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Anticipo de libros: “Érase una vez en Argentina” de Luis Gasulla

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Un extracto para los lectores de TDP
Un extracto para los lectores de TDP

Otro gran libro de Luis Gasulla. Otra obra que promete. “Érase una vez en Argentina” revela el plan de Cristina Kirchner para vengarse de sus denunciantes, someter a la justicia, perseguir al periodismo crítico y encarcelar a Macri.

 

De la Resistencia K al lobbista Fernández. De Maldonado al Operativo Puf. De la cuarentena eterna al Espionaje M. Un extracto especial para los lectores de Tribuna de Periodistas. Gentileza de su autor:

 Que este libro comience con un título inspirado en un film de Quentin Tarantino que, a su vez, homenajea a Sergio Leone, no es casualidad. Gran parte de la filmografía del cineasta de culto norteamericano se basa en “la realidad paralela”. En sus películas, basadas en personajes y en circunstancias reales de la historia universal, los hechos son modificados en su universo alternativo. Gracias a ese extraordinario recurso discursivo y el montaje cinematográfico, los héroes de Tarantino logran frenar el desarrollo del nazismo en Europa y evitan el Holocausto. Lo consiguen tras incendiar un cine en el que Adolf Hitler asiste, con sus principales ministros, a disfrutar de un film propagandístico del nacionalsocialismo. La escena tiene un poderoso mensaje. Sintetiza los deseos y sueños que pueden realizarse, únicamente, con la magia del séptimo arte y en las creaciones de Tarantino. En otra de sus películas, los protagonistas se defienden del ataque de jóvenes, deseosos de sangre y muerte, enviados por Charles Manson, líder de la secta “La Familia” que fantaseaba consumar una imaginaria revolución social y cultural en Los Ángeles de finales de los sesenta. Pero antes de cumplir las órdenes de su mesiánico líder, los héroes del film acaban con los jóvenes asesinos. Tarantino evita que se produzca el caso policial más sangriento de aquellos años que enlutaría a la industria de Hollywood. El director modifica la macabra historia reemplazándola por un final feliz. En el cine, el sueño de los sesenta, no concluirá esa noche. 

En “Érase una vez en Argentina”, no hay héroes. Cristina Fernández de Kirchner no es Tarantino. No redacta guiones para el cine sino que ha escrito las páginas más polémicas de la historia reciente de nuestro país. La realidad paralela de la dirigente política más influyente de los últimos 30 años, es un relato orquestado; difundido, con una envidiable armonía, por funcionarios, dirigentes populares, sindicalistas, piqueteros, organizaciones sociales, organismos de derechos humanos, símbolos de la sociedad, curas villeros, artistas, deportistas y un, cuantioso y costoso, coro de periodistas “militantes”.  

Durante su segunda Presidencia, el disparador en la opinión pública solía ser una frase en sus cadenas nacionales. En la “resistencia K”, fueron sus tuits difundidos con maestría en redes sociales, programas informativos y de opinión; explicitados en escasas pero certeras apariciones públicas de la ex mandataria. Dos características definieron a Cristina Kirchner fuera del poder. En primer lugar, la de marcarle la cancha al gobierno de Cambiemos con un efectivo relato de los supuestos logros de gestión de los gobiernos kirchneristas y los derechos adquiridos por todos los argentinos. En segundo lugar: la victimización. Ese relato inaugural de la resistencia kirchnerista se expresó en una Plaza de Mayo colmada del 9 de diciembre del 2015, a pocas horas de que Ella se convirtiese “en calabaza” para regresar al llano. Durante cuatro años, todos en la Argentina, oficialismo y oposición, bailaron al son de Cristina Kirchner. En ningún momento dejó de marcar la agenda mediática. Jamás dejó de ser tema de conversación en programas televisivos ni en los encuentros de las familias argentinas.  

(...)

Pero ¿cómo hizo, durante dos años, Cristina Kirchner, sin cargo político, para mantenerse en el centro de la escena? En parte, por el fracaso económico de la gestión de Cambiemos pero, sin lugar a dudas, por su inteligencia y su sed de poder. No tuvo problemas en reproducir mentiras, ponerse al frente de campañas sucias, reescribir su gestión al frente del Poder Ejecutivo como lo había hecho con su propia historia, política y personal, o impulsar una micromilitancia para la construcción de una realidad paralela angustiante en el que los argentinos “ya no son felices”.  

La batalla por “la verdad” fue dada en todos los ámbitos. Contó con un periodismo “militante” más aceitado y profesional que los eternos editorialistas de 678, que habían sido estrellas fugaces de su segundo período de gobierno. A Cristina como a Cristóbal López, dueño del exitoso canal de noticias C5N, los unía el espanto a Mauricio Macri y el deseo de supervivencia: Evitar la cárcel y el ostracismo. 

Sólo algunos ejemplos. En la campaña presidencial del 2017, el caballito de batalla, fue una pregunta: ¿Dónde está Santiago Maldonado? En el relato de Cristina, el dictador Jorge Rafael Videla parecía un nene de pecho comparado con las atrocidades atribuidas a Mauricio Macri. Desde el primer minuto de Cambiemos en el gobierno, la Presidencia del simbólico hijo de la Patria Contratista, no era considerado legítimo para “la resistencia” kirchnerista. A diferencia de lo ocurrido con el símbolo de los derechos humanos, Hebe de Bonafini, que siempre admitió no ser legal pero sí legítima, para Cristina Kirchner y sus adláteres, Macri podía ser legal pero jamás legítimo. En su libro autobiográfico, “Sinceramente”, lo dejó bien en claro. Entregar los atributos era una forma de rendición. La guerra había comenzado en diciembre del 2015. Mientras escribo estas líneas, la pelea final por el relato se está batallando. La historia no está concluida.  

