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A gente como Donald Trump es difícil sacársela de encima

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El trumpismo prueba que el mayor enemigo de las democracias es hoy el populismo radicalizado
El trumpismo prueba que el mayor enemigo de las democracias es hoy el populismo radicalizado

La elección norteamericana fue un parto. Pero que se encamina a terminar muy bien, poniendo fin a una etapa de esas en las que se demuestra por qué conviene que en las democracias el gobierno sea limitado.

 

Y es que se puede elegir muy mal. Se puede votar a un psicópata consumado, a un fanático irresponsable. Y sacarse de encima a alguien así, que nunca debió ser electo, antes de que haya hecho demasiadas macanas, y sin una revolución o guerra civil, es muy difícil.

Y no sólo ni principalmente porque es difícil ganarles elecciones, si estos psicópatas encima han hecho algo bien, por ejemplo hacer crecer la economía, y si son talentosos comunicadores.

Lo fundamental es que crean un contexto en que a ellos les resulta fácil nutrirse del amor y del odio que generan, y a los demás muy difícil rechazar la cultura del agravio y la brutalidad sin parecer débiles o tibios. Que es lo que hace falta: recorrer un delgado desfiladero que les permita a los políticos democráticos frenar a los prepotentes sin entrar en su juego, y restablecer cierta normalidad, ciertos límites a lo que es tolerable decir y hacer en democracia.

Esa tarea recién está empezando en Estados Unidos, y de las dificultades que los demócratas, no solo los del Partido Demócrata, también los demócratas republicanos, enfrenten al llevarla a cabo va a ser mucho lo que se pueda aprender en otras naciones que sufrimos a este tipo de personajes y los procesos de exaltación y radicalización que ellos protagonizan.

Al respecto lo primero que es importante entender es la centralidad que tiene justamente, en los experimentos populistas radicalizados, la pasión y el entusiasmo.

Uno de los hechos más sorprendentes de la reciente elección en EEUU es que las encuestas fallaron una vez más, porque volvieron a subestimar el voto trumpista. ¿Por qué? Pues porque no pudieron prever que la tasa de participación iba a subir tanto, y no solo por obra del rechazo a Trump, sino también del entusiasmo con él: es decir, que iban a movilizarse también muchos trumpistas hasta aquí pasivos.

Los demócratas tuvieron una indirecta responsabilidad en esto, tal vez inevitable: al agitar a sus electores menos entusiastas, incitaron también a sus contrarios, así que millones de personas se involucraron en una disputa que a todos ellos debió parecerles decisiva para sus propias vidas, “apasionante”.

Y es bueno que la política sea significativa para la vida de la gente común. Pero eso viene acompañado del riesgo del entusiasmo apasionado. Precisamente, en un sistema político moldeado por convenciones y rituales, y que cada vez más pareció capaz de anular cualquier ilusión, Trump había sido el primero en hacerla renacer. Y lo hizo para cargarla de “misiones” muy diversas, volcándola contra todo tipo de adversarios. Radicalizando así todos los conflictos. Sobre todo los que vienen dividiendo a los propios norteamericanos. Razón por la cual su presidencia resultó mucho más dañina para sus propios ciudadanos que para los demás.

¿Va a desaparecer el trumpismo porque Trump haya sido derrotado? No va a ser tan fácil. La radicalización del Partido Republicano viene de largo: en la década pasada el Tea Party hizo su contribución en ese sentido; y antes que él el reaganismo aportó una buena dosis de supremacismo moral, interno y externo. Trump simplemente sumó todas las piezas, y les insufló el combustible de su carisma: el desprecio y la violencia racial, la xenofobia, el destinismo patriotero, el fanatismo religioso y la paranoia ideológica, todo junto en un combo que va a ser difícil desarmar. Y que habrá que ver si a los demás capitostes del partido les interesa realmente desarmar. Meter de nuevo en la botella a esos genios malignos es bastante difícil y en cambio puede ser seductor seguir jugando con ellos.

