Cuando terminó la última dictadura militar, en diciembre de 1983, muchos pensamos que la continuidad de la democracia iba a posibilitar que los gobiernos populares se fueran superando en eficiencia, uno tras otro.
Pero, por el contrario, estamos en 2020 con una sociedad argentina que tiene casi 40 por ciento de pobres. ¿Qué fue lo que pasó?
Simplemente, los políticos no mejoraron sus perfomances a la hora de gobernar pero sí fueron sofisticando año tras año sus formas de apropiación de los fondos públicos.
A principios de los años 90, el ex gobernador de Santa Cruz, Néstor Kirchner, dijo de forma brutal frente a las cámaras de TV: "tengo 700 millones de dólares". No le hizo falta rendir cuenta jamás de esos fondos que respondían a las regalías mal liquidadas de petróleo.
Unos años más tarde, cuando los patagónicos llegaron a la presidencia, se armó un entramado hotelero escandaloso para esconder dinero que provenía del erario nacional.
Simplemente, se les dijo a los empresarios K Cristóbal López y Lázaro Báez que "compraran" el equivalente a miles de habitaciones en hoteles de la familia presidencial en El Calafate para simular ingresos privados inexistentes.
Sin embargo, en 2010, gracias a un experimentado Kartell (voz alemana) los políticos vernáculos pudieron lavar más de 3.500 palos verdes recurriendo a distintas transmisiones deportivas.
De manera increíble, lo hicieron delante de toda la teleaudiencia, sin que nos percatáramos del ingenioso truco. Hasta el día de hoy.
En pocas horas, todo cambiará gracias al coraje de una testigo extraordinaria que conoció el "negocio" desde adentro y nos brinda su invalorable testimonio.
Develaremos la creativa forma de defraudación que utilizaron empresarios particulares y “representantes del pueblo” para quedarse con el dinero que debió ir hacia la construcción de escuelas, hospitales, rutas y cloacas. Otra historia del kirchnerismo… y van.