Su alta figura, su imagen y una sonrisa casi perenne despiertan por lo general las simpatías de casi todos los que lo tratan o lo observan desde lejos. Y ello ocurre no sólo en la propia España -tan adicta a seguir los avatares de la realeza- y en el resto de la Unión Europea, sino también en este continente americano descubierto y conquistado hace más de 500 años. El rey Juan Carlos I de España parece lo que en la jerga porteña se define como “un flor de tipo”. Lo aparenta al menos en lo que puede observarse de su vida pública, tanto en los actos protocolares en los que es necesaria su presencia o en las imágenes junto a su familia. En cambio en lo que hace a los aspectos más íntimos de su vida, y especialmente sobre sus ingresos o su actividad financiera o empresaria, no se sabe nada. Y eso es otra cosa. Porque la imagen de Juan Carlos de Borbón en ese punto dista bastante de la que ofrece públicamente.
Dejemos de lado sus escapadas amorosas, casi justificables por haber compartido tantos años al lado de una esposa, la reina Sofía, cuya imagen se asemeja mucho a la figura, en la baraja española, de la sota de copas. Algo que de todas maneras no debe engañarnos ya que su cara inocente oculta a una mujer con mucho poder, asidua visitante además de las reuniones anuales del Club Bilderberg, el encuentro de políticos, banqueros y empresarios de Estados Unidos y Europa del que ya nos ocupamos en una nota de hace dos meses atrás y que se lleva a cabo todos los años en un lugar distinto, por lo general pocos días antes, casualmente, de las reuniones del Grupo de los Ocho en ese mismo lugar. Vamos a ocuparnos, entonces, de la fortuna del monarca español, desde que comenzó a amasarla hasta la actualidad.
Restaurada la monarquía por el dictador Francisco Franco y puesto en el trono por éste, Juan Carlos lo ocupa tras la muerte de Franco en 1975, dando paso de inmediato a la apertura democrática que se conoció como “Transición Española”. Sin embargo, el flamante rey había llegado al trono prácticamente con lo puesto. Crónicas de la época afirman que incluso tenía que pedir dinero a su padre, Juan de Borbón, para poder ir a visitar a su novia Sofía en Atenas, con quien se casó en 1962. De todas maneras, pronto comenzaría la “cadena de favores” que alimentó generosamente hasta el día de hoy las finanzas de la familia real. En tal sentido suele decirse que la corte española es una “corte sin cortesanos”, algo que parece cierto desde que los reyes no han sido amigos de aliarse con la aristocracia, prefiriendo en su lugar a banqueros, empresarios y élites del poder económico y del jet-set en general.
Se ubica el comienzo de la autosuficiencia económica del rey en 1962, el año de su boda con Sofía, cuando el banquero español Luis Vallas Taberner comenzó por administrar una “suscripción popular” con el fin de aportar liquidez económica a los simpáticos recién casados. Así se aprovechó muy bien no sólo el carisma de la pareja, especialmente el de Juan Carlos, sino la afición de los españoles por todo lo que tenga que ver con reyes, duques y temas palaciegos –por algo sacaron una revista como “Hola”- y la lógica repercusión que tuvo entre ellos el retorno de la monarquía. En esa verdadera “colecta para la Corona” colaboraron además otros banqueros y varios nobles y empresarios franquistas. A partir de allí, la fortuna de la Casa Real no cesó de acrecentarse.
Llenando la alcancía
Para sus gastos, la Casa Real cuenta con una partida del Presupuesto General del Estado que por ley no se encuentra sometida al control del Tribunal de Cuentas. La Constitución de 1978 permite al rey disponer de ese dinero sin dar explicaciones. En 1980, el gobierno le asignó 200 millones de pesetas. Hasta ese momento, el rey cobraba apenas un sueldo de Capitán General. Actualmente, la partida del Presupuesto General del Estado asciende a casi 8 millones de euros.
Debido a la oscuridad que rodea todo lo relativo al manejo de las finanzas reales, la fortuna de Juan Carlos es difícil de calcular. En su ejemplar de abril del 2003, la revista “Forbes” lo incluye en el sexto lugar entre los hombres más ricos de Europa con una fortuna de 1.790 millones de euros. El puesto 134º entre los más ricos del planeta.
En el libro “El negocio de la libertad”, de Jesús Cacho, se habla de las vías de financiación personal del rey, señalándose que “una de las primeras formas conocidas fue el petróleo, las comisiones del crudo que importaba España para cubrir sus necesidades de energía. Nada más ocupar Juan Carlos I el trono a la muerte del dictador, Manuel Prado y Colón de Carvajal, el hombre de confianza del rey, se dedicó a remitir varias misivas reales a otros tantos monarcas reinantes, especialmente del mundo árabe, para pedirles dinero en nombre del rey de España”. Además hay constancia documental de una carta firmada por Juan Carlos y dirigida al Sha de Persia, Mohammed Reza Pahlevi, el 4 de julio de 1977, en la que el monarca, tras describirle la situación política, le dice: “Me tomo la libertad, con todo respeto, de someter a tu generosa consideración la posibilidad de conceder 10 millones de dólares como tu contribución personal para el fortalecimiento de la monarquía española”.
