Hace poco publicamos una nota titulada “Habrá
graves reacciones en cadena-La Gran Depresión, Capítulo II” (1), que cerrábamos
con la frase del título, en la que hacíamos referencia a la recesión y caída
de la economía que se avecinaba en Estados Unidos. Mencionábamos también los
pronósticos, siempre exactos, que elabora el Boletín de Anticipación Europa
Global (GEAB sus siglas en inglés), que en su emisión de febrero último,
entre varios otros aspectos indicaba “el desplome acelerado de los bienes
raíces” y “el alza espectacular de los embargos inmobiliarios, con
la consecuencia de diez millones de norteamericanos arrojados a la calle”,
lo cual se sumaba a las quiebras en serie de los organismos de crédito
hipotecario pronosticadas un mes antes.
Reflejábamos también lo expuesto por un
correlato del GEAP, el LEAP/E2020 (Laboratoire Européen d’Anticipation
Politique Europe 2020), al indicar que “en abril convergerán las
tendencias negativas, cuando las múltiples crisis sectoriales se transformarán
en una crisis generalizada, una profunda depresión que afectará al conjunto de
los actores económicos, financieros, comerciales y políticos”, mientras
el analista británico Ambrose Evans-Pritchard indicaba, en la edición del 24
de febrero pasado del diario “The Daily Telegraph”, que “la crisis
hipotecaria en Estados Unidos va hacia la descomposición”.
La caída de la bolsa de Shanghai el mes
anterior, arrastrando a los mercados bursátiles del resto del mundo, había
sido sólo un aviso de lo que podría venir, máxime cuando el mercado chino ya
no depende del estadounidense sino que eso se ha revertido, y ahora el
movimiento financiero de Estados Unidos se mueve al ritmo del de China, que se
ha vuelto tan independiente en la materia como para crear sus propios remezones
y manejar, así, las oscilaciones bursátiles y cambiarias a su exclusiva
conveniencia. Por algo hace poco dijo alguien: “Hoy, si una mariposa agita
sus alas en China, los grandes vientos llegarán a Occidente”.
El caso es que tras aquella caída en Shanghai,
los mercados occidentales tardaron en recuperarse o lo hicieron muy lentamente.
Y sin tiempo para terminar de acomodarse, acaba de producirse ahora una nueva caída
en las bolsas mundiales. Lógicamente, aunque Estados Unidos no influya tanto en
la actualidad financiera de China, continúa manteniendo una especie de
contrapeso, ya que estamos hablado de la principal potencia de Occidente, y ello
involucra que lo sea no sólo política o militarmente, sino también
financieramente. Y como tal, en sus vaivenes arrastra tanto a sus aliados
occidentales como al resto de los países del Continente. Lo que en el Norte
llaman, casi despectivamente, “el Tercer Mundo”.
Recordemos también que después de que
aparecieran los citados pronósticos del GEAB, el ex presidente de la Reserva
Federal de Estados Unidos –que en realidad no es un organismo autónomo sino
que es la resultante de un conglomerado de cinco o seis bancos centrales-, el
octogenario Alan Greenspan, salió a reconocer en una conferencia vía satélite
en Hong Kong que “el ciclo económico que comenzó en 2001 estaba llegando
a su fin”. Reconoció también allí que la economía de Estados Unidos “podría
caer en recesión”, pero pateó esa pelota hacia más adelante al señalar
que ello se produciría “en los últimos meses de este año”. Una
mentira piadosa, destinada quizás a los mercados “amigos” o a que su
sucesor, Ben Bernancke, no recibiera una papa tan caliente no bien asumió su
cargo, y que se las arreglara después.
Y como respondiendo a los anticipos efectuados en
aquella nota anterior, los analistas económicos coinciden ahora en que la caída
en continuado vivida en Nueva York se debe a las inquietudes que despierta el
sector de préstamos inmobiliarios de alto riesgo en Estados Unidos. Por su
parte, un estudio de la Asociación de Banqueros Hipotecarios de ese país
confirmó un gran aumento de vencimientos no pagados durante el último
trimestre del 2006, señalando que los préstamos a alto riesgo que no fueron
saldados llegaron a su más alto nivel en los últimos cuatro años. Porque son
muchas las causas de la caída económica de Estados Unidos, pero la del mercado
inmobiliario e hipotecario es la piedra que está haciendo rodar una gran bola
de nieve.
