Quizás la merluza sea la
especie más resistente a la tozudez, avaricia y negligencia del hombre. Desde
hace 20 años, cuando comenzó a decirse que estaba en riesgo, se ha adaptado para
sobrevivir, reproduciéndose cada vez más joven y hasta modificando su área de
desove. Así y todos, aunque retardado, el fin parece cercano.
En tal sentido, cabe
preguntarse ¿Cuánto tiempo podrá resistir la incesante presión pesquera que se
ejerce sobre ella? ¿Cuánto más podrá hacer por resistir el inminente colapso?
En el año 1986 había
una biomasa total de casi un millón y medio de toneladas y menos de la mitad de
los buques que hoy pescan en el mar. El pescado abundaba y los datos biológicos
no tenían importancia.
Ese mismo año, Guillermo
Verazay y Otero, científicos de INIDEP, publicaban un informe aconsejando un
manejo cuidadoso del recurso, dado que entre 1985 y 1988 los desembarques
habían excedido los rendimientos de los valores máximos sostenibles.
Veamos algunas
cifras: el sector bonaerense disminuía un 66% en las densidades poblacionales.
Al sur, la disminución estaba en el orden del 30%. A su vez, la presencia de la
flota se incrementaba en un 140% como consecuencia de la baja del sector norte.
Ya en 1986 quien estaba a cargo del “proyecto merluza”, Bruno Prenski (INIDEP)
recalcaba –y lo haría año tras año inútilmente- la necesidad de reducir el
número de buques o presión sobre la merluza.
Década del 90
El menemismo, Felipe
Solá, los acuerdos con la comunidad Europea y la multiplicación ilegal de la
flota merlucera llevaron a la colosal magnitud de las capturas anuales de
merluza. La voz de los científicos alertaba pero el menemismo y sus funcionarios
pesqueros (los mismos de hoy) con Felipe Solá a la cabeza no estaban dispuestos
a oir nada, pues ya se había “vendido el mar”, privatizándolo ilegalmente.
Nunca se escuchó
nada que fuera en contra de los intereses de las empresas que colocaban
funcionarios en el Consejo Federal Pesquero (sus lobystas hasta la fecha).
En la fiesta
menemista se impulsó esta política, incoando el robo pesquero millonario a la
Nación y la consecuente destrucción de recursos que, reitero, hasta la fecha
subyace.
En 1996 la biomasa
total caía a menos de 700.000 toneladas (recordar que había 1,5 millón de
toneladas 10 años antes). Bruno Prensky, al frente de coordinación de recursos
demersales de INIDEP y el científico Aníbal Aubone, desarrollaron tipos
matemáticos específicos para ser aplicados a los modelos de investigación de la
merluza común en el caladero, ajustando año a año las evaluaciones poblacionales
con total precisión para prevenir un desastre.
Ese año, Aubone
presentó un informe ante las autoridades de pesca -con Felipe Solá a la cabeza-
en el que concluyó que “se incrementaba peligrosamente la mortalidad por
pesca mientras la biomasa reproductiva había disminuido”. Se considera
improbable que con los niveles de mortalidad por pesca actuales, la pesquería
pudiera mantenerse un “tiempo prolongado”. Todos los informes científicos
señalan a 1996 como el año de mayor descarte de especies juveniles, el 50% de
las descargas en puertos están relacionadas a estas especies juveniles y es
signo de grave depredación.
Los científicos
elevan otro informe a las autoridades nacionales: “Una pequeña falla en el
reclutamiento podría tener severas consecuencias para la población de la
pesquería”. Este reclamo nunca fue atendido por Felipe Solá y su séquito,
muchos de los cuales manejan aún al día de la fecha el control pesquero
nacional.
En 1999 el “turco
maldito” se va del poder y todos piensan que se desatará una caza de
corruptos de la administración pesquera. Temerosos funcionarios se parapetan
en sus sillones (que hasta hoy los cobijan) y Felipe Solá “abdica”. Lo reemplaza
Gumersindo Alonso y luego a este Ricardo Novo.
El cargo de Eduardo
“ebrio” Pucci como subsecretario es reemplazado por Eduardo Auguste (quien murió
en circunstancias muy sospechosas). Ese año se promulga la Resolución 2/99 donde
se reducen drásticamente las capturas y se lleva a cabo desde Mar del Plata
el famoso “barcazo” a través del cual se pidió la expulsión de la flota
congeladora, extranjera e ilegal.
Aníbal Aubone
nuevamente enviaba a las autoridades otro informe científico auditado por
expertos internacionales y el Consejo Federal Pesquero en donde habla
expresamente del colapso del recurso merluza y la necesidad de dejar de pescar
por lo menos un año para recuperar biomasa y salvar la especie y el desastre
biológico social, atendiendo que “aún no pescando existe la posibilidad del
no recupero de la especie”.
