Ya casi nadie recuerda que en esta interminable saga llamada “la cuarentena más larga del mundo”, no fueron pocas las veces en que el Presidente se presentó ante el país para anunciar una nueva etapa del aislamiento sin estar flanqueado por “Horacio y Axel”. Pero en la actualidad, la presencia habitualmente quincenal del ya popular trío es inevitable. Tiene sentido: es en el AMBA donde radica la mayor preocupación respecto del coronavirus.
Viene desde hace rato, por eso la única variación de los últimos tiempos pasó por sumar a esas presentaciones a algunos de los gobernadores más complicados. Pero es que cada atardecer, al anunciarse los datos del Covid de las últimas 24 horas, se verifica que prácticamente el 80% de los casos corresponden al AMBA. Y los muertos son aún más.
A instancias de los expertos -los mismos que lo convencieron de que cerrar todo era lo más recomendable para evitar una catástrofe-, el Presidente dejó de hablar de cuarentena. Mejor dicho: eso le recomendaron, pero Alberto volvió a mencionarla el viernes, aunque esta vez para afirmar su inexistencia: “La cuarentena no existe más, vamos a seguir hasta el 30 de agosto con el sistema actual”. ¿Cómo debe interpretarse eso? Si el Presidente dice que continuaremos con el sistema actual, que entonces no es la cuarentena, el ciudadano que solo necesita señales para flexibilizar toma esa frase como una habilitación de hecho para volver a la “normalidad”. Esto es: los parientes que no se juntaban ya no lo evitan, los cumpleaños vuelven a festejarse, como si viviéramos una Fase 5 fáctica; los jóvenes organizan juntadas; el que necesita salir a la calle para ganarse el sustento… ese hace rato que sale aunque no sea esencial.
“La peor cuarentena es la que no se cumple”, reconoce por estos días Eduardo López, uno de los infectólogos del equipo de asesores presidenciales que supo ser de los más enfáticos defensores del aislamiento estricto, pero que hace varias renovaciones del ASPO reconoce que no hay manera de volver a imponer una cuarentena como la de marzo pasado.
Decir que “la cuarentena no existe más” le sirve al Presidente para rebatir a los que se refieren a esta como la más larga del mundo, sin necesidad de levantarla formalmente.
El estricto aislamiento impuesto cuando la Argentina había reportado apenas dos muertos de coronavirus sirvió para contener el número de contagios y de muertos, aunque en este momento crítico nadie pueda precisar cuál será el saldo final. Con un número aún reducido de muertos, pero en ascenso -se espera que en pocos días la cifra de 300 diarios empiece a hacerse habitual-, nuestro país ya está 15° en el ránking mundial de casos. Con más de 270 mil contagios, ya supera en más de veinte mil a Italia, el ejemplo aterrador que llevó a nuestro gobierno a cerrar todo tempranamente. Con todo, las medidas sanitarias impulsadas por el gobierno nacional generaron una adhesión de más del 80% en diversas encuestas. Lo mismo que a Alberto Fernández, cuya imagen supo escalar a porcentajes impensados.
Pero esta semana se conoció un sondeo que preocupó en Olivos (ver al pie). Es de Synopsis, que supo situar al Presidente en el inicio de la crisis del Covid-19 en 59,1%, y hoy lo tiene en 40,6. Sigue siendo alto, pero la imagen negativa -que llegó a ser de 19,8% al arrancar el aislamiento, bajando de 37,4 puntos- hoy es 43,3%. Esto es, mientras que el índice positivo fue bajando paulatinamente, el otro creció de manera sostenida. Y hoy, por primera vez la imagen negativa de Alberto supera la positiva. Incluso más, si no se considera el índice neutro: ahí la negativa escala al 52,2% y la positiva llega a 47,2%.
Habrá que insistir en que la imagen de Alberto F. sigue siendo elevada. El tema es que de un tiempo a esta parte el presidente pasó de ser “Súper Alberto” a un Fernández más terrenal.
El dato curioso es que sigue siendo mayor la evaluación positiva de las medidas para enfrentar la pandemia, que la negativa: 40,8% a 34,2, porcentajes que, vale decirlo, supieron estar bien distantes al principio (78,7 contra 4,3).
