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El hombre que reía

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QUIÉN ES CARLOS RUCKAUF
QUIÉN ES CARLOS RUCKAUF

Es una sonrisa arrojada a través de un abismo. Todo el maloliente mundo civilizado yace como un tremedal en el fondo del foso, y por encima, como un milagro, revolotea su indefinible sonrisa.

 

Henry Miller. Trópico de Cáncer

    Carlos Federico Ruckauf, (a) Rucucu, (a) Carlitos, es un hombre que no puede estarse quieto, razón por la cual hoy debe de sentirse a sus anchas. Recorrer el mundo es el más placentero de sus divertimentos, y ahora podrá abandonarse a tamaño vicio con absoluta libertad. Atrás quedaron los tiempos en que debía esgrimir excusas inverosímiles para poner las patas en el extranjero, como solía hacerlo, con inaudita pertinacia, cuando ejerció la vicepresidencia de la Nación: Las Palmas de Gran Canaria, Recife, Brasilia, Buzios, República Dominicana, Sudáfrica, Italia, Hungría, Australia, Japón, Hawai, Curitiba, Túnez, Nueva York, Cancún, Venezuela, Costa Rica, Egipto. Y, desde luego, Fort Mayers, Miami, continuamente Fort Mayers, acaso su refugio predilecto. Decenas de viajes que, claro, lograba realizar gracias al sostén que le proporcionaban los dos millones de dólares de gastos reservados con que contaba.

    Por lo demás, su experiencia en el arte de la diplomacia es formidable. En septiembre de 1989, días antes de partir hacia Roma para ocupar el cargo de embajador argentino en Italia, su amigo y protector Alfredo Yabrán le palmeó el hombro y le dijo: “Te felicito, Carlitos. En Italia están los mejores negocios”. Los consejos de Yabrán, que en tiempos de la dictadura había sabido echar buenos lazos con la P2 e importantes empresarios, le fueron de suma utilidad. A poco de llegar a Italia, Ruckauf conoció al dueto de hermanos Braghieri y Castiglione, propietarios del holding CO.RI.MEC ITALIANA SpA, entre cuyas empresas sobresalía la Ducatti Meccanica SpA. También contó con la buenaventura de tejer amistad con el representante del Banco de la Ciudad de Buenos Aires en Roma, Giorgio De Lorenzi, y con el operador de CO.RI.MEC en la Argentina, Massimo Del Lago. Entre todos los mencionados, con la elemental complicidad de Ruckauf y el juicioso control que el presidente Menem ejercería a través de sus emisarios José Luis Manzano y los hermanos Emir, Karim y Omar Yoma, habrá de llevarse a cabo el desvío de un millonario crédito avalado por el “Tratado entre la República Argentina y la República Italiana para la creación de una Relación Asociativa Particular”, suscripto por Raúl Alfonsín en diciembre de 1987.

    Todo comenzó el 28 de septiembre de 1988, cuando el apoderado general de la Asociación Mutual de Conductores de Taxis y Afines (AMCTA), Darwin Armando Torres, firmó en Italia, con un grupo de bancos encabezado por el Overland Trust Bank, de Suiza, un acuerdo préstamo por 100 millones de marcos para construir 50 estaciones de servicio de expendio de GNC (gas natural comprimido) en la Argentina. Horas después, Torres firmó otro contrato, en este caso con la empresa constructora Mat (Macchine Alimentari Trasporti S.R.L.), de Parma, presidida por Vittorio Serri, que se haría cargo de las obras por un valor de 135 millones de marcos. El 15 de febrero de 1989, como garantía del emprendimiento, Agip Argentina se integró a la iniciativa.

      Con todo, tras el arribo de Ruckauf a Italia, y en un lapso de meses, el proyecto original, en el que Serri había invertido ya 25 millones de dólares, habría de caer en un despeñadero.

    El 8 de junio de 1990, Menem viaja a Milán con el propósito de asistir a la inauguración del campeonato mundial de fútbol. Tiene un brazo enyesado; un tropezón; los años. En el aeropuerto lo aguardaban Massimo Del Lago, De Lorenzi y el embajador Ruckauf, quienes de inmediato lo conducen a un helicóptero que minutos después se posará en la magnífica villa de los hermanos Braghieri, en Piacenza. En el almuerzo, Menem y Ruckauf aseguran a los Braghieri que CO.RI.MEC podrá invertir en la Argentina sin problema alguno. La idea, dicen los italianos, es la construcción de dos hoteles cinco estrellas en el interior del país. ¿Es necesario gestionar un crédito?, preguntan. No, hay uno en marcha. Al diablo las estaciones de GNC, por tanto. Los hermanos alzan sus copas. Por lo demás, le han reservado una gran sorpresa al presidente argentino: una visita a la fábrica de automóviles Ferrari. Y allí va Menem, perseguido por la obsecuente sonrisa de Ruckauf, y, pese al brazo inmóvil, trepará a una Ferrari 348 TB Rossa Corsa y la conducirá a más de 200 kilómetros por hora (La misma Ferrari que meses más tarde, el 20 de noviembre de 1990, Ruckauf y los hermanos Franco y Giancarlo Castiglione estacionarán a las puertas de la Casa Rosada. ¿Por qué tamaña generosidad? “Se la hemos regalado simplemente por una razón de amistad”, dirá Franco. “Su presidente es ..., ¿cómo decirlo? Sociable. Molto simpatico ...”).

