Argentina va con su carro bomba, ambulancia y todo en un mismo tiempo y camino. No podía ser de otra manera, el presidente K, encontró devastada la nación sureña. Unida a la venoclisis de la deuda externa, a los aparatos de la respiración artificial, al fantasma de la credibilidad y el cuerpo del delito de la corrupción, Argentina mueve sus músculos y no es poco decir.
El mundo comercial, la banca, no pocos empresarios, distintos sectores de la vida nacional no apostaban un peso al país desfondado, gravemente herido, sin esperanza, cuyo gran destino le fuera arrebatado por un grupo de asaltantes que no sólo la saquearon, como ha ocurrido en buena parte de América latina para no ir más lejos, sino que se encargaron de destruir el alma nacional.
Lo que veo a lo lejos en los ya más de cien días del nuevo encargado de la Casa Rosada, un político sureño, exitoso, bien intencionado, argentino, es que existe un esfuerzo notorio por equilibrar la balanza y enrumbar el país, ponerlo a tono con la superficie de los acontecimientos, nivelarlo, sacarlo a flote. Es un buque enorme la nación Argentina y son décadas de trabajo depredador, delictual, para haberlo lanzado al fondo del mar. La verdad es que se necesitó más de un iceberg, para hundir a este Titanic del Cono Sur.
Un nuevo orden interno y exterior requiere el país, y es lo que el presidente K, pareciera intentar a través de una visión más pragmática, con un enfoque nacional, sin perder de vista el mundo global, pero tampoco tiene Interés en descuidar la casa. Sin una casa limpia, ordenada, organizada, productiva, no se puede pensar en el mundo global.
Lo primero para ordenar la casa fue arreglar con el inefable FMI y ya se hizo, en medio de angustiosas, pero firmes negociaciones. Es un gran primer paso, necesario, obligatorio, y siempre dar la cara. Esa acción está generando confianza, una palabra absolutamente olvidada en el diccionario económico argentino. La Argentina crecerá de una manera no vista en los últimos años, si todo marcha como hasta ahora. Otro paso en la mejor de las direcciones.
Los indicadores económicos argentinos descendieron al nivel del infierno latinoamericano, más de un 50 por ciento de pobreza, dos millones de desempleados, y un desempleo no apto para cardiacos, son algunos de los grandes temas que el presidente K tendrá que priorizar en su gestión para atacar la pobreza con crecimiento y una mayor equidad social. Tarea descomunal, para un país que vivió del endeudamiento, de la gran fiesta global, del cuento de los políticos de turno, de un pasado militarista devastador de los principios éticos y morales nacionales. Todo se paga, tarde o temprano. América latina hoy es un proyecto fallido una y otra vez, y las cifras lo dicen todo, aunque existen países en Centro y Sur América, como del Caribe, que dejaron de ser buenas o malas noticias.
Argentina tiene mucho que hacer para y por si para retomar la senda del progreso, pero con el ejemplo de su cambio, en la peor crisis de su historia, puede ser un ejemplo para otras naciones sumidas en la oscuridad social. Ya no bastan las palabras, la retórica infinita de las promesas, el verbo encendido de la pasión, la lucha de barricadas, nuestras sociedades requieren de una transformación real, integral, global, y que se haga sentir desde la educación a la economía. Necesitamos una sociedad del conocimiento para aprovechar con sostenibilidad nuestros recursos naturales. Ya no hay excusas para dejar que grupos financieros, transnacionales o locales, con apetitos infinitos y carentes de ética se apoderen de la Patagonia, por ejemplo o de otros recursos que son de la Nación. Este es un tema de agenda latinoamericana y Argentina, con Chile y Brasil, debieran ser líder.
El mundo está lleno de problemas, aparentemente insolubles. El escenario internacional es caótico, sin caer en el pesimismo, ni en la visión apocalíptica. El tema del terrorismo es real, la violencia, la pobreza que genera la mayoría de ellos, la falta de atención a los problemas sociales de la humanidad y en medio de todo, las pugnas religiosas, de la etnias, los apetitos económicos y la confrontación Occidente-Oriente. América latina es un continente rico. Una reserva de la humanidad. Argentina es una de las naciones mejor dotadas en recursos junto con Brasil Colombia, México y Venezuela. Ya no hay excusas para no seguir trabajando en un rumbo común, junto con Chile que tiene un camino recorrido.
Rolando Gabrielli
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