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Hechos consumados para Joe Biden

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Escribe Osiris Alonso D’Amomio
Escribe Osiris Alonso D’Amomio

Neom es la “ciudad futurista”, ilusión de Arabia Saudita, frente al Mar Rojo.

 

Una modernidad proyectada con luna artificial. Con nubes también artificiales para programar lluvias refrescantes. Con taxis voladores y robots.

Sueño edilicio de Mohamed Bin Salman, MBS, el Príncipe Heredero.

En Neom, precisamente, transcurrió, en este noviembre, la reunión secreta que fue minuciosamente filtrada.

MBS, dueño de casa, recibió a los invitados significativos.

Michael Pompeo, Secretario de Estado de Donald Trump, el que aún no se resigna a la derrota.

Sin esmerarse en la cordialidad de la transición, Mike Pompeo activa asuntos estratégicos como si arrancara su gestión.

Se dedica a la producción de hechos consumados que van a condicionar al sucesor.

El otro convidado es Benjamín Netanyahu, El Bibi. Primer ministro de Israel.

Llegó Bibi bien acompañado por Yossi Cohen, el director del Mossad, ponderado servicio secreto de Israel.

Solo por la filtración pudo enterarse Benny Gantz, el ministro de Defensa, como también el ministro de Exteriores, Gabi Ashkenazi.

Aparte de molestias e incomodidades en la coalición interna de Israel, la mera trascendencia de la reunión plantea mensajes plurales.

Primero, hacia la complejidad árabe. Por la extendida continuidad del ejemplo de Emiratos y de Bahrein, que puede seguir con Arabia Saudita.

Normalización de las relaciones y respectivo acuerdo de paz y reconciliación con Israel. Intercambio de vuelos y de embajadores.

Para el rigorismo saudita ya asombrosamente deja Israel de ser tildada “la entidad sionista”. El trato es más que amistoso.

Y los palestinos, ya casi secundarios y expertos en desencantos, sienten el afecto como “una puñalada por la espalda”.


Enriquecer uranio

Pero el destinatario final de todos los mensajes es Joseph Biden.

El sucesor de Trump, que fuera vice de Barack Obama, detallado especialista en sutilezas internacionales.

Se sospecha que Biden mantiene una confesada posición pragmática. Si no conciliadora, menos beligerante con Irán.

El enemigo común de Israel y Arabia Saudita.

De la perforada reunión secreta de Neom surge otra preocupación. En realidad es otro temor.

Que Biden patrocine el retorno de Estados Unidos al acuerdo nuclear con Irán. Fue suscripto por Obama (avalado con entusiasmo por el propio Biden).

Se trata del Plan de Acción Conjunto y Completo. Firmado por Irán con Estados Unidos (de Obama) y otros cinco países.

China, Rusia, Reino Unido, Francia y Alemania.

Pero Trump, en su diferenciadora revisión de la política exterior de Obama, prefirió retirar a Estados Unidos del acuerdo. Algarabía de Netanyahu y tácita aceptación saudí.

Aunque los otros cinco grandes países lo mantuvieron, el acuerdo mostró las primeras fisuras.

La retirada de Estados Unidos motivó que Irán no respetara preventivamente sus compromisos.

Para intensificar el enriquecimiento del uranio (tarea que, en efecto, nunca había mitigado).

Uranio para ser utilizado, presuntamente, con “fines pacíficos”. Con el pretexto de producir el combustible para los reactores.

Uranio sustancial, sobre todo, para fabricar armas nucleares. Contra las que, precisamente, se suscribió el acuerdo naufragado.

Mientras Trump se obstina en no reconocer la derrota electoral, su secretario de estado Mike Pompeo activa la gestación de los “hechos consumados”.

Junto a MBS y el Bibi, busca condicionar la próxima geopolítica del demócrata.

Frontal, Bibi aprieta al declarar:

Ninguna vuelta al acuerdo nuclear anterior”.

Un dilema, en especial, para Antony Blinken, el próximo secretario de estado.

Blinken es adicto al multilateralismo (que Trump degrada). Y está influenciado, para colmo, en el humanismo francés (que detestaba Emile Cioran).

Ánimo. Para el 20 de enero faltan, apenas, 50 días.


El “cerebro nuclear”

Recuerden este nombre”, dijo Netanyahu, dos años atrás, en conferencia de prensa. Tono académico.

Para señalar a Mohsen Fakhrizadeh. “Es el director del proyecto armamentístico nuclear iraní”. El «cerebro de la bomba».

En efecto, hoy se lo debe recordar. Porque Fakhrizadeh fue ejecutado el domingo, en las afueras de Teherán.

Es el quinto científico nuclear que se sorprende con el abrupto epílogo. El crimen.

Reflejo natural de Pavlov. Irán vuelve a acusar sistemáticamente a Israel.

Pero Israel ni niega ni confirma la autoría del atentado que se le atribuye.

Un coche bomba estalló delante del apuntado. El vehículo del científico se detiene. De dos o tres autos salen los sicarios que lo revientan a balazos.

El cerebro”, en adelante, fue.


La represalia como objetivo

John Brennan, ex director de la Agencia Central de Inteligencia, CIA, durante Obama, está transformado en agudo comentarista.

Advierte a la BBC que el crimen de Fakhrizadeh “genera el riesgo de represalias letales”.

Claro que Brennan dista de equivocarse. Brotan, en Teherán, los clamores de venganza contra “los asesinos del Gran Satán”.

Pero Hassan Rouhani, presidente de Irán, conserva la mente fría y trata de controlar las pasiones fáciles.

Para calmar a los radicalizados, Rouhani anuncia que Irán va a “responder en su debido momento”. Pero sin tomar “decisiones apresuradas”.

Son tiempos persas.

La represalia no es la consecuencia. La represalia funciona también como el objetivo.

Para Rouhani, el objetivo consiste en evitar que las próximas autoridades de Estados Unidos renueven el pacto nuclear que agoniza.

Golpear a Irán, en esta instancia, significa “forzar el objetivo de la reacción”.

Encender la región que recrea el permanente juego macabro.

La dinámica de las represalias recíprocas.

Situación intolerable para el romanticismo pacifista de Biden, la ternura climática de Kerry y el multilateralismo de Blinken.

Se explica entonces la posición de Rouhani. Esmerarse en la quietud para no comportarse como sus enemigos esperan.

Pero Hossein Dehghan es mucho menos contemplativo que Rouhani.

Dehghan es el asesor militar del líder supremo, el ayatolá Ali Khamenei. El poder real. Espiritualismo blindado.

Jura “golpear como un relámpago a los culpables”.

Israel no contesta. Tampoco registra. Pero su cancillería advierte a todas las embajadas para que extremen los cuidados.

Abundan antecedentes, fatales experiencias, secuelas del conflicto encendido y lejano.

 

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