Como puede apreciarse hasta aquí, a poco de echar a andar su reinado Juan Carlos de Borbón demostró tener una cara de roca para pedir plata a diestra y siniestra con cualquier fundamento, hasta el de “fortalecer la monarquía española” como le argumentó al Sha de Persia, hoy Irán. De todas maneras, esta fuente de recursos no le duró mucho ya que dos años después Mohammed Reza Pahlevi, un títere de Estados Unidos que este país hoy debe extrañar mucho en esa parte del mundo, caía por el estallido de la revolución islámica encabezada por el ayatollah Khomeini.
De todas maneras, Juan Carlos iba contando ya con varios mecenas que lo ayudaran a saciar su voracidad financiera. Sus buenas relaciones con los dictadores árabes también quedaron patentizadas en la respuesta favorable de la monarquía saudita a la petición de un “crédito” por 100 millones de dólares, palabra que en realidad encubrió un pago justificado en Kuwait por la necesidad de que, durante la “Tormenta del Desierto”, la aviación estadounidense pudiera disponer cuanto quisiera de las bases aéreas españolas de Rota y Torrejón, para lo que era menester “untar” a los políticos.
Un escándalo que prontamente quedó sepultado llegó desde Francia, donde en el juicio en 2003 del caso Elf por apropiación indebida, su ex presidente, Le Floch Prigent, declaró “haber entregado 55 millones de francos en España a numerosos hombres políticos, en particular a los próximos a Felipe González y del entorno del rey Juan Carlos”, con el que Le Floch Prigent afirmó haberse visto en muchas ocasiones.
Otro de los que aseguró haber hecho importantes transferencias al rey es José María Ruiz Mateos. Se recuerda que éste fue titular del holding empresario Rumasa (Ruiz Mateos Sociedad Anónima), cuya caída generó un escándalo de proporciones y su expropiación por el gobierno del PSOE (Partido Socialista Obrero Español) en febrero de 1983. Ruiz Mateos, supernumerario del Opus Dei y que aún pretende lograr la canonización de su padre, siendo prófugo de la Justicia acusó a Juan Carlos I, desde Londres, de haber aceptado “miles de millones” no sólo de su propio bolsillo sino del de diversos empresarios. Por estas declaraciones, el Fiscal General del Estado sólo lo acusó del delito de injurias, y lo que podría haberse convertido en una investigación comprometedora para el rey quedó en la nada.
Por lo que puede apreciarse hasta aquí, la figura de Juan Carlos de Borbón dista mucho de ser incuestionable. Desde la construcción de su inmensa fortuna personal, pasando por una nunca aclarada, hasta hoy, actuación en el golpe del 23 de febrero de 1981 -conocido como “el Tejerazo”-, de lo que nos ocuparemos más adelante, el rey nunca ha tenido que rendir cuenta de sus acciones. Asimismo, su intermediación a favor de los intereses de las multinacionales españolas y de sus cúpulas han remarcado su labor como máximo representante del Estado en el exterior. Varios medios no han dejado de denunciar, en tal sentido, sus actuaciones en beneficio del Grupo Santander Central Hispano o de Repsol en la Argentina, cuando lanzó su ofensiva por quedarse con YPF (Yacimientos Petrolíferos Fiscales).
Con amigos así...
Juan Carlos I ha sabido rodearse hasta ahora de personajes que no abundan precisamente en virtudes morales. Entre los más próximos al monarca se encuentran, por ejemplo, Miguel Arias, Joaquín Vázquez Alonso y Jaime Cardenal Pombo, a los que llaman “el clan de Las Cuatro Estaciones”, por el nombre del restaurante del que ellos, junto al propio rey, son socios, algunos de los cuales aparecieron implicados en el escándalo en 1992 de Ibercorp, un banco que se quedó con el dinero de centenares de ahorristas y en el que también tuvieron que ver altos personeros del gobierno del entonces presidente Felipe González.
Cardenal Pombo fue socio de Borja Prado –hijo de Manuel Prado y Colón de Carvajal, el administrador y amigo íntimo del rey- en el sector armamentístico. A su vez, este último fue citado por la Asamblea Nacional como testigo en el caso Banesto (otro banco español sumergido en un escándalo financiero) y estuvo involucrado con traficantes de armas. Borja Prado, quien tiene amistad con el príncipe Felipe, también tiene intereses en la guardería infantil “Micos Mi Primer Cole SL”, cuyos otros socios son su hermano Manuel, su madre Paloma Eulate y una de las hijas del rey Juan Carlos, la infanta Elena, en su primera aventura empresarial.
