El diario francés “Le Monde”, con la firma de su columnista Christine Legrand y en una nota que fue reproducida en su edición de este domingo por “La Nación”, de Chile, hace referencia al crecimiento en la venta de tierras argentinas a millonarios extranjeros, que en este momento ya ha alcanzado al 10% del territorio. Señala que “Argentina está en venta, y ésa es la voz de alarma lanzada en Buenos Aires por economistas y ecologistas, además de la Iglesia Católica”, mencionando que esta última publicó, en septiembre del 2006, el documento “Una tierra para todos”, reclamando una política federal para resolver un problema que afecta a las comunidades indígenas y a pequeños campesinos expulsados de sus tierras.
Recuerda además que en los años ’90 el entonces presidente Menem declaró: “Tenemos tierra en exceso”, invitando a corporaciones extranjeras y a particulares a invertir, y que a partir de allí son cada vez más numerosos los extranjeros que adquieren vastas extensiones.
Gracias a aquella generosidad de Menem, no tardó mucho en iniciarse la “invasión” que comenzaron los hermanos Benetton, poseedores hoy de la mayor porción de territorio argentino en la Patagonia, estimada en 900.000 hectáreas. A ellos les siguió Ted Turner, el magnate de AOL-Time Warner y fundador de la cadena CNN, que compró unas 45.000 hectáreas en la misma región para dedicarse a su afición de “pescar truchas”. En esto de los placeres personales también se incluye el millonario Douglas Tompkins, que además de varias hectáreas en la Patagonia compró también una importante parte de los esteros del Iberá, en la provincia de Corrientes. Según Tompkins, su intención es “resguardar el ambiente y los patrimonios naturales”, mientras desde otros sectores se lo acusa de querer resguardar, en realidad, el agua que, dada su escasez, va a necesitar quizás muy pronto su país de origen. Recordemos que el pintoresco personaje encarnado por el piquetero oficialista y ex funcionario Luis D’Elía, en uno de sus tantos papelones, se publicitó hace varios meses en los medios blandiendo un enorme alicate con el cual, haciendo de “el gordito justiciero”, cortó los alambrados de acceso al campo de Tompkins en la provincia litoraleña.
Los avances de los terratenientes extranjeros continuaron con Joseph Lewis, uno de los empresarios más ricos del Reino Unido, quien suele pasar el verano austral en sus 14.000 hectáreas rodeando el Lago Escondido; Ward Lay, magnate de las papas fritas “Lay’s” y amigo de George Bush, que adquirió miles de hectáreas porque “la Patagonia me recuerda al Texas de los años ‘50”, además de viñedos en Mendoza; el belga Hubert Grosse, que compró 11.000 hectáreas en la provincia de Río Negro, donde sus amigos y turistas ricos van a jugar al golf y al polo; y el cantante Florent Pagny, enamorado del sur argentino y de una argentina, quien pasa parte del año en sus dos estancias de la provincia de Chubut.
Barato, pero lo mejor
Luego de una investigación efectuada durante tres años por todo el país, los periodistas Andrés Klipphan y Daniel Enz publicaron el libro “Tierras S.A.”, donde afirman que “en las provincias de Santiago del Estero y Chaco la hectárea cuesta lo mismo que una hamburguesa”, y que “hay treinta proyectos para regular esas ventas, en el Parlamento y en los gobiernos de las provincias, pero siguen en el cajón”. En tal sentido, agregan que los millonarios extranjeros “se han beneficiado de la actitud flexible de los diferentes gobiernos nacionales y provinciales para adquirir millones de hectáreas y recursos no renovables, sin restricciones y a precios módicos”.
Por su parte, la Federación Agraria Argentina confirma que unos 300.000 kilómetros cuadrados –el 10% del territorio nacional- están en manos de inversores extranjeros, una cifra que puede parecer mínima en relación a la superficie total del país, pero que equivale a más de la mitad de Francia. A su vez Gonzalo Sánchez, autor del libro “La Patagonia vendida”, quien entrevistó a la mayoría de los extranjeros que compraron tierras en el sur, asegura que “se puede comprar lo que quiera, en cualquier lugar, si se tiene el capital suficiente, incluso en los parques nacionales”.
Es que la Patagonia es una de las regiones más codiciadas. Solamente el 5% de los 37 millones de argentinos vive en esa zona austral del país, que de todas maneras representa la tercera parte del territorio nacional y contiene sus principales riquezas: energía hidroeléctrica, 80% del petróleo y el gas natural y una de las reservas de agua dulce más grandes del planeta. En contrapartida, la Patagonia es la región menos defendida, como se dijo, por los gobiernos nacionales y provinciales de turno, más inclinados a seguir la ancestral corruptela de entregar patrimonio nacional en tanto y en cuanto sus bolsillos puedan albergar las correspondientes “comisiones” devenidas de esas ventas.
Claro que hay otras provincias argentinas que también son blanco de compradores extranjeros. Por ejemplo los actores norteamericanos Richard Gere, Matt Damon y Robert Duvall poseen varias estancias en las provincias norteñas de Salta, Jujuy y Tucumán, y en Mendoza se han instalado consorcios vitivinícolas españoles, italianos y franceses.
Como para dejar algo para los inversionistas argentinos, podemos decir que el basquetbolista Emanuel Ginóbili invirtió más de dos millones de dólares en lujosos proyectos turísticos en las costas del Río Negro y en la ribera del Lago Correntoso, en la Patagonia, mientras el ex futbolista Gabriel Batistuta se convirtió en uno de los grandes terratenientes de la provincia de Santa Fe. En tanto, ya mucho se ha hablado de las inversiones del conductor Marcelo Tinelli -vecino de los Benetton en la Patagonia-, y mucho se habló también –aunque no lo hacen los medios que lo protegen o reciben su pauta publicitaria- del mal trato que le da a las comunidades mapuches que habitan esa región desde hace siglos, cuyos integrantes son expulsados o no pueden transitar por los ancestrales caminos que siempre han utilizado y que, por esas cuestiones de las “inversiones en tierras”, atraviesan por lo que hoy es “propiedad privada”.
Cuestiones todas éstas heredadas de la generosidad de un patético “visionario” que gobernó el país durante diez años, y afirmadas por la desidia de quienes lo sucedieron, que aunque aparentemente se encuentran opuestos a aquél en lo político, en los hechos son firmes continuadores de su obra de corrupción.
Carlos Machado