Igual que sus parientes latinos, más pobres y de izquierda, Trump promovió también una absurda autarquía económica. Fue enemigo acérrimo de Maduro y la claque chavista, pero practicó un similar rechazo a la integración económica y atribuyó igual que ellos las dificultades de su economía a extranjeros malvados, habituados a aprovecharse de los recursos nacionales. Ya antes de la pandemia del COVID19 esas tendencias antiglobalizadoras eran fuertes, y es razonable esperar que lo sean aún más una vez que escampe el saldo económico de la emergencia sanitaria. Así que tampoco por ese lado la situación va a facilitar la tarea de desactivar las pasiones trumpistas.

Pero lo que tal vez tenga más chances de perdurar es el odio puro y duro. Que no es, como se piensa en ocasiones, expresión ni resultado de un sentimiento de superioridad, sino de uno de victimización: millones de norteamericanos se consideran perjudicados por otros, los más ricos, los más pobres, los extranjeros, no importa mucho porque en general es una mezcla de todos ellos. Sienten que se les ha sacado algo que les pertenece y lo quieren de vuelta: dado que muchos jubilados ya no viven como los anteriores jubilados, muchos trabajadores ganan menos de lo que ganaban sus predecesores, y muchos jóvenes tienen peores perspectivas de las que tuvieron los ya mayores, se entiende que ese sentimiento esté muy difundido. Y que sea bastante tentador buscar antes que una solución, inevitablemente compleja y costosa, un culpable. También de eso nosotros conocemos bastante.

“Basta de hechos que me desaniman, quiero un relato que me entusiasme”. Esa parece haber sido la demanda fundamental que atendió Trump, un refinado artista de la manipulación, que se especializó en desconocer hechos incómodos, sustituyéndolos por patrañas y acusaciones insólitas. La política del odio no se había practicado tan intensamente en la democracia norteamericana probablemente desde tiempos del senador McCarthy. ¿Se desactivará con su derrota?

Parece que al menos algunos líderes republicanos se han visto en la necesidad de ponerle un límite: cuando el presidente ya saliente pretendió empujarlos a una batalla por judicializar los resultados de la elección se negaron a seguirlo, y algunos por primera vez lo criticaron abiertamente. Hubiera sido de desear que lo hicieran mucho tiempo antes. También de eso están hechos estos procesos de radicalización: de acompañamiento cómplice, silencioso, de una enorme cantidad de gente que en principio, en situaciones normales, no estaría dispuesta a hacer locuras, no le haría daño ni a una mosca, pero paso a paso va naturalizando la brutalidad, incorporándola.

Encima, además de lidiar con el ánimo exaltado de los norteamericanos, el sucesor de Trump va a tener que hacer otro tanto con los de un mundo que también su predecesor se ocupó de empiojar y deja mucho más convulsionado de cómo lo encontró. Dijimos más arriba que el daño que Trump hizo fue mayor fronteras adentro que afuera, pero eso no significa que para la política mundial no haya sido una pésima experiencia: por primera vez en décadas los autócratas pudieron sacar pecho y decirle a sus ciudadanos, y al resto del mundo “vean, finalmente no somos peores que el gobernante electo en una de sus mejores democracias, incluso podemos ser más serios y confiables, no tenemos por lo menos ninguno de sus vicios payasescos, así que ¿por qué no tolerarnos, no tratarnos como iguales, por qué no ser aliados?”

La cuestión es crítica en un momento en que los autoritarismos modélicos de nuestra era, China y Rusia, se están ofreciendo además como la solución para los problemas que el mundo no logra resolver, la pandemia, las trabas al desarrollo, la integración comercial, la seguridad global, el control de las comunicaciones. No es la Argentina el único país en que esos cantos de sirena están influyendo fuertemente en las decisiones de gobierno. Pero es uno de los que más entusiasmados parece en dejarse llevar por ellos. Ojalá Biden no haya llegado demasiado tarde, ni esté demasiado ocupado en otros asuntos para desatender esta cuestión.

Dicen que Biden conoce bien a unos cuantos argentinos, incluidos varios del actual oficialismo. Eso podría servirle para prestar atención al asunto. Y tal vez también para practicar un aprendizaje inverso al que arriba propusimos: nuestra experiencia indica que un populismo radicalizado que fracasa y pierde, aunque de momento parezca que escarmentó y no va a repetirse, puede darse maña para sobrevivir y regresar bajo ropajes apenas disimulados. No conviene dar por descontado que la gente lo va a reconocer, ni que se va a acordar.

