Baila con una, baila con otra. Recrea piezas. Juguetea entre la maleza, pacta con los desviados, deja regalitos en las orillas de los ríos, celebra incapacidades, admira las teorías y se regodea en un poder que desde hace décadas, ningún ministerio se lo disputa. Por el contrario, casi que le hacen souplés.
El narcotráfico baila folklore y chamamé. Baila zamba. Cueca y carnavalito. Baila chacarera y cuarteto. Baila tango, malambo y gato. Es que el narcotráfico está en todas partes. Es, en la actualidad, lo más federal que tiene Argentina.
Está en todo el país y danza conforme a la inercia nacional y se debe ajustar más a las provincias que le dan batalla a su expresión de venta a menor escala pero no por eso, menos peligrosa y violenta: El Narcomenudeo.
El Covid-19 y el narcotráfico
La Pandemia desatada por el COVID-19 constató, entre otras cosas, los versos de las gestiones nacionales. Déficit sanitario, déficit en materia de seguridad.
Es que la lucha contra el narcotráfico es un gran cuento para satisfacer los porcentajes de los que dejaron de lado el nombre que figura en el documento para autodefinirse con el porcentaje de la última elección electoral presidencial. Sin entender, que Argentina danza con el narcotráfico a través de versiones reduccionistas, de tránsito, de sensaciones, de incautaciones históricas y ahora, de romanticismo.
El Narcotráfico nunca quedó debilitado en Argentina. Nunca fue abordado conforme al estadío en el que se encontraba. Por eso se consagró (2014) y por eso se constató (2018).
La pandemia no lo afectó en términos de tráfico como quieren instalar los traficantes y vendedores de papelitos de colores de cotillón. Porque antes de que se declarase la cuarentena en Argentina, los narcotraficantes hicieron la investigación y la inteligencia que no hicieron los funcionarios. Así es que la criminalidad prestó especial atención en los puertos de África. Contactó con los de Europa. En especial, los narcocriminales, divisaron las rías de España.
Mientras tanto, desde el Ministerio de Seguridad, y desde su peculiar Dirección Nacional de Fronteras (indignada por quienes nos detenemos en lo que su Director considera pocos gramos y en los bagayeros) descansaron sobre la nada. Por un lado, porque no conocen el territorio previo a la gestión y por otro lado, porque la AFI estaba en su proceso de nueva distorsión de funciones.
La hidrovía fue providencial para los narcos antes y mientras transcurre el virus. En especial, desde la salida de Iguazú. Danzaron cómodos en San Nicolás, Escobar y Rosario. Un poco menos en Campana. El dispositivo armado fue impecable. El abastecimiento era importante. Y el plomo y la urea sus mejores aliados.
Sabían que la recaudación sufriría una reducción pero como todo, en el universo oscuro de la droga, tendría solución. Estirar lo más posible la sustancia para acordar un precio y que los consumos problemáticos se agudicen, activando así los delitos conexos.
Durante la pandemia, la hidrovía aumentó un 100 por ciento su tráfico. A eso se lo debe sumar, que la falta de controles en la vía terrestre, tampoco limitó la llegada de cargamentos y que los auto cultivos comenzaron a mover también el mercado interno, así como los laboratorios.
Los ríos Uruguay, Paraná y Paraguay se constituyeron en una gran caja delictiva. Mientras que por la RN 7 (vía terrestre) se potenciaron otros delitos complejos. En especial, el vinculado al tráfico de armas.
Las ministros valoradas por el narco
Desde Rodríguez a Frederic, pasando por Bullrich, el narcotráfico bailó al compás de las teóricas.
Rodríguez desde su desdibujada función por el acaparamiento de Sergio Berni. Berni, es el actual Ministro de Seguridad de la Provincia de Buenos Aires. Tiene aspiraciones a la Gobernación, y mantiene su irremediable “vicio” de conducir la “seguridad” desde un canal de televisión. Es que en Berni, el ego y el alter ego juegan un rol fundamental que lo distorsionan en su función. En la televisión, casi que se revela como un divo. En el territorio, se lo ve más cómodo en el rol impostado de ministro de salud.
Frederic, por su parte, también parece sentirse más cómoda como soporte sanitario que como Ministro de Seguridad. Para Sabina, una antropóloga claramente prestigiosa pero no preparada para la cartera asignada, el crimen organizado debe ser abordado con sesgos románticos. Así es que las fronteras deben ser vistas solo como espacios culturales, de tendidos de lazos de solidaridad, y la policía, debe ser humanizada en sus funciones.