Nobleza obliga, otras encuestas ofrecen mejores datos para el gobierno. Pero las cifras no pueden ser soslayadas. Y pueden explicarse con los porcentajes que muestra una de las respuestas: el 57,8% de los encuestados considera su situación económica más preocupante que el coronavirus (39,3%). Dato ilustrativo, la relación había arrancado al revés, allá por fines de marzo, con un 79,5% contra el 16,2%. Y las variables se invirtieron a partir de la primera quincena de mayo, cuando los bolsillos comenzaron a secarse.
Volvamos a la foto que cada quincena exhibe al tridente Nación-Ciudad-Provincia. A pesar de que ya no ofrecen mayores novedades, esas conferencias de prensa siguen concitando la mayor atención, pues se convierten en virtuales cadenas nacionales sin necesidad de serlo, y han beneficiado sobre todo al Presidente -como ya hemos dicho- y al jefe de Gobierno porteño. Aspirante a ser candidato presidencial desde que en 2015 heredó a Mauricio Macri en la Ciudad, Horacio Rodríguez Larreta sabía sobradamente que ser un buen gestionador del distrito más holgado del país no le alcanzaba para derramar en él la popularidad necesaria para presentarse en 2023 con aspiraciones. Para eso tendría que comenzar su campaña prematuramente y recorrer el país, para hacerse conocido donde no lo era. El carisma no es precisamente su mayor activo.
Pero llegó la pandemia y esas conferencias de prensa periódicas que lo muestran junto al Presidente y el gobernador del principal distrito del país, con una imagen sobria y suficiente, le han dado una popularidad impensada hace seis meses. De ser desconocido para más del 50% del país, hoy tiene un nivel de conocimiento superior al 80% y una imagen que algunas encuestas ya ponen por arriba de la de Alberto Fernández.
Razón por la cual hace rato que en el Frente de Todos se han puesto inquietos con “el amigo Horacio”. Cristina Fernández, que por algo ha llegado donde está, lo vio antes, y al tercer día de asumido el gobierno del FdT la emprendió contra el gobierno de Larreta. Y no paró más, pues cada vez que puede le lanza un Exocet. Lo malo es que, así como sucedía en el pasado entre ella y Macri, el encono de la expresidenta con el jefe de Gobierno solo le reditúa con los convencidos, y termina sumándole a este último.
Fue otra de las razones por las que el Presidente y hasta el gobernador bonaerense dejaron de obstaculizar una mayor reapertura en la Ciudad de Buenos Aires. De hecho, dos semanas atrás, luego de que en la conferencia de prensa los tres afirmaron que seguiría todo igual, al día siguiente Larreta se desmarcó anunciando apertura de comercios. Le valió un reproche público del Presidente.
Ahora ambos referentes del Frente de Todos terminaron dejando hacer al referente del Pro, habida cuenta de que lo contrario terminaría jugándoles en contra y sumando para quien hoy es un aliado ante la pandemia, pero en un año será rival electoral. Aunque su nombre no esté en las listas, las elecciones de medio término serán cruciales para Juntos por el Cambio, que renueva mucho y una derrota podría dejar al oficialismo holgado también en Diputados -ya lo está en el Senado-.
¿Jugará Mauricio Macri en esas elecciones? De hacerlo podría ser candidato en la Ciudad de Buenos Aires, donde siempre ganó, o provincia de Buenos Aires, donde se arriesgaría a una derrota lapidaria. “Hay que ver si Mauricio Macri sabe hacer política sin cargo”, señala el consultor Carlos Fara, recordando que entre 2005 y 2019, el expresidente xeneize fue sucesivamente diputado nacional, jefe de Gobierno y presidente de la Nación. En Juntos por el Cambio preferirían que no participara. Es lo que le recomendará su excompañero de fórmula Miguel Pichetto, que siempre ha dicho que los presidentes debieran quedarse en sus casas una vez que vuelven al llano. Pero están las causas judiciales, karma que persigue a todos los presidentes argentinos, y Macri no es la excepción. Ahí también Pichetto sostiene que la justicia no debiera asediar a los expresidentes. Lo dice quien dando pie a una suerte de doctrina que lleva su apellido resguardó en el Senado a Carlos Menem primero y a Cristina Kirchner más recientemente. Aunque esta última nunca se lo vaya a reconocer y hoy no ve la hora de que su sucesor empiece a transitar los pasillos de Tribunales.