Por su parte Joaquín Vázquez Alonso fue el constructor que remodeló el Palacio de la Zarzuela, además de ser socio de Cardenal Pombo y Arias en varios negocios inmobiliarios. Se señala como muy próximo a este grupo a Francisco Sitges, ex propietario de los astilleros Mefasa, empresa encargada de construir el yate real “Fortuna” (nombre muy apropiado el que le puso el rey) tras una adjudicación estatal. Sitges es otro de los que terminó en el banquillo de los acusados por el caso Banesto.
Otro de los particulares amigos del monarca español es Marc Rich, considerado el evasor de impuestos más importante en la historia de los Estados Unidos. Le han calificado en diferentes medios como “el gran dragón de la corrupción”, “monsieur pétrole” o “el delincuente más inescrupuloso de la era moderna”. Cuando en 1983 se fugó de Estados Unidos el FBI lo perseguía por 65 delitos, como fraude, ganancias de 105 millones de dólares por venta ilícita de petróleo, simulación de precios, cotizaciones falsas y evasión fiscal por 48 millones de dólares. Rich adquirió la nacionalidad española y se estableció en Suiza. Organizó su red de empresas e hizo suculentos negocios con la mafia rusa, con Milósevic y con la Halliburton de Dick Cheney. En 1998 fue indultado por Bill Clinton, tras financiar la campaña para senadora de su esposa Hillary. El rey Juan Carlos I figuró entre los solicitantes del indulto, junto a Shabtai Shavit, ex jefe del Mossad, el escritor Camilo José Cela, ex presidente de la Fundación Marc Rich en España, y por el ex vicepresidente del Real Madrid, el empresario Fernández Tapias.
Otra de las amistades peligrosas del rey es Mario Conde, quien llegó a convertirse en el llamado “banquero de la monarquía” mientras aspiraba a que ésta le diera su respaldo para alcanzar el poder político. Conde en su momento se hizo cargo de Banesto para “salvarlo”, siendo nombrado presidente de la entidad crediticia en 1987. Al tiempo, Banesto debió ser intervenido, y allí aparecieron dos cuentas a nombre del rey Juan Carlos, la nº 8.317-172 y la nº 148.963-172, vinculadas a operaciones con Asturiana de Zinc, Sindibank y el propio Banesto, así como con otras operaciones para una gran ampliación de capital que no llegaron a realizarse, según relata Ernesto Ekaizer en su libro “Vendetta”. Conde terminó condenado por un “agujero negro” de 605.000 millones de pesetas y por apropiación indebida, con lo cual terminaron al mismo tiempo sus sueños políticos, cuando estaba a punto de competir con Felipe González por la presidencia del gobierno español.
Mallorca es otro ámbito donde Juan Carlos de Borbón ha cultivado amistades, en este caso algo más aristocráticas. Por ejemplo, fue allí donde el rey intimó con el príncipe georgiano Zourab Tchokotua, que fue procesado por un tribunal mallorquí en 1978 y en 1992 por presuntas estafas inmobiliarias. En el último de esos procesos figuró también su socio Oliver Matheu, otra persona cercana al rey. De acuerdo a algunas informaciones, el “clan Mallorca” se completaba con un selecto grupo de empresarios hoteleros.
El 7 de agosto de 1990, Juan Carlos fue fotografiado en Puerto Portals junto a otros dos amigos suyos, los empresarios italianos Giovanni Agnelli, dueño de la Fiat ya fallecido, y Raúl Gardini, ex presidente de la química Montedison. Ambos se vieron implicados en casos de corrupción en Italia, y Gardini terminó suicidándose en 1994.
Se considera a Mallorca como una buena fuente de ingresos para el rey, incluidos artículos como ropa y equipamientos deportivos, bebidas y relojes para la familia real, convertida muchas veces en una especie de atractivo modelo publicitario a cambio. Por otra parte es público que el yate Fortuna II fue financiado por un grupo de empresarios mallorquines, que reunieron 17,5 millones de dólares para concretar el regalo real. Actualmente Juan Carlos navega en el Fortuna III, valorado en más del doble que el anterior. El rey posee además un velero para regatas, el “Bribón” (otro nombre sugestivo), que suele ser patrocinado en las competencias por varias de las más famosas marcas de ropa, perfumes y relojes que rodean al lujo europeo y mundial.
Una familia especial
La familia del rey de España no se queda corta a la hora de reunir ingresos “extras”, más allá del buen pasar que les asegura el jefe de la Casa Real. Es así como muchos de sus integrantes tienen intereses en empresas de variado tipo, aunque predominan las vinculadas al mundo financiero o asegurador.
