Daniel Arroyo, el ministro de Desarrollo Social, el mismo que no logra comprar alimentos para los comedores, anunció que el Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) se va a transformar en permanente y que va a crear 580 mil empleos para los planes que manejan los piqueteros y otras organizaciones.
Es lamentable la liviandad con la que habla Arroyo. El IFE tiene 9 millones de beneficiarios y el Estado a duras penas logró pagar la primera cuota después de más dos meses del anuncio, pese a que está emitiendo dinero sin respaldo como nunca.
Sin embargo Arroyo dice que 3 millones van a recibir ese subsidio para siempre. Como pasa con todos los planes de emergencia que se eternizan.
El bueno de Arroyo, que se debe estar postulando a santo repartiendo lo que no es de él, dice que lo importante es que se haga por ley y por consenso.
¿Y la plata? ¿No será eso importante también? Ah, no, eso no lo calculó. ¿Quién lo va a pagar? Eso tampoco. Alguien tiene que avisarle que el déficit público ya está en 7 puntos del PIB y al borde de la hiperinflación.
El otro plan es seguir agrandando el plan trabajar que inventó Duhalde en el 2002 y que iba a ser temporario. Han cambiado de nombre pero son lo mismo. Cristina Fernández dejó 350 mil planes, Macri los subió a 400 mil y ahora, en seis meses, ya son 580 mil.
Arroyo repite lo que se viene diciendo desde 2002: que va a transformar esos planes en mano de obra intensiva en cinco sectores, que son los que también siempre se mencionan desde hace 20 años.
La verdad, la Argentina no debería ser tan egoísta. Hace más de 20 años que aplica las mismas fórmulas infalibles para reducir la pobreza de los hogares y el desempleo y no es capaz de compartirlas con los demás países del mundo que siguen perdidos en la oscuridad, la ignorancia y el egoísmo.