Los integrantes del
Consejo Federal Pesquero, que son los mismos de siempre, no han garantizado el
adecuado equilibrio biológico para solucionar este grave problema. Tal vez esto
se deba a que son lobbystas y empresarios que sólo cuidan sus bolsillos.
Década infame
En el año 2000,
Fernando De la Rua y la Alianza gubernamental mantuvieron la estructura del
Consejo Federal Pesquero. El “informe Aubone” siguió enterrado y la captura
máxima permisible fue sobrepasada como siempre. Los controles o fiscalizaciones
en tierra y a bordo, manejados a pura coima, prevalecen hasta hoy dejando
pingües ganancias a punteros políticos y gremiales.
En el año 2000, el
entonces secretario de Pesca, Antonio Berongharay, sin ponerse colorado salió
ante los medios a decir que la merluza se había recuperado durante su gestión.
Un año después,
Horacio Rieznick asumía como subsecretario del área (un delincuente que hasta la
fecha está conchabado en la SAGyPA), Ramiro Sánchez era director de INIDEP
(genuflexo al poder político) y Bruno Prensky abandonaba el cargo de coordinador
de área para pasar al sector privado. En su lugar asumió Guillermo Verazay y al
mismo tiempo Marcelo Pérez se hizo cargo del “Departamento Merluza”.
Ese año, luego del
grave informe elevado, todo cambió, incluso la metodología de investigación.
Comenzaron las sospechas justificadas sobre valores que se mostraban para ser
“políticamente aceptables” en lugar de ser “biológicamente ciertos”. Se
alteró la metodología de evaluación de biomasa, variando así los parámetros
estadísticos y logrando resultados positivos. Nada que ver con la realidad
del recurso.
Berongharay, tan incapaz
e indolente como De la Rua, hablaba de un “desove extraordinario” (para los
bolsillos de los funcionarios) y así, con la modificación de parámetros
estadísticos alterados, se modificó el máximo de captura anual de 370.000
toneladas a 330.000 toneladas, la biomasa reproductiva más baja de la historia
(recordar nuevamente el 1,5 millones de toneladas de 1986).
En el marco del
“desove extraordinario”, luego de recomendar el INIDEP el cierre de la pesquería
con los “nuevos parámetros”, se recomendó una captura máxima de 210.000
toneladas asegurando que para el 2003 el recurso estaría recuperado. En
el mismo informe se estableció sin datos comprobables y fidedignos que la flota
“comercial ya no capturaba juveniles” y por tal motivo se desestimó el uso del
dispositivo DÍSELA de escape de juveniles en las redes de los buques.
El científico Aubone
fue apartado del grupo de evaluación de merluza y sus trabajos fueron
desestimados. Mientras Marcelo Pérez hablaba de recuperación, Aubone decía que
sólo se podrían pescar 120.000 toneladas, con dispositivo de escape de juveniles
y que hacía falta “años para la recuperación efectiva del recurso”.
En el 2003, pese a
la maravilla radical de “desoves extraordinarios”, el recurso no se recuperó, la
biomasa reproductiva caía año a año y el grupo de evaluación “merluza” debió
reconocer lo dicho por Aubone, echando por tierra todas las esperanzas de
recuperación. Ya no se podía mentir más. La pesquería se mantenía con individuos
de talla menor a 35 cm.
En ese marco,
Marcelo Pérez renunció sin dar explicación alguna de sus motivos de peso ($$$).
A la fecha no hubo juez, fiscal o autoridad pesquera que le pidiera
explicaciones por su responsabilidad en este desastre biológico impulsado por él
ex profeso.
A partir de la
renuncia de Pérez, se hizo cargo del Dpto. merluza Héctor Cordo, quien jamás
cuestionó las medidas anteriores, aunque comenzó a dejar en manos del Secretario
de Pesca y el Consejo Federal Pesquero toda la responsabilidad del manejo de su
área.
Así, se evaluaron
informes técnicos en tres ítems: recuperación a largo plazo, recuperación a
mediano plazo y recuperación a corto plazo.
La autoridad
pesquera eligió un plazo de trabajo insólito: 25 años. Una completa idiotez a
sabiendas de que no llegaremos a fin del 2008 con el recurso en el estado
actual.
En 2007 se da el
mismo marasmo que en el 2000, hablando de serios riesgos para el recurso (ver
informe técnico INIDEP -96/06).
“Los resultados
mostraron una declinación similar a la observada en 1998-2000”, pero esta vez
con una biomasa reproductora inferior en la historia. Nunca existió recuperación
alguna en el 2003 y 2005 en base a los reclutamientos del 2001.
Esta vez no hay
“desoves mágicos” que puedan "salvar"
algo entre los años 2005 y 2006. Al contrario,
algo ocurrió que "cayó la
biomasa de forma alarmante". Cuando se lee esta
frase en el informe, no puede
dejarse de pensar en la falta de seriedad y responsabilidad por parte de
funcionarios y científicos
específicos, que dejaron de lado la ética
firmando informes "adecuados"
a sus intereses.