Sin embargo, hay una amenaza latente que puede
acarrear consecuencias aún peores.
Cuidado con Europa y la OPEP
Al concluir la Segunda Guerra Mundial, en la
Conferencia de Bretton Woods –donde naciera el Fondo Monetario Internacional-
se llegó a un acuerdo a nivel mundial por el cual se fijó el valor del oro en
35 dólares la onza, convirtiendo esta paridad en la referencia stándard
internacional para medir el valor de las diferentes monedas. Pero en 1971 el
entonces presidente Richard Nixon desligó al dólar del patrón oro, y desde
entonces el dólar ha sido el instrumento monetario global más importante. Un
patrón de valor que solamente Estados Unidos está en facultad de producir. El
dólar siempre conservó alto su valor a pesar del déficit récord de cuenta
corriente y de que Estados Unidos es el país más endeudado del mundo.
En un esfuerzo por prevenir ataques especulativos
y otros potenciales ataques perjudiciales para sus divisas, los bancos centrales
de todos los países procuran, a manera de respaldo, adquirir y mantener sus
reservas internacionales en dólares, equivalentes a su propia moneda
circulante. Ello contribuye a mantener, artificialmente, la aparente solidez de
la divisa norteamericana, un fenómeno conocido como la “hegemonía del dólar”,
el cual es creado y mantenido geopolíticamente y por el hecho particular de que
los productos críticos, especialmente el petróleo, se comercializan en dólares.
Y ya que llegamos al petróleo, nos referiremos a
lo señalado por Paul Harris, periodista del medio digital “Yellow Times”.
Cabe destacar que este periódico, disidente con la política de la actual
administración norteamericana, ha sido censurado varias veces, e incluso
“borrado” de Internet durante una semana cuando publicó una foto que
mostraba a seis soldados estadounidenses como prisioneros de guerra de las
tropas iraquíes. Todo un ejemplo de democracia y libre expresión por parte del
país que más las pregona.
Para Harris, la actual guerra de George Bush, más
que contra Irak, está dirigida a Europa, ya que “no siempre el blanco
declarado de la agresión es el verdadero motivo de la guerra”. En este
caso, la víctima no declarada de Bush es la economía europea, una economía
muy robusta y con perspectivas de hacerse más fuerte aún en el futuro
inmediato. Con la entrada de mas países a la Unión Europea, el PBI de la misma
se ha elevado a unos 10 trillones de dólares para menos de 500 millones de
habitantes, en contraste con los 10,5 trillones de dólares para los 280
millones de habitantes de Estados Unidos. Un bloque que, sin lugar a dudas,
representa una fuerte competencia para este país. Sin embargo, señala Harris, “la
realidad es mucho más compleja de lo que revelan estos números, y mucho de
ello tiene que ver con el futuro inmediato de Irak”.
El analista coincide con otros colegas que la
causa principal de la guerra de Irak es el petróleo, pero no lo es tanto por el
deseo norteamericano de apoderarse de ese petróleo, sino más bien por las
manos que Estados Unidos quiere mantener alejadas de ese valioso recurso. Lo que
precipitó la crisis, a juicio de Harris, no fue lo ocurrido aquel 11 de
septiembre del 2001 ni que se hayan percatado de repente de que Saddam Hussein
era un terrible dictador, sino fue lo que Irak decidió el 6 de noviembre del
2000: cambiarse al euro como la moneda con la cual hacer sus transacciones
petroleras. A partir de esa declaración, sobrevino como consecuencia el
comienzo de una depreciación constante del dólar frente al euro, que desde
entonces ha ganado alrededor de un 180% sobre el dólar.
La pregunta que surgió desde aquel momento, y
que seguramente se hace repetidamente George Bush, es: ¿Qué pasaría si la
OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo) de repente siguiera el
ejemplo de Irak y se cambia al euro?. En una palabra, afirma Harris, una gran
catástrofe económica para Estados Unidos.
