El contador Aníbal Fernández llegó en diciembre de 1991 a la municipalidad de Quilmes con promesas de alto vuelo poético: - La justicia estará omnipresente en cada acción de gobierno. (..) Vamos a poner las bases de un municipio austero y eficaz, que sirva de marco para un distrito dedicado a la producción y el trabajo. (..) Y se detectará a toda persona que haga negocios con los dineros públicos.
Cuatro años después se retiró por la puerta de atrás del edificio municipal. Lo dejó con una deuda de 11 millones de dólares, un déficit de 1.400.000, un incremento en los tributos del 40 por ciento, y apenas 200 mil dólares en la cuenta bancaria, según el balance que hizo su sucesor (justicialista como él).
Pero Aníbal también cargó con una deuda moral: "No puedo demostrar a la gente que las denuncias judiciales son falsas", reconoció públicamente al explicar el tipo de impedimento que lo frustró de un nuevo período en la intendencia.
Nunca se sabrá si los fueros que le otorgó su banca fueron la razón de su libertad ambulatoria. Pero esas denuncias que no pudo desmentir lo pusieron en fuga de la Justicia.
Y lo convirtieron en un impresentable. Fernández y Carpinetti, más allá de sus diferencias futbolísticas —hincha de Quilmes el primero y de Boca el segundo—, no tienen perfiles antagónicos. Los iguala una trayectoria pública sembrada de escándalos.
Sin embargo, no recibieron la misma medicina partidaria. Aníbal llegó a la municipalidad de Quilmes —embanderado bajo el verde y rojo de la Liga Federal— de la mano de Angel Abasto. Y Abasto llegó a su banca de diputado nacional de la mano del gobernador. Ambos recibieron los beneficios de los fueros cuando su conducta los puso en la mira de la Justicia.
Un diputado consultado por ésta investigación le puso cifras al affaire que involucró a Abasto cuando fue secretario administrivo de la Cámara de Senadores de la Nación: "De dos a tres millones de dólares. No bajó de esa cifra".
En esos días —1991— el presidente de la Cámara alta era el vicepresidente de la Nación, Eduardo Duhalde. Abasto uno de sus operadores. Y el affaire casi una vulgaridad: se montó una red de venta de pasajes truchos desde el Senado.
- Tomó tal envergadura que desde Bariloche directamente consultaban las agencias de turismo. Derivó en un sumario administrativo que nunca supe en qué terminó. Y en pleno proceso el tipo apareció en la lista de diputados. Para los que conocíamos el tema realmente nos llamó la atención...
Pueblo chico
Abasto como máximo referente local de la Liga Federal y Fernández como intendente convirtieron a Quilmes en un infierno de denuncias. Hubo escenas del más puro grotesco: En octubre de 1994 la bonaerense allanó Estadio Chico. El local fue en sus días de gloria uno de los escenarios que tuvo el rock nacional en el sur del conurbano. En los noventa cayó en la agonía. Hubo un pase de manos. Y hubo también un cambió de rubro.
En el procedimiento, la ley secuestró medio kilo de cocaína de mediana pureza, una balanza de precisión y elementos para el fraccionamiento. La mercadería estaba ordenada en pequeñas bolsas plásticas. Tenían una etiqueta que indicaba el destinatario: bares y colegios secundarios de la zona.
Lo incautado —estimaron los investigadores— fue nada más que la diaria.
La sustancia y la balanza fueron encontradas entre miles de boletas -de la reforma constitucional de la provincia-, por el Si, sobrantes de la consulta popular que se había realizado el 2 de octubre de ese año. Estadio Chico llevaba tres años como local de la Liga Federal.
Una apretada síntesis de los escándalos que estallaron durante la gestión de Fernández daría el siguiente resultado: alquiló por 36 meses las instalaciones de una vieja clinica para destinarlas a los Tribunales a un precio similar al de su compra -$ 792.000-; impulsó y obtuvo el nombramiento como juez del último intendente de Quilmes durante la dictadura militar; contrató los servicios de una empresa que entregaba comida con materia fecal a los empleados del área de salud del municipio. Cuando se descubrió el condimento de las viandas no suspendió el contrato; pagó 720 mil dólares anuales en la telefonía celular del municipio, el doble de lo destinado a Acción Social y la mitad de presupuesto de Salud; a uno de los directores técnicos del club Quilmes, incluso, le cedió un Movicón —411 0821— de la intendencia; citó a cien mil contribuyentes -entre ellos jubilados, exentos, entidades de bien público e incluso vecinos con las cuentas al día-, para que demuestren que no mantenían deudas con la comuna; privatizó de modo ilegal la cobranza de deudas municipales. Los estudios beneficiados iniciaron 12 mil juicios de apremio y en muchos casos los honorarios superaban la deuda. Etcétera.
De ese raíd —cuando un funcionario judicial tocó a su puerta— Aníbal pasó a la clandestinidad. Pidió garantías desde su quinta en Florencio Varela, donde pasó el breve exilio interno.
Pedido judicial de detención de Aníbal Fernández (gentileza diario Perfil)
Y se entregó a la Justicia: "Vengo para dar la cara —aseguró en su reaparición pública—. No estoy arrepentido porque lo que llevamos adelante fue una propuesta honesta de trabajo. Puede haber habido algún error administrativo, como sucede en las mejores familias.
Las garantías solicitadas tuvieron formato de banca legislativa. Para incluirlo en la lista de candidatos en las elecciones de 1995 el gobernador debió rediseñar la ingeniería de repartos. Se bajó a la candidata femenina —casualmente era la secretaria de Abasto— que ocupaba el quinto puesto, y se la incluyó en la lista de diputados provinciales. Pero de representar a los ciudadanos de Quilmes —donde vivía— en el Senado, la mujer pasó a ocuparse de la represenatividad como diputada de los vecinos de Chacabuco, donde nació y un día se marchó para no volver.
Tras las elecciones, el primer uso que hizo Aníbal de sus fueros como senador electo, fue negarse a declarar ante el juez Ariel Gonzáles Elicabe, en el proceso que se le inició por transferir sin licitación la Dirección de Servicios Sanitarios a Aguas Argentinas. No recibieron la misma medicina partidaria.
Carpinetti fue expulsado sin miramientos. Aníbal encontró cobijo parlamentario e, incluso, escaló luego hasta una subsecretaría de Gabinete. El secreto estuvo en la reserva.
Y en la lealtad.
Daniel Otero*
Extraído del libro "El entorno"
*El autor no es columnista de este sitio