Entre tantas cosas que Alberto Fernández dijo este miércoles en Córdoba y pegaron fuerte, hubo una muy importante, que pasó inadvertida.
Dijo que su plan económico estará contenido en el presupuesto 2021 que va a mandar al Congreso. Y que allí quedarán fijas las reglas a las que someterá la política económica. Y las enumeró: “Desendeudamiento, acumular reservas, tener una moneda competitiva para favorecer la exportación, tratar de equilibrar lo antes posible el desequilibrio fiscal y tener una balanza comercial positiva”.
La síntesis de eso es volver a los superávits gemelos que dejaron el ajuste de la crisis 2001, Duhalde y los primeros años de Néstor, y que la ligereza presupuestaria de Cristina terminó transformando en déficits gemelos.
El círculo virtuoso del mejor momento de Néstor funcionaba así. El Estado tenía superávit fiscal. Con los pesos que le sobraban, Néstor, en lugar de saquear al Banco Central, le compraba los dólares que necesitaba (por ejemplo para desendeudar cancelando la deuda con el FMI).
Al hacer esto, era el propio gobierno el que chupaba pesos del mercado, ya que pagaba los dólares con pesos de los impuestos, y esos pesos quedaban encofrados en el BCRA, sin generar deuda de Leliq ni nada.
Eso disminuía la presión inflacionaria y, a la vez, también evitaba que el dólar se abaratara demasiado y perdiera competitividad (porque en definitiva había menos dólares ya que se giraron, por ejemplo, al FMI, nada menos que 10.500 millones de dólares). El dólar competitivo abarataba exportar y encarecía importar.
Por ende, también había superávit comercial. Y el Banco Central acumulaba reservas por más que le vendiera algunas al Gobierno, dado que no había que vender dólares a lo pavote para calmar las expectativas inflacionarias. Como era caro importar, las empresas orientadas al mercado interno podían competir. Y las exportadoras podían exportar.
¡Eureka! Es era el círculo virtuoso de los superávits gemelos genuinos.
Es el plan del Alberto de los miércoles. Lo dijo él. Ahora habrá que ver si el Partido del Estado (los sindicatos estatales, la industria que exige subsidios y proteccionismo, los votantes que quieren luz y gas gratis y los inmensos aparatos clientelares del kirchnerismo en el Gran Buenos Aires y de los gobernadores en las provincias “pobres”) le van a aceptar al presidente el ajuste fiscal y previsional que se necesita para poner ese plan en marcha.
Habrá que ver qué termina haciendo el Alberto de los demás días de la semana.