En dos días, el gobierno cumple siete meses de mandato. Poco más de 200 días es muy poco para hacer una evaluación completa y ponderada de una gestión, sobre todo teniendo en cuenta el shock que dentro y fuera de la Argentina generó la pandemia.
Sin embargo, hay una cuestión que vale la pena destacar: muchas cosas que siendo oposición los integrantes del FdT consideraban aberraciones, ahora siendo gobierno, les parecen necesarias, lógicas y hasta positivas. Las consecuencias prácticas de este fenómeno no son menores. “La Argentina, con el peronismo en el gobierno, tiene el control de la situación”, acaba de confesar, can bastante candidez, el ministro Martín Guzmán.
Pregunta: con el peronismo en la oposición, ante situaciones análogas, ¿hubiera sido un descontrol por la supuesta inhabilidad de quienes gobernaban o por la capacidad de veto o bloqueo del peronismo? Asimismo, si en tres o siete años el peronismo vuelve al llano, ¿tendrá un comportamiento similar al sugerido por Guzmán, o será solidario y cooperativo con quien le toque la responsabilidad de administrar los destinos de la nación?
Ejemplos sobran: el (des)ajuste de los ingresos de los jubilados; la coordinación con el FMI para la reestructuración de la deuda; la pasividad de militantes y organización defensoras de los derechos humanos ante casos flagrantes de violencia policial; la cuasi suspensión de las actividades del Congreso y la Justicia; la arbitrariedad para decidir quién puede o no trabajar en el contexto de las distintas fases de la cuarentena (hoy se puede jugar a la quiniela, pero no consultar a un abogado).
Hay muchísimas otras situaciones que, al menos hipotéticamente, hubieran generado reacciones muy severas con el peronismo en la oposición y que sin embargo ahora pasan totalmente desapercibidas. ¿Se imaginan un gobierno no peronista poniendo en juego la continuidad misma del Mercosur? ¿O fijando el valor doméstico del barril de petróleo al doble del precio internacional, afectando en consecuencia el ingreso de todos los consumidores?
En algunas cuestiones, todos los gobiernos se parecen bastante. Por ejemplo, son “perezosos” (por ponerlo de una manera elegante) para responder a los pedidos de información en el marco de la Ley de Libre Acceso a la Información Pública. Este gobierno se niega a informar respecto de la contratación de médicos extranjeros en el marco de la pandemia, pero el anterior hizo lo mismo con el listado completo de visitantes a la Quinta de Olivos. Además, ambos se acusan de manipulación de la justicia para favorecer a amigos y entenados y para perseguir opositores. Y en la utilización del aparato del Estado se parecen también: a la hora de darle empleo a militantes o simpatizantes partidarios.
Si esta experiencia sirve para que, ante la potencial alternancia en el poder, un peronismo opositor sea más flexible y comprensivo con las urgencias de otros oficialismos, estaríamos en presencia de un interesante aprendizaje democrático: gobernar es siempre difícil y contar con una oposición más responsable y solidaria contribuiría a la gobernabilidad. Si, por el contrario, volviera el peronismo a sostener posturas de confrontación, las palabras del ministro Martín Guzmán adquirirían otro significado. Pues más que una descripción de las supuestas habilidades del peronismo en el arte de gobernar, podrían leerse como una velada amenaza: vale todo para volver al poder.