La parodia, que implica la metodología del gobierno kirchnerista de
recurrir a metodologías
ilegales y privilegiar desde el
Estado a los activistas que las
ejecutan, ha comenzado a tener fin.
Oportunamente afirmé que, cuando el piquetero y tomador de comisarías
Luis D’Elía -después de que Kirchner demonizara a una petrolera- cercara a la
empresa Shell, era una grotesca
emulación de las S.A de Ernest Rohm. Esta maniobra se caracteriza por ejecutar y concretar en los hechos, de manera
violenta, ilegal y represora, las consignas que el “líder” lanza y los
sicarios ejecutan, sin límite y de manera contundente con una inmediatez que impide, en los
hechos, cualquier mecanismo de defensa.
Pero también afirmé que ello tenía un carácter eminentemente
utilitario. La historia se repite. Rohm, cuando
fue inconveniente a los intereses de la Alemania nazi, cayó del poder y perdió la vida en la “noche de los cuchillos
largos”. Si bien lo de D’Elía es menos dramático, su exclusión abrupta del poder reconoce el mismo origen instrumental.
Pero convengamos que, al igual que
en el episodio de referencia, el que
cambió no fue D’Elía. Al piquetero lo echó Kirchner por hechos similares
a los que
motivaron su absurda convocatoria al gobierno. Kirchner es quien cambia y, con ello, queda
encerrado como consecuencia de sus propias decisiones.
Y las razones del cambio se encuentran en las mismas contradicciones que
el presidente genera en su errática
gestión. La alianza con el dictatorial Hugo Chávez, quizás motivada más por
negocios petroleros o energéticos que por cuestiones ideológicas, resulta a todas luces incompatible con el correcto alineamiento contra el
terrorismo internacional que supone la condena a Irán a partir del dictamen del Fiscal Alberto
Nissman.
Hoy, cuando se confirma que
D’Elía actuó en cumplimiento de aquel pacto con la Venezuela “chavista”
-que a su vez supone una adhesión con
estados terroristas como Corea del Norte e Irán-, ha quedado en evidencia que la contradicción kirchnerista, que pretendió compatibilizar este absurdo alineamiento con
hacer sonar la campanita en Wall Street, compromete
seriamente a la Argentina. Como decía Perón, hay dirigentes que
“..
En el mundo de la fábula esta situación bien podría ser definida por uno de los dramas ecológicos de nuestro
tiempo que moviliza a científicos de todas las ramas: "el pingüino
empetrolado".
Gustavo Demarchi