Pocos días atrás tuvo lugar en La Paz la ceremonia del cambio de mando del país, resultado de las elecciones llevadas a cabo el 18 de octubre. Un año después de la caída del MAS de Evo Morales vuelve el mismo movimiento político al poder con actores que han recibido casi el 55% de los votos emitidos recaudados por el nuevo Presidente Luis Arce, junto a David Choquehuanca, ya en una primera vuelta electoral. Ambos han sido elegidos hábilmente por Evo Morales, el líder indiscutido del MAS, y no hay que olvidar que fueran miembros destacados de su gobierno durante varias de sus administraciones, uno como Ministro de Economía, el otro como Ministro de Relaciones Exteriores.
Bolivia entra así en una peligrosa encrucijada: o bien sigue el camino totalitario, corrupto, simpatizante con el Castro Chavismo y con fuertes lazos con el narcotráfico internacional, o se encamina hacia un nuevo futuro de solidificación de las instituciones democráticas y de acuerdos políticos con la oposición, lo que significaría casi un parricidio a su líder máximo, el todopoderoso Evo Morales. Hay un antecedente clásico en la región con una estructura político-social y étnica similar, Ecuador, donde el actual presidente Lenin Moreno supo darle la espalda a quien lo ungiera como presidente, Rafael Correa, que hoy en día es requerido por la Justicia de su país por diferentes crímenes de corrupción, y que se encuentra refugiado cómodamente en Bélgica. Ahora la gran cuestión es saber cuál será el proyecto y la forma de actuar del nuevo presidente boliviano, Lucho Arce y su vice-presidente Choquehuanca que están dando tibios signos de buscar diferenciarse de las administraciones anteriores. Justamente en estos días oímos de bocas de ambos frases alentadoras de un posible cambio de rumbo. ¿Estará dispuesto este nuevo gobierno de encaminar a Bolivia hacia una senda democrática, y cometer el parricidio ecuatoriano?
Ya en su discurso de inauguración el Presidente Arce y aún más claramente su vice Choquehuanca en declaraciones en las últimas semanas han dado interesantes indicios que pueden ser interpretados como un cierto alejamiento de la ideología totalitaria de Evo. Choquehuanca es conocido en Bolivia como “el místico”, por ser un defensor de los “derechos cósmicos “ y su búsqueda del respeto entre todos los seres humanos. Apunta a ser protagonista de la renovación del aparato estatal e ideológico del país. Declaraciones como “Los ministros ya no tienen que volver a ser ministros”, o “Necesitamos renovarnos absolutamente”, o “Es hora de escuchar a los otros” o “Las diferencias se resuelven dialogando y no imponiendo” o “Necesitamos trabajar en la institucionalidad” dan cierto aliento a un futuro cambio político en Bolivia. No son sin embargo las palabras claves del nuevo presidente Arce, que se siente aún ligado al MAS de Evo Morales y que sigue siendo considerado como el artífice del boom económico boliviano. Arce fue reconocido incluso por el Banco Mundial por su gestión, cuyo éxito en realidad fue más consecuencia de los elevados precios internacionales de la minería y los hidrocarburos, situación que hoy en día ha cambiado drásticamente. Sin embargo, pese a este aparente milagro económico, miles y miles de bolivianos dejaron el país en los últimos años y se refugiaron en países vecinos, como la Argentina, por haber padecido el hambre en su patria y los sinsabores de la falta de democracia. Aquí el 82% de los 142.000 votantes bolivianos registrados dio su voto a Arce, pero casi ninguno de ellos considera en lo más mínimo volver a su patria.
Mientras tanto Evo Morales, que no estuvo presente en el cambio de mando, está realizando una marcha desde la frontera argentina- boliviana, acompañado por fieles seguidores, que lo llevará en caravana, atravesando diferentes ciudades hasta llegar a Cochabamba y a la región cocalera del Chapare, donde lo esperan sus fanatizados cocaleros, su fuerza de choque, que se han enriquecido con el negocio de la coca y de la cocaína, llevando a Bolivia a convertirse casi en un narco-estado.