Las
naciones consumidoras de petróleo tendrían que desprenderse de sus dólares
mantenidos como reservas en sus bancos centrales y reemplazarlos por euros. El
valor del dólar se vendría abajo y las consecuencias para Estados Unidos serían
las mismas que podría esperar cualquier país ante el colapso de su moneda:
inflación masiva, devaluación, quiebra económica, etc. Algo similar a lo
ocurrido en 2001-2002 en la Argentina, pero a mucha mayor escala dada la
envergadura del país del Norte. Los fondos extranjeros podrían salir
atropelladamente del mercado de valores norteamericano y habría una huida de
los activos en dólares en todos los bancos. Es decir, algo similar a lo
ocurrido durante la Gran Depresión de 1929-1930; el presupuesto de Estados
Unidos colapsaría por el déficit, con todas sus consecuencias.
Y esto sólo
en Estados Unidos. También Japón sería duramente golpeado por su total
dependencia del petróleo extranjero y su sensibilidad al dólar estadounidense.
Además se provocaría un “efecto dominó” en las economías de muchos otros
países. En suma, éstos serían los potenciales efectos de un repentino cambio
del dólar al euro. Es probable que un cambio más gradual resultara más
manejable, aunque igualmente alteraría el actual balance político y financiero
del mundo, ya de por sí bastante alterado.
Dado el tamaño
del mercado europeo –sostiene Harris en su análisis-, de su población y de
sus necesidades de petróleo (Europa importa más petróleo que Estados Unidos),
el euro podría convertirse de hecho en la nueva moneda de referencia en el
mundo. Y no faltan razones para creer que la OPEP siga aquel ejemplo de Irak y
plantee comerciar su petróleo en euros. Además no hay dudas de que los
gobernantes de los países de la OPEP disfrutarían la oportunidad de hacer
semejante declaración política luego de tantos años de soportar humillaciones
de los Estados Unidos, si bien son mucho más sólidas las razones económicas
que existen para hacerlo.
Por lo tanto,
es evidente que uno de los objetivos norteamericanos de la guerra contra Irak es
asegurarse el control de los campos petroleros de ese país y revertir su valor
a dólares, para luego incrementar la producción y forzar la caída de los
precios del crudo. Pero por otra parte un importante objetivo de esta guerra de
Bush es “escarmentar”, demostrando las consecuencias que podría tener
cualquiera de los países productores de petróleo que pudiera pensar en
cambiarse al euro.
En su análisis,
Harris concluye señalando que “Estados Unidos ha elegido este camino
porque no iba a cruzarse tranquilamente de brazos y permitir que los
‘advenedizos’ europeos tomen las riendas de su destino al pasar a controlar
las finanzas del mundo. Por supuesto, lo que ocurra en definitiva va a depender
de que la aventura de Bush no se convierta en el desencadenante de la Tercera
Guerra Mundial”.
Por nuestra
parte, podemos señalar que los anticipos hechos en aquella nota anterior se
vienen concretando, y mucho antes de lo que tuvo que salir a reconocer
apresuradamente Alan Greenspan mintiendo el lapso de tiempo en que ello ocurriría.
Las bolsas en el mundo están cayendo demasiado repetidamente. Los efectos de
arrastre en todas las economías occidentales no esperarán a hacerse notar, con
el perjuicio mayor para las naciones empobrecidas o aquellas a las que se define
como “emergentes”.
Ahora, si se
llegara a cumplir el -por el momento- secreto deseo de los países miembros de
la OPEP, de cambiar la clásica moneda con que operan, el dólar, por el euro,
haciendo crecer aún más a esta moneda mientras crece también sin parar el
acerado bloque de la Unión Europea, ¿qué perspectivas económicas tiene por
delante Estados Unidos?. Se presume que muy pobres, dadas las condiciones por
las que esa economía está pasando en estos últimos tiempos.
Queda por
verse si George Bush apelará, entonces, a algún giro drástico de timón para
enderezar ese rumbo de un barco que parece ir a estrellarse contra los
arrecifes. Salvo que lo único que sepa, pueda o quiera, es embarcarse en una
nueva guerra con el pretexto de “salvaguardar la economía norteamericana”.
Entonces, de
ser así, quizás Estados Unidos termine como Ourobouros, el gusano mitológico
que comenzó devorando su propia cola hasta terminar devorándose a sí mismo.
O, para seguir con las leyendas, como el aprendiz de brujo, que no pudo ni supo
controlar a las fuerzas que había desatado.
Carlos Machado
(1) Ver https://periodicotribuna.com.ar/articulo.asp?Articulo=2773