El control de los medios de comunicación y la censura constituyen una de las nuevas amenazas que enfrenta el periodismo independiente en todo el mundo. La colusión entre gobiernos y multimillonarios propietarios de medios, en forma directa o indirecta, se ha vuelto una peligrosa realidad que busca asentar el control de los contenidos de la gran prensa, logrando así que una pequeña elite, que nadie ha elegido democráticamente, domine, censure la información diaria de los ciudadanos.
Este totalitario y machiavélico método vemos cómo se va extendiendo por el mundo, más aún ahora, propiciado por la pandemia china. Esto lo podemos comprobar claramente al ver cómo operan muchos de los grandes medios de comunicación, en detrimento de los medios independientes, que están siendo desmembrados, avasallados, arrinconados, haciendo que los periodistas honestos hayan tenido que abandonarlos, no dispuestos a participar en la supresión de la libertad de prensa. Los tenebrosos grupos de poder mediático han logrado ya en muchos países, principalmente en los EE.UU., cortarles los brazos a aquéllos periodistas que representan honorablemente al llamado cuarto poder, imprescindible para el funcionamiento de una democracia. Nuestro deber primario como periodistas independientes, como analistas políticos es denunciar este giro orwelliano en gran parte de la gran prensa, y ya no podemos ser tibios, debemos luchar antes que vivamos situaciones como las descritas por George Orwell en su novela distópica 1984.
Uds. podrían pensar que la libertad de prensa pudiera estar suprimida, restringida en países como la China Comunista u otros con regímenes totalitarios. Que esto pudiera estar sucediendo en los EE.UU. sería impensable, ¿verdad? Pero está pasando, y diariamente, en muchos de los grandes medios de comunicación, que controlan aproximadamente el 93% de la información diaria que reciben los ciudadanos norteamericanos. Sí, es un escándalo. Y la tragedia del coronavirus les ha ofrecido el trampolín para afianzar aún más su poder. Como resultado presenciamos un gran desprestigio internacional de la otrora alabada prensa norteamericana, y debemos acudir a fuentes extranjeras, a publicaciones editadas fuera del país, para saber fehacientemente lo que pasa, gracias a corresponsales que no aceptan ni manipulaciones, ni fake news que protegen el ala más radical del Partido Demócrata y la imagen controvertida del candidato Biden. A los periodistas independientes se los acusa de xenofobia, de ser supremacistas blancos, nazis, trumpistas, fascistas, una verdadera vergüenza cívica. Hoy presenciamos que connotados periodistas de la gran prensa están cargados de odio, de fanatismo en pro de un marxismo cultural, que les nubla la mente y que los hace incompetentes.
La situación grave por la que atraviesa la gran prensa norteamericana se ha puesto en evidencia en diferentes acontecimientos de las últimas semanas. A mediados de noviembre, por ejemplo, un panel del Senado Americano, específicamente la Comisión de Asuntos Jurídicos, condenó duramente las actuaciones de Twitter y Facebook interpelando a sus dueños, Mark Zuckerberg y Jack Dorsey por los delitos de desinformación y la censura parcializada en defensa de una izquierda radical que ha impulsado una campaña de control mediático sobre los medios convencionales de comunicación, agencias de prensa y redes sociales. Las acusaciones fueron graves. Los responsabilizaron de filtrar, censurar, incluso borrar contenidos importantes de relevancia política para la nación; de haber contratado un importante equipo de censuradores dos meses antes de las elecciones presidenciales y de ser prácticamente un megáfono de uno de los partidos que disputaron las elecciones. Ninguno de los magnates investigados pudo dar respuestas convincentes a la comisión investigadora bipartita.
Una importante voz de alarma contra las manipulaciones mediáticas y la censura en buena parte de la gran prensa, la dieron 150 importantes intelectuales norteamericanos de todos los colores políticos firmando una carta abierta de protesta publicada en la prestigiosa revista Harpers Magazin. Entre los 150 firmantes aparecen nombres como Salman Rushdie, Francis Fukuyama, Noam Chomsky, J.K. Rowling, Martin Amis, Margaret Alwood, y muchos otros. En la carta se menciona el auge de la intolerancia en ciertos sectores del activismo progresista, la misma intolerancia que se ha extendido a los medios de prensa, al mundo académico y cultural sobre varios temas políticos importantes para una democracia funcionante. Se despiden periodistas, editores por publicar piezas dignas de discusión, y que deberían ser de conocimiento público; libros son retirados de las librerías por supuestas faltas de autenticidad.