Allí lo estará esperando su nuevo delfín, el joven cocalero de 29 años, Andrónico Rodriguez Ledezma, candidato para una eventual sucesión en caso de que el nuevo gobierno tome un rumbo que no coincida con los intereses de Evo Morales. Andrónico es un engendro de Evo, quien lo define a menudo como su “heredero”. Se licenció con 22 años en Ciencias Políticas en la Universidad de Cochabamba y es el líder cocalero más importante después de Evo en el Chapare, el corazón del poder del MAS. Andrónico es vicepresidente de las seis Federaciones Cocaleras del Chapare, que agrupan a aproximadamente 931 sindicatos con más de 200.000 miembros, que viven fundamentalmente del negocio de la coca y su comercialización al exterior a través de un moderno aeropuerto ubicado en Chimoré. El propio Morales ha reconocido en varias oportunidades que la mayor parte de la producción de la hoja de coca de su país va a un mercado ilegal internacional. En un fatal sinceramiento llegó a afirmar el año pasado, estando ya en el exilio, que “si volviera, hay que organizar como en Venezuela milicias armadas del pueblo, para defender las conquistas logradas.”
Bolivia en una peligrosa encrucijada ¿Y la oposición democrática, qué hace, que ha hecho, para enderezar el curso político del país? Se encuentra dividida, fragmentada y enfrentada entre sí, aún presa de una oligarquía con rasgos racistas, que no ha entendido aún que Bolivia ya no es más el país en el que ellos gobernaron, durante siglos, y no lo terminan de entender. El MAS ha ganado con una ventaja de más del 20 por ciento frente a su principal contendor. No cabe duda que los adversarios del MAS subestimaron su potencial electoral, y las encuestadoras no detectaron la realidad, y los políticos tradicionales ignoraron la expresión genuina de los sectores sociales indígenas del país. En esta miopía hay una fuerte carga de racismo, que sigue existiendo desde el siglo XIX, frente al “cholaje”. Esto estuvo presente en el candidato Carlos Mesa, el principal opositor, que no fue capaz de construir un partido con incidencia en el mundo indígena boliviano. Peor es la actitud de los ricos oligarcas bolivianos que viven en un cómodo exilio y que fogonean, intervienen aún en la política, sin haber comprendido que su mundo colonial, ya no existe.
Bolivia en medio de una gran incertidumbre política, que afecta a todo el continente porque puede alterar el fiel de la balanza en países en vías de democratización y llevarla hacia un regreso al nefasto socialismo del siglo XXI. Bolivia es el país con mayor población indígena en el continente, con un 48 %, seguida por Guatemala con el 45 %, México con el 21,5% y Ecuador con el 6,4 %. Tengamos también en cuenta que los cocaleros del Chapare de Evo Morales, representan tan sólo una ínfima parte de los indígenas, con sus propios intereses, y enfrentados muchas veces a los otros grupos étnicos.
En los próximos meses veremos cuál será el rol que asumirá Evo Morales a su regreso a Bolivia teniendo en cuenta que dominó férreamente la política de su país durante los últimos 23 años a través de su movimiento político. Esos años lo caracterizaron por sus rasgos caudillistas, egocéntricos, de desprecio por los valores republicanos y sus varios graves delitos, cuyas investigaciones en curso ahora se vieron suspendidas por las nuevas autoridades judiciales.
El gobierno electo comienza su mandato en medio de una peligrosa dualidad. El jefe de Estado no es el líder histórico de su partido. Será un futuro de tensiones, traiciones, intrigas, enfrentamientos. El futuro del nuevo presidente Arce dependerá mucho del curso que se atreva a tomar y si está dispuesto a romper con la ruta del castro – chavismo, el lucrativo negocio del narcotráfico, que asola al país y realmente tender un puente a la oposición, con el apoyo de muchos miembros de su partido, hartos de los desmanes de Evo Morales y su pésima imagen interna y en el exterior, logrando concretar el necesario parricidio, a la ecuatoriana, que tanto necesita el país y nuestro continente. El futuro próximo lo dirá.
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