, dijo a todo que sí, sin darse cuenta de que estaba sellando un pacto con una de las peores mafias del mundo. Estaba tan feliz que incluso prometió visitar Siria ni bien asumiera como presidente, como primer destino oficial.

Cuando Menem se hizo cargo finalmente del Gobierno en el año 1989, el narcoterrorista Monzer Al Kassar selló con su presencia el pacto que el riojano había acordado con Siria, al tiempo que aplaudía al lado de funcionarios y legisladores de la Nación en el marco del pase de mando presidencial.

Con el poder en sus manos, Menem comenzó a abrir las fronteras a una sospechosa y cuantiosa inmigración siria y colocó a Ibrahim Al Ibrahim -un coronel de Inteligencia de esa nacionalidad íntimamente relacionado con Al Assad- en un alto puesto de la Aduana para permitir el ingreso de valijas con narcodólares tal cual había pedido Siria.

Pero no todo sería color de rosa. Los primeros meses de Gobierno menemista traerían de su mano las decepciones más inesperadas. Por presiones políticas varias, el reactor nuclear prometido a Siria nunca llegaría a destino y las valijas repletas de dólares esperando ser blanqueados serían descubiertas por investigadores españoles. Al mismo tiempo, Menem viajaba a Israel como presidente -enemigo declarado de Siria-, a pesar de lo que había asegurado a Al Assad.

Ante lo sucedido y a pesar de sus elocuentes promesas, Menem sólo atinó a soltar la mano de los sirios para proteger su propia imagen. Al Assad, quien finalmente tuvo que comprar pésima tecnología nuclear a China, estaba furioso. Al Ibrahim había sido procesado y Al Kassar escapaba de Argentina debido al comienzo de un largo proceso por radicación irregular en nuestro país.

Era el comienzo de una venganza personal.


Venganza perseguirás...

El 17 de marzo de 1992 estallaba la Embajada de Israel, mientras el entonces ministro del Interior, José Luis Manzano, recibía un documento de la SIDE que aseguraba que Al Kassar estaba en Buenos Aires y que podría estar relacionado con el atentado.

Manzano sólo atinó a cajonear la carpeta y asegurar –falazmente- que la explosión había sido producto de un coche bomba: una Ford F-100 cargada con Exógeno C-4. Lo único real era el explosivo, la camioneta no existía.

Menem, por su parte, denunció algo insólito: “este atentado me lo hicieron a mí”. Nunca explicó estas palabras y sólo dedicó su esfuerzo a tapar todos los indicios que conducían a los sirios en la investigación.

El tiempo borraría las huellas y la memoria.

La no investigación del atentado a la embajada de Israel envalentonó a los Sirios, quienes empezaron a pergeñar un segundo mensaje que culminó el 18 de julio de 1994 cuando explotó la sede de la AMIA.

Otra vez las primeras pistas conducían a Siria y Menem fue más lejos que antes: ordenó que no se investigara a ningún ciudadano sirio y nuevamente habló crípticamente: “Les pido perdón”, aseguró ante el asombro de la gente. Nadie le preguntó por qué había hecho semejante comentario.

Los primeros sospechosos eran sirios y algunos de ellos demostraban tener estrecha confianza con Al Kassar. Pero no debía acusarse a Siria.

El mismo día del atentado a la AMIA, agentes de la CIA y el Mossad –servicios de Inteligencia norteamericano e israelí, respectivamente- dieron letra al Gobierno de Menem para que se inventara la historia de la Traffic-bomba y se acusara a Irán por lo sucedido. Siria era intocable: tenía negocios ocultos con Estados Unidos y traficaba armas con Israel. Irán, en cambio, era el enemigo natural de todos ellos y el mejor chivo expiatorio.

Mientras tanto, la conducción de AMIA y DAIA recibía millonarias sumas de dinero a cambio de no denunciar la desinvestigación del atentado. Todo estaba perfectamente armado.

Finalmente, en el marco de la guerra entre Menem y Duhalde –pelea de poder y drogas- fueron imputados varios policías de la provincia de Buenos Aires como parte de la conexión local del magnicidio. Los mismos policías que años más tarde saldrían en libertad por falta de pruebas en su contra.


Concluyendo

Es insólito que algunos periodistas aún sigan sosteniendo hipótesis que hace tiempo han sucumbido de manera estrepitosa en torno a la causa AMIA. Muchos de ellos, de diarios como Clarín y Página/12, han sido advertidos oportunamente por estos periodistas para que rectificaran sus propios errores, publicados durante años y años. Dichos periodistas jamás pudieron rebatir los argumentos aportados por este medio y en algunos casos sólo han atinado a descalificar a quienes escriben estas líneas.

Son tipos de la talla de Raúl Kollman, Román Lejtman, Daniel Santoro y Gerardo Young. Periodistas que fueron funcionales en su momento al menemismo (hoy al kirchnerismo) y el libreto oficial de los que quieren encubrir.

Será interesante escuchar sus argumentos cuando termine de caer la cortina de humo...

 

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