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JUEGO DE IMPOSIBLES

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LA HIPOCRESÍA NUESTRA DE CADA DÍA
LA HIPOCRESÍA NUESTRA DE CADA DÍA

    Ya hace rato que hay que cambiarle una palabra a la famosa frasecita. La política ya no es “el arte de lo posible”, como gustaban recitar pretéritos presidentes y funcionarios, incluido uno de triste recuerdo que busca por tercera vez el sillón de Rivadavia (que nunca perteneció, en realidad, a su mobiliario).
   
Hoy en día, en esta Argentina doliente, no cabe ninguna duda de que “la política es el arte de lo imposible”.
   
Es imposible vivir con los sueldos de siempre cuando la canasta familiar no para de crecer.
   
Es imposible que en el “país de la carne” sus habitantes tengan que estar pagándola a precios prohibitivos.
   
Es imposible que en el “país de las vacas” los productos lácteos estén aumentando de un 25 a un 30%.
   
Es imposible que en una tierra tan fértil las verduras y hortalizas más comunes en una mesa familiar, por ejemplo papa, cebolla, tomate y lechuga, que siempre se cotizaron en centavos, cuesten hoy $ 2, $ 3, $ 4 y $ 6 el kilo.
   
Es imposible que en la Capital Federal y el conurbano lluevan cuatro gotas y vastos sectores se inunden, como también que esté a punto de repetirse el drama de las inundaciones en la provincia de Santa Fe y otros puntos del país.
   
Es imposible que la droga, hasta hace quince años un flagelo que parecía existir lejos de aquí, sea hoy una plaga que se abatió implacable sobre la Argentina y no se combata con todos los medios al alcance.
   
Es imposible que hace tiempo sea común ver, ya no sólo por la noche sino a cualquier hora del día, todo tipo de personas –ancianos, niños, mujeres con sus hijos, etc.- durmiendo en plena calle, a la intemperie, apenas envueltos en una manta si pudieron obtenerla, o refugiados en la entrada de una galería o un local cerrado.
   
Sobre este último caso, un ejemplo que revuelve las tripas. Quien esto escribe, este sábado -caminando a las 13 horas, pleno mediodía, por la avenida Sáenz, centro comercial del barrio de Pompeya- se topó en el centro de una acera con lo que parecía un gran envoltorio cubierto de trapos. Dentro del envoltorio había una persona (no pudo visualizarse de qué tipo) durmiendo. A la media hora, volviendo por la mano de enfrente y muy cerca del lugar anterior, otro envoltorio, también en el medio de la acera. Aquí pudo verse, ya que apenas asomaban sus cabezas, que se trataba de una mujer y un niño. Completando el panorama, muy cerca de esos “envoltorios” había jóvenes repartiendo volantes de los candidatos Filmus, Ibarra y Macri.
   
No son los únicos casos, por supuesto. Somos muchos los que estamos cansados de ver centenares de estos “ejemplos”, además de en las calles, en las estaciones de trenes o subterráneos o en las recovas de bancos o edificios públicos.
   
Y claro que hay muchísimos imposibles más.


Los que hacen posible lo imposible 


   
Obviamente, para que estos imposibles existan hay quienes, aplicadamente, los tornan posibles. Son los hipócritas de siempre.
   
En primer lugar el gobierno, el detentador del poder absoluto para el que es posible dibujar fácilmente índices de inflación que hacen desaparecer de la vista –sólo de la vista pero no de la realidad ciudadana- lo que verdaderamente cuestan la carne, los lácteos, las verduras y tantos otros productos básicos.
   
El mismo que, desatendiendo incontables experiencias anteriores, aplica su mejor desidia y sigue sin hacer nada para evitar los graves problemas generados por lluvias e inundaciones, lanzando solamente “alertas meteorológicos” en cuanto el cielo aparece nublado.
   
El que no sólo no combate la droga, sino que ha encontrado en ella un recurso valiosísimo, una gran “caja” que permite, además de suculentas ganancias, abastecer otras necesidades, entre ellas alimentar los presupuestos destinados a la compra de voluntades –políticas, periodísticas, etc.- y a las campañas electorales.
   
Y el que, siempre haciendo gala de su mejor desidia, no se preocupa en absoluto por las carencias de tantas personas que duermen en la calle. Carencias que precisamente no se compadecen en absoluto con las no-carencias de alguna dama que frecuenta, en cuanto puede, varios shoppings mundiales o se abastece de carteras “Hermès” de 20.000 euros.
   
Por supuesto que para hacer posibles estos y tantos imposibles más, el gobierno –que se hace al parecer más fuerte con ello- está contando con la complicidad de una oposición inexistente o autista, además de sus legisladores y del periodismo comprado o genuflexo que nunca falta. Ese periodismo que satura los diarios y medios audiovisuales con noticias como el crecimiento de los accidentes viales –que lógicamente tiene su importancia-, los festivales folkróricos o de la Vendimia, o los atentados en Irak, por ejemplo. Noticias que borran convenientemente del mapa a la realidad diaria que padecemos los dolientes habitantes comunes de la Argentina.
   
Los que debemos asistir, impotentes, a este juego de imposibles puesto en marcha y conducido por la caterva de hipócritas que se encaramaron en el poder, por sus obsecuentes payasos del entorno y por las infames complicidades ya apuntadas.
   
Y a los que nos queda, como único recurso, aplicar el castigo que más temen aquellos: el de las urnas. Quizás sin muchas esperanzas, porque los que los sucedan tampoco las brindan, al menos por el momento.
  
 Pero como dicen las abuelitas: “la esperanza es lo último que se pierde”.  Y como ya hemos perdido todo, agarrémonos de lo último por perder.
   
En una de ésas...

 

Carlos Machado

 

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