Entre las definiciones que da el Diccionario de la lengua española, la más acorde a la cuarentena como medida de cuidado se refiere al “aislamiento preventivo a que se somete durante un período de tiempo, por razones sanitarias, a personas o animales”.
Otras acepciones no tienen que ver con aspectos de salubridad. El origen de la palabra viene del latín quadraginta, que señala un periodo de cuarenta días. El uso médico de la cuarentena se implementó a partir del siglo XIV, con la Peste Negra, pero su origen ocurrió mucho antes.
El número 40 está vinculado en muchos momentos y formas a la religión católica. El caso más notorio de esto es la cuaresma, el rango de tiempo comprendido entre el miércoles de ceniza y el inicio de la Semana Santa.
Otros ejemplos donde aparece esta temporalidad en lo religioso: los días que duró el diluvió, los días que Moisés permaneció en el Monte Sinaí, los años que duró el éxodo judío, y los días que Jesús ayunó en el desierto y fue tentado por el diablo. Todo esto está relatado en La Biblia.
Debido al importante simbolismo de dicha cantidad, los médicos de los siglos XIII y XIV, -época en que se profesaba una ferviente religiosidad- adoptaron este período para realizar un aislamiento preventivo de los padecimientos infecciosos. La Peste Negra que, alcanzó su punto máximo entre 1347 y 1353, fue la primera enfermedad masiva que provocó que la cuarentena se estableciera a gran escala como medida médica.
En 1377, en Ragusa (hoy Dubrovnik, Croacia), se realizó la primera cuarentena 'formal' -un centro creado únicamente para enfermos- de la historia. Desde entonces, los espacios institucionales de cuarentena crecieron, primero cerca de los puertos marítimos y posteriormente en los hospitales. Al principio se cumplían rigurosamente los 40 días de reclusión, pero con el tiempo esta medida comenzó a variar.
Cada patología tiene su propio tiempo de incubación y recuperación, por eso la cuarentena, que se utiliza para separar y restringir el movimiento de personas que pueden haber sido expuestas a una enfermedad, entonces se establece a partir de instrucciones médicas.
También 40 días sirven para hacer un detallado inventario moral de nosotros mismos.
Ante la batalla contra un “ejército invisible”, como lo definió el presidente Alberto Fernández, volvió a cobrar importancia aquella discusión sobre la utilidad y la importancia que le atribuyó el gobierno kirchnerista a la Ciencia y la Tecnología, algo que durante el período macrista cayó notablemente en cuanto a la asignación de recursos y jerarquización del tema.
La premisa que nos deja el coronavirus pasa por garantizar –más allá del gobierno de turno- la continuidad de algunas políticas públicas vinculadas al desarrollo nacional, con el mismo énfasis que debemos cambiar aquello que nos divide y nos aísla del mundo.
Lamentablemente, cada nuevo gobierno echa por tierra todo lo anterior, como lo hizo el gobernador de la provincia de Buenos Aires, ploteando todas las ambulancias pertenecientes al SAME, que el gobierno anterior había dejado, gastando miles de pesos que podrían haber sido más útiles destinados para la compra o fabricación de barbijos, readaptación de industrias para la fabricación de alcohol, respiradores artificiales, guantes de látex o indumentaria para médicos o enfermeras.
“Todos somos iguales, pero algunos son más iguales que otros” escribió George Orwell.
Josefina Campos, la científica del Instituto Malbrán, quien fue una de las profesionales que logró secuenciar el genoma completo del coronavirus en Argentina, tiene una antigüedad de diez años y un sueldo de 47.000 pesos, mientras que un legislador, -algunos sin estudios secundarios completos- tiene un sueldo muy superior a los 230.000 pesos, a las que habría que sumarles las distintas aleatorias, algo que seguramente habrá que empezar a discutir próximamente. Porque si algo quedó en claro durante esta pandemia es que habrá muchas cosas que rever, tanto desde el plano geo-político, económico, social, migratorio y por sobre todas las cosas, la redistribución de las zonas más pobladas del país.
Los médicos están en el frente de batalla, luchando contra el virus mientras que, los diputados y senadores no desean debatir en el Congreso, lo hacen –para la foto- en videoconferencias.
En otro orden, el gobernador la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, tuvo un desafortunado comentario al sacarse una foto con militantes y funcionarios que rápidamente se viralizó en redes sociales y generó numerosas críticas.
"Coronavirus, pongan cara de coronavirus", bromeó Kicillof mientras posaba para la foto con varias personas sin respetar la distancia social recomendada por el Gobierno nacional en el marco de la cuarentena obligatoria dispuesta hasta el 26 de abril para evitar la propagación del virus en el país.
El video, se viralizó rápidamente en redes sociales, y generó numerosas críticas tanto de la prensa, como en el ámbito de la medicina; "Es una burla a los muertos. Una burla a los infectados. Una burla a los que hacen sacrificios por la cuarentena”.
Y me llama la atención que tanto el presidente Alberto Fernández, como otros funcionarios del gobierno nacional no utilizan mascarilla, o una forma de aislamiento, al hacer sus presentaciones ante la prensa.
A todo esto, mientras miles de profesionales de la salud no pueden regresar a su propio país, el gobierno habilitó la entrada de 200 médicos cubanos. Dejaron pasar unos días desde la polémica y el kirchnerismo siempre hace lo que se propone. La pregunta es: pasarán la prueba para trabajar; que actitud tomarán las entidades que nuclea a los galenos.