Si hay algo que caracterizó al kirchnerismo en toda su historia, es la improvisación. Pero claro, cuando hablamos de improvisación nos referimos a sus acciones políticas, porque en otras cosas, como por ejemplo en el robo sistemático a través de la obra pública más grande de la historia universal, demostraron ser los más eficaces del mundo.
Hacen y deshacen, dicen y se desdicen, y si hay algo que dejó en evidencia lo torpes, brutos e inoperantes que son, es la pandemia.
Desde el gobierno nacional se jactaron infinidad de veces diciendo que las medidas adoptadas para controlar la pandemia eran un ejemplo. Sin embargo, más allá de las lamentables filminas que mostraba Alberto Fernández cada vez que anunciaba la extensión de la cuarentena plagadas de datos falsos, quedó demostrado que estamos entre los países más afectados, y ni hablar del desastre económico; pero para ellos, su desastrosa gestión sigue siendo un éxito.
Pero el circo descontrolado sigue y sigue. Luego de dar la noticia de que Argentina había celebrado un convenio con Rusia por la compra de 25 millones de dosis de una vacuna que en realidad todavía no existe, la Secretaria de Acceso a la Salud y encargada de viajar a Rusia para evaluar las bondades de la vacuna Sputnik V aseguraba que su aplicación iba a ser obligatoria, el Ministro de Salud bonaerense decía todo lo contrario, hasta que Carla Vizzotti tuvo que salir a desdecirse.
Ese es el grado de seriedad que tienen nuestros funcionarios, pero como si esto fuera poco, durante un acto que encabezó en la zona sur del Gran Buenos Aires para inaugurar las obras de ampliación del edificio del Departamento Judicial Avellaneda-Lanús, el presidente Fernández consideró que "el problema de la inseguridad no lo padecen los ricos", sino "los que andan por las calles, caminando de su casa al trabajo, trabajando", pero no conforme con haber dicho semejante barbaridad, lanzó una frase tan estúpida como la recordada dicha por su jefa "la diabetes es una enfermedad de gente con determinado poder adquisitivo", y ahí nomás Alberto sentenció que "los ricos tienen forma de cuidarse" de la inseguridad.
Que un presidente, sea del país que sea, de la ideología que sea, diga semejante barbaridad es inconcebible. En primer lugar, porque está convalidando que hay un problema grave, que no saben, no pueden, o no quieren solucionar, y segundo porque es una afirmación claramente discriminatoria. De todas maneras, debemos reconocer que en este caso, el señor que hace de presidente bajo las órdenes de Cristina Kirchner debe hablar con conocimiento de causa, ya que Puerto Madero, su lugar residencia antes de ocupar la quinta de Olivos, es el más seguro del país.
Es que Argentina es ese país en el cual pasa de todo pero al mismo tiempo... no pasa nada, un país en el que se cierra la Oficina Anticorrupción por "falta de presupuesto" pero al mismo tiempo se crea Nodio, un organismo con 200 personas con sueldos del primer mundo para controlar e intimidar a la prensa; un país en el que sueltan a los presos para que no se contagien de Covid-19; un país en el que bajo la excusa de ser mapuches usurpan tierras, incluso las que pertenecen a parques nacionales, pero además ayudados por un ente estatal llamado "Instituto Nacional de Asuntos Indígenas"; un país en el que para desalojar usurpadores, los responsables no se ponen de acuerdo entre sí, y llegan al delirio de indemnizarlos.
Un párrafo aparte merece nuestra economía, un circo por excelencia, que está en manos de un ministro que dice que para que las cuentas fiscales estén en orden no es necesario bajar el gasto público, cuando casi el 46% de los habitantes perciben un cheque del estado, y los que producen y pagan impuestos para mantenerlos son solo 12 millones de personas.
Para finalizar, estimado lector, déjeme decirle que lo hasta aquí narrado, que no es ficción sino que son hechos extraídos de nuestra triste realidad no es lo peor. Lo peor es el lamentable rol que tiene la justicia, empezando por la suprema corte, que como quedó demostrado siempre está a favor del poder de turno, pero el circo de nuestra Suprema Corte de Justicia es tan grande que merece, como tal, un capítulo aparte.
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