Mientras que Bullrich, considera una Ministro que llegó para impartir mano dura y que fue a su vez alumna de Frederic, resultó ser un budincito de pan que instaló la lucha histórica contra el narcotráfico sin tiros, ni de un lado ni del otro. Reflotó el método de los años ’80 de la droga “enfriada”, apuntó un discurso de ponderación acabado de las fuerzas federales sin discriminar a los sectores corruptos y permitió que reduzcan la Secretaría de Fronteras a Subsecretaría. Además de haber mantenido acéfala la Dirección Nacional de Inteligencia Criminal.
Hoy, Bullrich, es una de las referentes de la “oposición” que agota sus ratos libres jugando en la aplicación Tik-Tok. Allí, entre piruetas y contenidos bizarros, termina de quedar clara su gestión. Una gestión que Frederic continúa en la versión de Argentina Unida. Entonces, sintomáticamente, siempre Prefectura es la fuerza federal que encuentra el regalito de la marihuana enfriada y apenas, si detiene a un narcotraficante.
Fronteras “cerradas”
El mundo del narcotráfico constata que Argentina es el país.
Constata, en sus tareas de inteligencia, que la cartera ministerial está rifada. Como la de defensa, y en ocasiones, como la de salud.
No existe, en Argentina, un modelo de seguridad ajustado al estado del tejido delictivo. No existe, en nuestro país, un método de medición de la criminalidad porque los cargos claves en el ministerio de seguridad de la nación están ocupados por paracaidistas del sistema rotatorio oportunista. Así es que asistimos a una comodidad manifiesta del crimen organizado en la frontera “amiga” y más allá de la misma.
Dicen por ahí, con jactancia, que las fronteras están cerradas. Que ningún extranjero puede ingresar al país “blindado”. Sin embargo, hasta lo que los investigadores sabemos, y constatamos, los cargamentos de droga y mercadería sin aval aduanero no llegan por ósmosis al país. Tampoco salen por telepatía.
Las fronteras están selectivamente cerradas. 160 pasos legales frente a 840 ilegales. Dos cargamentos escandalosos salieron de Posadas a Encarnación y de Iguazú a Foz Iguazú. También lo que sale de Alberdi. O de Villazón. Es decir, todo va y viene como entonces. Como antes de la Pandemia. Por más que a lo que sale del país le cambien, en la miserabilidad delictiva, la chapa de patentes para hacer creer, en un estado de subestimación atroz, que el camión es paraguayo (Encarnación) cuando en realidad, es argentino.
Tampoco se controla el contrabando de cigarrillos. Mercado que, durante la pandemia, le hace competencia al tráfico de marihuana. La mayoría de los cargamentos decomisados estuvieron en manos de algunas fuerzas provinciales de frontera. De provincias fronterizas que saben que siguen estando solas. Y que si relajan, los narcos no solo van a danzar, también se llevarán puestos a los territorios. Como ocurre en Colonia Elía, Entre Ríos. Como sigue ocurriendo en Itatí. Como sucede en el sur de la capital de tucumana.
Sin embargo, el Ministerio, no parece tomar nota de la situación de la criminalidad en Argentina. Si la hubiese tomado, jamás hubiese desplazado a 3000 Gendarmes al Partido de La Matanza. Enclave dentro del enclave Conurbano Bonaerense.
Los gendarmes llegaron a La Matanza, y a otros sectores del Conurbano, para reabrir heridas que aún no estaban cicatrizadas con la policía bonaerense. Una policía que no tiene conducción oficial, sino extra oficial. Por eso, la figura de Figini estratégicamente puesta como segunda. Por eso, el rebrote de las policías locales. Fatales protuberancias de una seguridad desconfigurada. Tan necesarias para algunos intendentes, tan necesarias para la emoción diaria de los cajeros. Un trabajo, que debería despertar el accionar de Asuntos Internos.
Lo único que modificó la pandemia en términos de narcocriminalidad, es la agudización violenta de la protección de los mercados. De los territorios. Las bandas, especialmente en la región centro del país, se cobran las traiciones y las mejicaneadas a bala. Y si es posible, con sangre. Porque en Argentina, la cosecha de cadáveres continúa, más allá de la burrada estacional.