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Con los derechos más elementales de la ciudadanía vulnerados, con la Justicia mirando para otro lado, con los otros poderes del Estado intentando destruir todo atisbo de autonomía del Poder Judicial, es difícil decir que celebramos el Día del Abogado.
En la antigua Roma se inició esta digna tarea, ejercida en un principio por respetables y cultos ciudadanos que asistían a quienes eran convocados por los magistrados judiciales. De ahí, la expresión “abogado” que viene del latín “ad vocatum”, el que está al lado de quien es llamado, de quien es convocado por la autoridad.
La evolución del derecho como ciencia y el requerimiento de personas calificadas en el análisis de las normas hizo que ya no alcanzara con ser un ciudadano respetable para representar los derechos de otros. El conocimiento trajo consigo la preparación de ciudadanos para el ejercicio de la tarea específica de abogar, y así nació esta profesión, que es un componente esencial del estado de derecho.
Esta condición, la de profesionales esenciales del estado de derecho, nos obliga con nuestros clientes, pero también con la vigencia misma del orden constitucional. Por nuestras competencias, por nuestro conocimiento, por las convicciones más profundas que nos llevaron a cumplir esta noble tarea, estamos obligados a permanecer en la primera línea, defendiendo al orden jurídico de las pretensiones totalitarias de los tiranos. No hay ciudadanos mejor preparados para esta tarea, y no hay ciudadanos más interesados en que su profesión no se vea transformada en una farsa, desplegada en medio de instituciones que simulen funcionar.
Tenemos una gran responsabilidad: despertar a la Justicia y estar junto a la ciudadanía en la búsqueda de una salida pacífica a la libertad, al ejercicio pleno de los derechos que reconoce la Constitución y al control sobre los abusos que hoy se cometen desde el poder contra la dignidad, contra la vida, contra la honra y contra los bienes de los ciudadanos honestos y trabajadores. Estemos a la altura.
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El 29 de agosto de 1810 nacía Juan B. Alberdi. Fue una mente brillante, pensó una argentina civilizada y liberal. La Constitución Nacional de 1853 fue una de sus grandes obras intelectuales. Cofundador de la organización política que terminó con la guerra entre Federales y Unitarios.
Los abogados son como las putas, hay que pagarles por adelantado para que se muevan.
LOS ABOGADOS, están en DEUDA CON LA SOCIEDAD. Una cosa es RESPETAR LOS DERECHOS DE TODAS LAS PERSONAS respecto a la DEFENSA hasta que se demuestre la culpabilidad y de tener un abogado patrocinante para que ejerza la defensa ante las acusaciones, pero otra es ser SOCIOS DEL SILENCIO de abogados que se sabe de antemano, son participes formales de delincuentes. Para colmo los COLEGIOS DE ABOGADOS y sus TRIBUNALES DE ETICA son corporativos a la hora de juzgar a sus pares. Excepto, situaciones muy groseras, rara vez actúan como DEFENSORES DE LA PROFESION. Es triste que el SISTEMA DE JUSTICIA actúe con parcialidad en favor de los intereses de los victimarios que de las víctimas. Para colmo, esos abogados, cuando ascienden en la carrera Judicial se vuelven, a veces, en mas omnipotentes e indiferentes a los padeceres de la sociedad. No es casual que se priorize el arribo de soluciones negociadas entre particulares antes que acudir al auxilio de un abogado. Es un SISTEMA PERVERSO administrador corporativamente, por PERVERSOS, sobre todo en aquello referido a lo PENAL. En otros rubros de la abogacía, quizás haya mas calidad humana.
En estos dias que corren hoy, es mas honesto ser verdulero y vender lo que se puede al precio justo, que ser abogado y sucumbir por un sobre que contiene varios platos de lentejas. Las del verdulero son genuinas, las del abogado, nacen podridas. Sigue tu instinto, hoy x hoy. Mejor elige ser verdulero.