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La política de la improvisación

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EL DILUVIO QUE VIENE
EL DILUVIO QUE VIENE

    Aquel 10 de diciembre de 1983 cayó sábado en el calendario, y fue soleado. Acompañó la asunción de Raúl Alfonsín un día espléndido, coincidiendo con el calor de la esperanza de millones de argentinos que exteriorizaban su alegría luego de salir de la noche dictatorial. Trece años después, no se puede afirmar lo mismo. Cualquiera de los que haya asistido esa mañana ni se imaginaba que, en 2006 la Plaza de Mayo sería partida en dos por una valla custodiada permanentemente por la Federal. Y la Casa Rosada un cerco perimetral aleja a la máxima autoridad del Estado, una realidad circundante cada vez más hostil.
   Prácticamente, casi no existe ningún sector social que no manifieste su descontento marchando en las calles del centro porteño, así como los abandonados asambleístas entrerrianos hacen lo propio cortando los puentes comunicantes con Uruguay. Hasta el campo no ceja en su empeño, paralizando virtualmente uno de los principales mercados con que cuenta el país.
   Ante tamaña discordancia corregida y aumentada, el presidente Néstor Kirchner prosigue con su sempiterna costumbre de enfrentamiento permanente desde el púlpito del Salón Blanco. O también, encaramado en cualquier estrado en un acto de inauguración vaya uno a saber qué. Cuando se cumplía un decenio de la restauración democrática, quien había sido intendente de Río Gallegos y gobernador de Santa Cruz llevaba medio año ejerciendo la primera magistratura. No triunfó en las elecciones contra Menem con una holgada diferencia, sino que se asemejaba al exiguo porcentaje obtenido por Illia en los 60 con el peronismo proscrito. Para colmo, ganaba porque el ex presidente riojano se bajaba y no aceptaba una segunda vuelta.  
   Conciente de esa falencia, se propuso construir un andamiaje de poder basado en el impacto público provocado por anuncios altisonantes, cuentos chinos, encuestas rentadas y manipulación informativa. Y también, cuando se refería a sí mismo, utilizaba y lo sigue haciendo, aquel apodo que lo remite al lejano sur de donde proviene: El Pingüino. Ave de vuelo corto que afirma, como atestigua Walter Curia en El último peronista, "la bruma de junio me emputece".  No sólo lo emputece ese factor climático, sino también los porteños con su soberbia hacen lo propio así como aquellos díscolos dentro del periodismo que con sus comentarios y análisis le sacan úlceras a su estómago.
   Diciembre se apresta a llegar a la mitad, y el frente internacional continúa siendo un avispero. La mencionada otra orilla alertó que sus efectivos militares tienen órdenes de accionar sus FAL contra los iracundos entrerrianos, y EEUU manifestó que tiene indicios de actividades de Hezbollah en
la Triple Frontera. Este nuevo desaguisado de Bush es producto de la concesión kirchnerista sobre el irresuelto caso AMIA, convertida en la excusa ideal para eventualmente emprender un ataque a Irán. Sobre todo, cuando esta semana pasada el titular de la Casa Blanca adelantó que no negociará con los gobiernos asentados en Damasco y Teherán.
   Cuando el calendario caiga para ceder el paso al 2007, octubre estará un poco más cerca y las usinas gubernamentales apostarán sus fichas en el enloquecido TEG de la probabilidad estadística, con los nombres de Cristina y Daniel Scioli. Mientras que desde el otro rincón del cuadrilátero, probablemente les planten cara Macri, Lavagna o acaso Carrió. Y fuera de esto, la mayoría de la ciudadanía observará sin la esperanza de ese citado 1983 cuando todo parecía posible.   


La disputa madre

   
Sigue adelante el paro del campo, lo cual crispa los frágiles nervios del presidente Kirchner. Para contrarrestar su propio malhumor, el mandatario ha inundado las principales ciudades del país con afiches que intentan relativizar la medida (ver al pie). Con el mismo texto, el oficialismo ha comenzado una onerosa publicación de solicitadas en los principales diarios del país (*). 
    Es evidente que la medida del campo ha irritado al Gobierno, lo cual lleva a desinformar a la sociedad y hacerle creer que el reclamo es totalmente antojadizo. Lo que no se entiende es por qué los medios entran en ese mismo juego de parcializar la realidad de este conflicto. 
    De la misma manera, dicho sea de paso, han trabajado los periodistas respecto al conflicto de las pasteras uruguayas. Ningún medio se animó a cuestionar la calificación de "facilitador" que el kirchnerismo impuso a la prensa para referirse al enviado del Rey de España. Es obvio que el trabajo del español es de "mediación" directa, pero nadie se anima a decirlo. 
    En el mismo sentido, es revelador cómo se va cambiando la óptica de las quejas argentinas: ya no se discute sobre la contaminación de las pasteras, sino sobre cómo perjudicarían al turismo entrerriano al modificar el paisaje visual.
    ¿Harán el respectivo mea culpa aquellos que instalaron este tema en sus portadas apelando a la mentira y la exageración? ¿Qué dirá el Gobierno de Kirchner, que utilizó este tema para recaudar votos en el marco de la campaña de octubre de 2005?
    Como decía mi abuela…. es lo que hay…

 


Christian Sanz y Fernando Paolella

(*) Salvo diario Perfil que sigue privado de publicidad oficial por parte del Estado.

 

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