Una de las hipótesis de esta investigación periodística es que esa guerra fue contra la verdad. Se instalaron en el inconsciente colectivo slogans eficaces pero contrarios a los hechos. Se reprodujeron falsos lugares comunes y se difundieron incontables noticias falsas y dudosos rumores. El objetivo fue claro: Debilitar y erosionar al Presidente Macri y a sus principales funcionarios, atacar a la justicia federal y arrodillar al periodismo de investigación que había osado investigar a la familia Kirchner.  

Nunca antes había existido un sistema de medios diseñado para sostener un proyecto político partidario. El discurso de la resistencia fue persistente y efectivo. No importó desaparecer los hechos, fundamentalmente los vinculados con la corrupción kirchnerista. Los involucrados nunca tuvieron la posibilidad de defenderse. El derecho a réplica se esfumó de los medios propagandistas de la corrupción K. Durante ese proceso, se pasó de echar por la borda a los “desviados” del modelo nacional y popular –los traidores-, como José Francisco López, el ex secretario de Obras Públicas que provocó que la ex Presidenta llorase, en televisión, al recordar las imágenes de los bolsos en un convento, a la reivindicación de todos los sospechosos, procesados e incluso, condenados, por corrupción. De todos, excepto los que se arrepintieron ante un juez. Cuánto más corrupto, mejor cargo en el Estado, parece ser la señal del cuarto gobierno kirchnerista presidido por Alberto Fernández, una especie de síntesis perfecta de lo mejor y peor del kirchnerismo.  

Por primera vez, un “operador” de la política llegaba a Presidente de la Nación. Lo que no habían conseguido Enrique Nosiglia o José Luis Manzano, reconocidos influyentes, gestores y articuladores de pactos y negocios de la política argentina, Fernández lo logró con los millones de votos que le prestó su compañera de fórmula. Este libro relata cómo fue la transformación de Alberto Fernández que abandonó sus coqueteos con jueces y fiscales de Comodoro Py para colocarse al frente del Operativo Puf, el escrache mediático a los opositores y legitimar el famoso “Lawfare”. Los sugestivos cambios del pensamiento de Fernández comenzaron a finales del año 2018 mientras se orquestaba el Puf desde las oficinas del Instituto Patria con la colaboración de agentes de Contrainteligencia infieles al gobierno de Macri que siguieron trabajando para Oscar Parrilli, ex interventor de la Agencia Federal de Inteligencia y para La Jefa.  

Alberto Fernández fue más allá. Rebautizó el mismo relato sostenido por las noticias falsas y los irreales lugares comunes de Cristina –su ideóloga-. Le sumó el slogan de la solidaridad. Bajo el paraguas de esa palabra aplacó jubilaciones, cerró la posibilidad de discutir paritarias, aplicó un tarifazo a las clases medias y al campo argentino y disciplinó a la tropa. La lucha contra la corrupción, a favor de la República y de la división de poderes se convirtieron en términos antipopulares. Si en la resistencia K se fogoneaba el golpismo mediático y callejero; al regresar al poder, la simple crítica o la investigación periodística, era comparada con un golpe de Estado. Los mal llamados “presos políticos” constituyeron el Ministerio de la Venganza y de la Impunidad. En la mira, estaba la justicia independiente y el periodismo de investigación. Tenían un argumento fundante: La causa “Dolores” –investigada por el juez militante Alejo Ramos Padilla- y la teoría del “Lawfare”.  

(...)

Este libro busca reivindicar a los hechos y a sus protagonistas. Se basa en documentos oficiales, entrevistas a los que escribieron la historia, causas judiciales, alegatos, escuchas legales ordenadas por fiscales o jueces, mensajes en redes sociales y sentencias. En el siglo XXI, en el que la verdad es más relativa que nunca, y que cualquier rumor se convierte en noticia –en las redes sociales y en muchas redacciones-, “Érase una vez en Argentina” intenta desarticular el peligroso guion que diseñó Cristina Kirchner, desde la resistencia y luego, en su regreso al poder, para garantizar su impunidad y la de su familia. Un guion basado en medias verdades y muchas mentiras cuyo objetivo es reivindicarse ante la historia –reescribiéndola- y vengarse de los que osaron investigar y denunciar los desaguisados efectuados durante la mal llamada “década ganada”.  

(...)

En su film que inspira el título de este libro, Tarantino homenajea al célebre director italiano, Sergio Leone. Aquel inolvidable cineasta, creador de clásicos del “spaghetti western”, habría tenido material suficiente para filmar su “Érase una vez en Argentina”.   

Pero este es un libro de hechos. No se trata de un relato ni una ficción.   

La realidad suele superar a la ficción. 

 

2 comentarios Dejá tu comentario

  1. Que le paso a este periodista vinculado a D'Alessio? El libro sera como el de Pablo Rossi, "Populismo nunca Mas"? No pierdo el tiempo leyendo porquerias.

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