 
 

12 comentarios Dejá tu comentario

  1. La gente no tuvo otra que votar a Trump simplemente porque Obama le bajó a los republicanos todos los demás candidatos. Amenazan con el trumpismo pero la violencia la vienen ejerciendo desde antes que Trump fuera candidato. La gente votó a Trump porque la violencia ya la venían ejerciendo los progres y los "Guerreros de la Justicia Social" (SJW) desde las universidades y desde organizaciones con métodos fascistas como Antifa y BLM. La gente no votó a Trump porque le metieron miedo, sino porque la genet vió las nuevas políticas educativas, porque la genet vió cómo los ilegales votaban y supo cómo Obama metió inmigrantes ilegales para hacerlos votar por ellos. La gente votó a Trump porque sintió la violencia que significa que te atropellen con desprecios generalizados al sistema, o con recursos tan bajos como la exhibición de virtudes. La gente votó a Trump porque no quiere un país como Argentina, gobernado por piqueteros y una oligarquía de ladrones que venden hipocresía. Hablando de irresponsables Novaro, ya no quedan palabras para vos.

  2. No comparto el enfoque del periodista. Primero, no está aceptado oficialmente que Biden haya ganado. Esa atropellada de los demócratas es típica del peronismo. Cuando dice "...Uno de los hechos más sorprendentes de la reciente elección en EEUU es que las encuestas fallaron una vez más, porque volvieron a subestimar el voto trumpista.---" Las encuestas no fallaron, influenciaron a la ciudadanía. Al igual que los medios, los otros días TRES medios cortaron la transmisión del discurso de Trump bajo excusa de que estaba mintiendo. ¿Acaso los ciudadanos no saben discernir entre mentira o verdad que precisan que los medios lo hagan por ellos? ¿Desde cuándo los medios se adjudican el derecho a la censura? Lamentable la conducta de los demócratas es digna de repudio.

  3. Estoy de acuerdo con G - y JP. ya los populacheros estan planificando encontrarse con Diaz Canel, Maduro, y toda la runfla que nos tiene de punta. Para sugerirle a Biden que trate y negocie con todos ellos, a la cabeza guiados por Obama, que de patriota poco tiene, con su ilusion de darle mas beneficios a sitios extranjeros que al propio pais que le dio el poder.Biden es intimo amigo de Manzur, y ha visitado Argentina, se dice que no menos de 17 veces. Biden es flexible y se despreocupara por incentivar la economia y darle trabajo a la gente, como bien lo hizo el pesado de Trump. Hay mucha gente que odia el capitalismo pero gusta de vivir mejor que Rockefeller, si le dejan. Si los que han votado son ilegales, es facil de saber, y si han votado fallecidos del cobid, tambien sera facil de saber. Hay nombres y apellidos y numeros de seguro social donde ir a mirar. El que no es ciudadano americano, no puede votar, y el que fallecio de cobid, en números agrandados tampoco puede levantarse de su sepulcro para ir a dar su voto. Una vez que se comprueben quienes son los que han votado, y se sepa que Biden fue que gano, así sea. Si así fue, Trump debera guardar silencio. Mientras quede la duda, todo el pais tiene el derecho de saber que esta votacion ha sido dificil debido al estado de pandemia en que estamos mundialmente, y la eleccion se ha complicado. Si Biden esta seguro de que se ha hecho todo bien, que se quede tranqui, y los suyos tambien. Si han ganado, limpiamente habran ganado. Y sanseacabo.

  4. Novaro que equivocado estás. ¿El daño que causó fronteras adentro? Por la falsa pandemia luego de la caída recuperó la mayor parte de los puestos de trabajo. EEUU lleva 4 años sin participar de una guerra, le puso un freno al gasto militar. Cumplió lo que prometió. Hay antecedentes de fraude en otras elecciones allá y todas cometidas por los demócratas. No es casualidad que grupos de poder que se benefician con la falsa Pandemia sean los que atacaron a Trump, su base de ataque fueron extrapartidarios, Madonna, Rihanna, Ricky Martin, muchos actores y los grupos LGBT, sobre un fundamento personal no politico

  5. un tipo al que votaron 71 millones de personas de todas las razas, creencias y profesiones merece más respeto... pero como siempre los periodistas progres no pueden ocultar su desprecio a los que no representan su ideario, aunque la vayan de diversos y tolerantes... pura fachada

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