A esta severa carta abierta en contra de la censura y manipulación existente en muchos de los grandes medios norteamericanos y su clara intención partidaria, se suman las protestas de algunos valientes periodistas de investigación de las propias filas progresistas, como lo es el caso de Gleen Greenwald, que abandonó muy decepcionado el importante medio de comunicación que el mismo, pocos años atrás había fundado, ”The Intercept“. El motivo ha sido que sus artículos de investigación estaban siendo censurados o simplemente no los publicaban. El detonante fue una serie de artículos que estaba escribiendo acerca de las prácticas corruptas y mafiosas en las que estaba involucrado Hunter Biden, el hijo del futuro presidente, en las que participaba su propio padre y todo el entorno familiar. Greenwald contaba, como buen periodista, con toda la información fidedigna necesaria, pero había que proteger sea como sea la imagen impoluta del nuevo presidente. Un verdadero escándalo que manchará su presidencia sin lugar a dudas. Greenwald es conocido también por sus investigaciones en Latinoamérica, especialmente en Brasil, donde publica el medio electrónico “The Intercept Brasil”.
Otro caso sintomático del acoso a la prensa independiente a través de lo largo y ancho del país es el que ha estado recibiendo el valiente e independiente periódico neoyorquino “The New York Post”, y que no ha tenido el eco que merecería a nivel nacional e internacional. El NYP es uno de los periódicos más antiguos del país, creado por Alexander Hamilton, uno de los fundadores de los EE.UU., y que se destaca por informar de temas políticos importantes que otros medios de prensa no se atreven a tocar. El motivo de las últimas censuras han sido sus artículos acerca de la increíble corrupción que acompaña al clan Biden, y que involucra abiertamente al próximo presidente del país creando un cerco de silencio conspirativo en cuanto a su verdadera figura evitando entrevistarlo, y protegiéndolo en forma sospechosa. Y a toda esta manipulación mediática, criminal, se suma el hecho que decenas de libros serios de investigación política de autores renombrados son boicoteados, ignorados en recensiones, sacados de la distribución por Amazon, y sacados de los estantes de las librerías. Un hecho insólito en la democracia más grande del mundo. Y no dejemos de mencionar la siniestra actuación del conspicuo billonario y especulador George Soros, que cree de sí mismo ser una especie de Dios, y que comprobadamente está financiando a más de 30 grandes medios de comunicación con millones y millones de dólares, y corrompiendo con su dinero a importantes ejecutivos de los mismos. El Media Research Center Business Media Institute tiene una lista completa con los nombres de los periodistas involucrados que le hacen el juego al nonagenario magnate que co-gobierna al país sin que nadie lo haya elegido.
Mi gran admiración y respeto por la prensa y los periodistas independientes norteamericanos, que en una denodada batalla en pro de la verdad, luchando en forma desigual contra la Big Tech, la Big Media, la Big Money de billonarios hipócritas, buscan simplemente publicar la verdad, informar a la población desinteresadamente, poniendo en riesgo sus profesiones y su futuro, cumpliendo con el rol que le cabe a una prensa honesta. Un futuro bien duro les espera, porque el fantasmal y diabólico mundo descrito por el visionario George Orwell en “1984”, está muy cerca de convertirse en realidad en la más grande democracia occidental. Tiempos difíciles en un país enormemente dividido y enfrentado.
“In God we Trust”, es el lema oficial de los EE.UU., que apareció por primera vez en las monedas estadounidenses allá por el año 1864, y se ha vuelto el lema nacional del país. Y en Dios deberá confiar para que en un futuro cercano pueda contar nuevamente con una prensa confiable, como corresponde a una gran democracia, hoy en peligro. ¡Que Dios los bendiga!
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