El hecho de que el panorama de las comunicaciones se haya venido
ampliando, sin detener su marcha, desde hace varias décadas, y que haya crecido
mucho más aún con el auge de Internet, facilitando el acceso a las noticias prácticamente
a todo el mundo, en cualquier lugar del planeta y al instante, permite entre
muchas otras cosas que se puedan comparar aspectos que se viven en un país con
relación a otro. Por ejemplo, tomemos por caso ciertos delitos y algunas
novedades aparecidas al respecto en el buen diario brasileño “O Globo”, de
Río de Janeiro, en una reciente edición.
La
columnista Cassia Almeida, en una nota titulada “Tolerancia intolerable”,
referida a la violencia contra las mujeres, dice: “Con una regularidad casi
diaria, los periódicos publican noticias sobre asesinatos y agresiones contra
mujeres, practicados por maridos, ex maridos, amantes, ex amantes, enamorados y
ex enamorados. Ante tanta violencia, que ya llevó a la muerte a más de 300
mujeres sólo en Pernambuco el año pasado, a punto tal de provocar una
manifestación que tomó las calles de Recife, lo que más me espanta es la
indulgencia de la sociedad, en pleno siglo XXI, con ese tipo de crimen. En las
palabras la condena aparece firmemente, pero en las actitudes aún se percibe la
tolerancia”.
En otro aspecto del delito, en este caso uno de los más
aberrantes, se pudo conocer la noticia de que “el sacerdote Bonifacio
Buzzi, de 46 años, condenado a seis años de prisión por haber abusado
sexualmente de un niño de 10 años en 2004, fue detenido en un asilo de
Barbacena, Matto Grossso. El sacerdote se encontraba prófugo de la Justicia
desde mediados del año pasado, cuando fue expedida la orden de captura, y ese
crimen sucedió en la zona rural de Santa Bárbara, cuando Buzzi era párroco en
la ciudad. En 1995, él ya había sido condenado a 13 años de cárcel por
abusar de dos niños de 5 y 11 años, y fue acusado de cometer el mismo delito
cuando estaba en libertad condicional. Según la policía, él estaba escondido
en el asilo desde hace unos cinco meses, y prácticamente no salía de allí.
Ahora, las familias afectadas iniciaron un proceso contra el sacerdote y la
Arquidiócesis por esos delitos”.
Por último,
cabe reproducir una opinión aparecida en un breve recuadro bajo el título “Misión”,
sin firma, que expresa: “Si el combate al crimen ya es difícil, resulta
todavía más espinoso que los presos peligrosos sean liberados por la Justicia.
Prueba del error de la atenuación de las penas a algunos criminales es que
ellos, colocados en un régimen semi-abierto, simplemente se fugan y vuelven a
reforzar sus bandas. El problema es de extrema gravedad y necesita ser atacado
por el propio Poder Judicial y por el Congreso, éste en la revisión de leyes
que hoy ayudan a desmoralizar al Estado y a poner en riesgo a la sociedad”.
Tres
aspectos sobre el delito en general, en este caso reflejados en Brasil, que no
resultan para nada ajenos en muchos otros países del mundo, incluidos los del
Mercosur. La violencia contra mujeres y niños está alcanzando índices cada
vez más alarmantes; el abuso sexual por parte de sacerdotes, también a niños,
contando incluso con el pertinaz encubrimiento y disimulación de la Iglesia,
no le va muy en zaga; y la Justicia, también en muchos otros países, no lo es
tanto, ya que hace rato a su famosa estatua se le cayó la venda de los ojos y
la balanza le quedó muy torcida hacia un lado.
En lo que
respecta al mayor socio de Brasil en el Mercosur, la Argentina, ¿no encuentra
el lector que los tres comentarios del diario “O Globo” aquí expuestos
parecen escritos por cualquier medio local, cualquier día de la semana en
cualquiera de los últimos años?.
Carlos Machado