    La suerte de Torres y Serri ya estaba sellada. Ruckauf convoca al empresario parmesano. Lo recibe en su despacho de la embajada, en compañía del diligente De Lorenzi. Con desembozo le anuncia que el proyecto de las estaciones de GNC ya no excita el interés de la Argentina; lo más apropiado es que venda su parte en el negocio a CO.RI.MEC., y a cambio de un precio que a Serri se le antoja humillante. El empresario se niega a viva voz; ha realizado una millonaria inversión, no puede aceptar la oferta. Ruckauf y De Lorenzi, pues, recurren a otra vía: si desea continuar con el proyecto, debe abonar el 5%  del monto total de la operación, es decir, una suma cercana a los 6 millones de dólares. A Serri lo ataca la furia; no puede creer las palabras que está escuchando. Se marcha del lugar echando gritos y maldiciones. Por esos días, a hurtadillas, el director del Banco Hispano Americano, Ignacio Benavides Castro, vende a CO.RI.MEC los papeles del contrato de la empresa MAT, y, cuando Giorgio Solighetto, codirector del Banco, le advierte que denunciará la maniobra, Benavides lo despide sin rodeos.

    El paso de Ruckauf por Roma dejó numerosas y profundas huellas. En Italia y, desde luego, en la Argentina. En febrero de 1991 los tribunales italianos decretaron la quiebra de la empresa MAT. “Ruckauf armó todo”, me dirá Vittorio Serri, con tono quejumbroso, en mayo de 2000. “El nos vendió a la competencia. Ese hombre no tiene dignidad. Sabe perfectamente todo el mal que nos produjo, a mí y a mí familia”.

    Tras iniciar una demanda contra los hermanos Emir, Karim y Omar Yoma ante el juzgado del doctor Martín Irurzun en las últimas semanas de 1992, el apoderado de AMCTA, Darwin Armando Torres, comenzará a recibir contínuas amenazas telefónicas que lo moverán a andar por la vida con un revólver a la cintura. El director general de Contabilidad y Finanzas del ministerio del Interior, Adalberto Luis Orbisso, otro de los testigos de la maniobra, será despedido sin causa. Giorgio Solighetto, será víctima de decenas de amenazas de muerte --muchas de ellas efectuadas por personas de indisimulable timbre sudamericano--, que le ocasionarán una trombosis cerebral que por largo tiempo lo mantendrá postrado.

    En los tribunales de Italia y Argentina quedarán asentados, entre otros, los siguientes juicios:

    - Serri (MAT SpA) c/República Argentina y Banco Hispano Americano, solidariamente, por daños (inducir a la quiebra) y maniobras de corrupción, por un monto de U$S 100 millones (1995)

    -Dr. Giorgio Solighetto c/ República Argentina y Banco Hispano Americano, solidariamente, por daños y perjuicios ocasionados por su desvinculación del Banco a raíz de las maniobras tendientes a la quiebra de MAT, por un monto de 30 millones de Euros (aproximadamente U$S 45 millones), en Milán (20/7/99)

    -Darwin Armando Torres y Adalberto Luis Orbisso contra Banco Central Hispano Americano, Capital Federal, 28 de abril de 1997.

    El episodio, por lo demás, dará origen a dos detallados pedidos de informes en la Cámara de Diputados de la Nación Argentina, el 11 de diciembre de 1991 y el 10 de abril de 1996. Y, a mediados de 1999, la diputada nacional Nilda Garré presentará una denuncia en la denominada Oficina Anticorrupción.

 

Hernán López Echagüe

Nota: para obtener mayor información sobre la historia política y personal de Rukauf, aconsejo la lectura de mi libro El hombre que ríe, Editorial Sudamericana, diciembre de 2000. En este trabajo podrán hallar, además de otras informaciones, el relato minucioso de la íntima relación que Ruckauf supo construir, en plena dictadura, con Massera y su beneficioso vínculo con Alfredo Yabrán.

 

2 comentarios Dejá tu comentario

  1. armando torres como se lo conoce en la calle es un conocido estafador q miente y roba a gente que tiene escasos ahorros y los estafa. A CUIDARSE DE EL ES UN DELINCUENTE.-

  2. Con fecha 20 de febrero de 2012, alguien con intenciones maliciosas, usó indebidamente mi nombre y apellido para referirse al Sr. Armando Torres, evidenciando de esta forma, su gran malestar por la excelente amistad de hace ya 13 Años y la relación laboral que seguimos teniendo, desmintiendo totalmente ese comentario. Fernando Reyes Meglioli - Presidente Fundación Fénix - Bs.As. Argentina.

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