En este país, las
autoridades pesqueras siguen en la corrupta línea trazada. Por caso, el
Sr. Mario Lasta, que maneja el "recurso
vieyra", dijo sobre que “a
veces es necesario sobreexplotar el recurso para saber así su real potencial”.
Esa barbaridad
de concepto puso al recurso mencionado en estado
crítico, sin que al Sr. Lasta y su
familia los investigara
nadie. Ni su patrimonio, ni sus
lotes en sitios magníficos de la costa, ni sus
tarjetas de crédito, ni nada.
Los biólogos hoy
reconocen que el objetivo de recuperación de la merluza está
cada vez más lejos y que se deben disminuir
drásticamente las capturas. Tímidamente sugieren a las autoridades optar por
el "corto plazo".
En el informe 2007 de evaluación del "recurso
merluza" se asegura que es
recomendable pescar 174.000 toneladas como máximo para evitar el colapso.
Este informe está
en manos del Consejo Federal Pesquero desde diciembre del año pasado,
debiendo sus funcionarios -junto al secretario Nieto-
aplicar la emergencia pesquera para el recurso (Ley
25.109) y enviar a la flota de buques factorías y
congeladores ilegales al Sur del paralelo 48 de forma inmediata,
para evitar así un colapso no sólo biológico sino
social.
La sustentabilidad
es para la gilada, junto con el Art. 41 de la Carta
Magna: “Se entiende como deber ineludible hacer primar
la sustentabilidad de los recursos, el interés general
y el bien común, atendiendo la pluralidad de intereses particulares que atenten
contra dichos principios”.
En buen romance, a las autoridades pesqueras les
importa un rábano todo esto, ellos son los que
han provocado el colapso mencionado. Esperar de ellos medidas
que hagan posibles la mitigacion del impacto social y que envíen al sur la flota
congeladora ilegal va contra sus propios "empleadores":
los lobbys provinciales.
Más claro, echarle agua
Por si todo
lo mencionado no bastara, la CONVEMAR declama que “el
estado ribereño, teniendo en cuenta los datos
científicos más fidedignos que disponga, asegurará
mediante medidas adecuadas de conservación y administración que la preservación
de los recursos en su zona exclusiva no se verá
amenazada por excesos de explotación”.
Las biólogas
Gabriela Irusta y Marta Renzi expresaron textualmente la necesidad de no
sobrepasar bajo ningún concepto las 50.000 toneladas en la parte norte
(área compartida con Uruguay),
la cual no tiene ninguna fiscalización fehaciente de capturas, artes de pesca y
especies. Amplían ambas que se debería poner una zona
de veda en áreas de desove para la protección de juveniles en este sector,
dado que la situación del recurso merluza al norte de grado 41 de latitud sur es
prácticamente irrecuperable.
La disminución de
biomasa reproductiva en esa área -desde
1986-2006- es la más baja de
la historia por sobrepesca. La determinación de las autoridades pesquera fue
otorgar 60.000 toneladas de captura máxima en caso omiso al
informe científico.
Hoy la realidad
es que hay falta de materia prima y
plantas cerradas, mientras los buques congeladores y
factorías siguen depredando y enviando material a sus
empresas en Europa, garantizándoles trabajo y alimento.
Eso mientras aquí tenemos trabajadores que no tienen
ni para comer.
Lo más triste es que, cuando
sea tarde, ningún delincuente de los que hoy están
enquistados en sus sillones pagará por su
responsabilidad.
Argentina viola
tratados Internacionales como el de la FAO (Código de
conducta para la pesca responsable), sin que
la Justicia actúe. Esperar que
estas autoridades pesqueras lo hagan es una utopía,
como se puede comprobarse en los informes científicos
de INIDEP y la realidad arriba descripta.
El Dr.
Daniel Rafecas en la causa 7.333 tiene todos estos datos
(y más)
hace años y no hace nada. Los juzgados de Mar del
Plata y la Cámara Federal son el otro eslabón que posibilita impunidad
impulsando el hambre y la depredación por inacción, o
sea la injusticia por falta de acción. Cuando los
trabajadores salgan a la calle por falta de pescado en las fábricas,
nuevamente como antaño arderá Mar del Plata. Mientras tanto,
los delincuentes funcionarios
pesqueros, judiciales, científicos y empresarios
seguirán mirando con total impunidad para otro lado.
Quedo como siempre a
la entera disposición del Sr. Presidente o quien designe para ratificar mis
dichos y ampliarlos.
Viva la patria,
Dr. Kirchner.
Roberto Maturana
Oficial de Marina Mercante-Investigador
Fuente: Revista Puerto Nº 43.