Hay temas sobre los que uno no quisiera escribir, más aún, sería reconfortante no tener que plantearse el problema, pero la realidad, esa vieja, permanente y eterna verdad no nos deja alternativa, ni nos da
respiro.
Obviarlos sería como mentirse a uno mismo y, a partir de la mentira, todo lo que se haga será como ingresar al despreciable campo de la hipocresía, donde cualquier cosa es viable, menos la verdad.-
Los griegos con su vocablo “ipokritis” caracterizaban la actuación en el teatro ligado ala ficción. Ello nos da la pauta para rechazar cualquier actitud que tenga que ver con una actuación, en el cometido de reflejar la realidad.-
Por ello, la alternativa es asumir esa realidad, no evadirla y formular la crítica que también deriva del griego “kritiké” y reconoce raíces comunes con el vocablo del cual que viene la palabra hipocresía. En ambos se percibe la realidad,
sólo que el hipócrita la deriva de manera maliciosa hacia cualidades exactamente opuestas a las que se
experimentan.
Así, frente a la derrota sufrida por el oficialismo en general, y de Néstor y Cristina Kirchner en particular, el gobierno, y quienes lo ejercen en la más alta investidura, tuvieron la oportunidad de asumir la realidad tal cual las urnas de Misiones lo reflejaron, sin embargo ni los Kichner ni sus obsecuentes operadores lo hicieron.
La respuesta dada desde el poder ha sido propia del concepto emanado de la hipocresía. En un principio ignoraron la elocuencia de las urnas misioneras, que a la vez fueron misionales para la
república, luego trataron de sacarle provecho político o sectorial donde muchos de los absolutistas roviristas tratan de confundir a la población con dantescas expresiones tratando de coincidir con el mensaje de las urnas, que
no sólo les fue adverso, sino de repudio hacia quienes lo instrumentaron.
Prefirieron gambetear el resultado y, después de un abrumador silencio culposo, tratan de desvirtuarlo y, por fin, instrumentar maniobras tendientes a “engañar” a la población con mentiras verdaderas seguidas de verdades mentirosas. Poco importa que sean concientes de sus mentiras, como bien dice Dalmiro Saénz, no significa que
estén buscando la verdad, significa simplemente que las están utilizando.
Es una mentira que el señor Presidente tenga la convicción de no ser partidario de la reelección ya que fue él y su hermana
-encabezando esa especie de “armada brancaleone “ del clientelismo- quienes concurrieron a avalar la intención continuista del pequeño Rovira y lo hicieron sin escatimar el uso abusivo de los bienes y dineros públicos en una grosera demostración del peor fraude político: la compra del voto.
Es una mentira verdadera, como la anterior, porque no existe en la realidad política actuada por los Kirchner, que ese ímpetu antirreleccionista sea consecuente con la historia política del dueto presidencial. De ser así
¿Cómo se explica, si no es desde la hipocresía, que durante su gobernación en la feudal Santa Cruz
promovieran y lograran la reelección indefinida?
Pero, a su vez -y en promiscuo planteamiento- el presidente, ahora antirreleccionista, en una nueva demostración de ambición de poder,
plantea la candidatura de su mujer y principal operadora política como es Cristina Fernández de Kirchner. Ello constituye una verdad mentirosa en su declamado planteo
anticontinuista.
Sí, a no dudarlo, que esta verdad -porque existe en la realidad de la
propuesta- es una mentira al mejor estilo bonapartista. Sugiere exactamente lo contrario
de lo que la maniobra encierra, es decir "deriva , de manera maliciosa hacia cualidades exactamente, opuestas a las que se experimentan".
El pueblo de Misiones, en representación del pueblo argentino, no
sólo le dijo que no al poder ilimitado y personalista, sino que también rechazó el nepotismo que representaba la hermana del
pequeño (física y moralmente) Rovira al frente de la lista que llevaba la despótica misión de instalar la reelección indefinida a imagen y semejanza de la que, por voluntad antirrepublicana de los Kirchner, impera en Santa Cruz.
El pueblo, que en no pocas oportunidades fue sorprendido en su buena fe,
hoy ante lo burdo de la maniobra, ha perdido la posibilidad de refugiarse en aquella histórica ignorancia exculpatoria.
En definitiva, no tendrá excusa alguna: si en las urnas se concreta esta trampa elaborada desde el poder en base a mentiras verdaderas y verdades
mentirosas será el corresponsable de una nueva frustración republicana.
Gustavo Demarchi