Respecto de la reina Sofía, no se le conoce participación en el ámbito empresario. Sólo su titularidad en la Fundación que lleva su nombre y que entre otros aspectos se dedica a la lucha contra el mal de Alzheimer y contra la violencia familiar, además de apadrinar eventos y entidades dedicadas a la cultura. Sin embargo, como se citó al comienzo, es una mujer que detrás de su aspecto cándido oculta a alguien con mucho poder. Por algo, como también se señaló, es quien concurre en representación de la monarquía española a varios de los encuentros anuales del Club Bilderberg.
Las actividades del resto de la familia real se enumeran como sigue a continuación, tal como las revelara el sociólogo y periodista español Decio Machado, uno de los editores del periódico quincenal “Diagonal”, aparecido en la península ibérica hace un año.
La hermana del rey, Pilar de Borbón y Borbón, duquesa de Badajoz, es presidenta y consejera delegada de Labiernag 2000, una sociedad que invierte en la Bolsa y de la que participan como consejeros sus hijos, Simonetta y Bruno. La infanta Pilar suele apostar por gigantes empresariales tan dispares como Microsoft o Coca-Cola, pero también es accionista de Acerinox, Banco Popular, Repsol, Telefónica, Rolls Royce y Citigroup, entre varias otras compañías. También es administradora, junto a Jaime Carvajal y Urquijo –amigo de la infancia del rey y otro asiduo concurrente a las reuniones del Club Bilderberg- de Aviva Vida y Pensiones S.A. de Seguros y Reaseguros, una empresa presidida por el banquero Guillermo de la Dehesa que gana alrededor de 100 millones de euros anuales.
Su primo hermano, Carlos de Borbón-Dos Sicilias y Borbón-Parma, duque de Calabria, es consejero accionista del Grupo Dragados, Inmobiliaria Urbis y Viajes Marsans, entre otras empresas. La prima hermana del rey, Teresa de Borbón-Dos Sicilias y Borbón-Parma, duquesa de Salerno, es presidenta de la bodega San Dimas SL, mientras su hija Clara es administradora de Salubre Consulting SL y propietaria de Bodegas Tarsus y de Navamayor SA.
El primo segundo, Alfonso de Borbón y Escasany, es presidente de Ahorro Familiar SA, consejero de Axa Aurora Ibérica, presidente de Ildefonso SL y de Keka SL, consejero delegado de Gilgamesh Inmoinversión SL y de ZRZ SL, y preside la Sociedad Anónima Bribón, el citado nombre del velero de regatas del rey, cuyas actividades deportivas son patrocinadas, como se dijo, por varias firmas de renombre.
Uno de los yernos de Juan Carlos I, Jaime de Marichalar y Sáez de Tejada, duque de Lugo y esposo de la infanta Elena, es miembro de la comisión ejecutiva de Portland Valderrivas, empresa perteneciente a Fomento de Construcciones y Contratas, presidida por Marcelino Oreja, jurista y diplomático que integró el derechista Partido Popular y fue parlamentario europeo, abandonando luego la política para dedicarse a la actividad empresaria. El yerno real preside además la Fundación Winterthur, del grupo asegurador del mismo nombre, integrada en el grupo Crédit Suisse, y fue director gerente de Crédit Suisse Fist Boston de Madrid. Dada su experiencia en el mundo de la moda, el ocio y el gran lujo fue nombrado consejero de Loewe, considerada la empresa de moda y perfumería de España por excelencia. Es considerado un “genio de la promoción” por sus relaciones con Volvo, Hérmes y los modistos Christian Lacroix y Charles Jourdan.
El otro yerno, Iñaki Urdangarín –primer vasco que accede a la Casa Real- duque de Palma de Mallorca y esposo de la infanta Cristina, es director de planificación de Octagon Esedos SL y de la multinacional Interpublic, preside el Instituto Noos de Estudios Estratégicos y está vinculado a Motorpress Ibérica. Noos fue adjudicatario de eventos de promoción turística y deportiva en Palma de Mallorca y Valencia, ambos cuestionados por sus costos desproporcionados. De todos modos, el buen pasar del que también disfruta este matrimonio les ha permitido pagar 6 millones de euros por su nueva casa en el barrio “Los Pedralbes”, en Barcelona.
Según puede apreciarse, la familia real vive bastante ocupada, sobre todo con mucha contracción al trabajo y, por lo tanto, parece alejada del ocio que siempre caracterizó a los miembros de la realeza europea. Por otra parte es evidente que han hecho suya aquella frase del genial Quevedo: “Poderoso caballero es Don Dinero”.
La gran mordaza
El rey Juan Carlos I de España es, en los hechos, prácticamente un “intocable” a nivel mediático, donde sólo aparece como “el rey de todos los españoles” mientras se soslayan totalmente sus aventuras empresariales, sus negocios poco claros y la construcción de su gran fortuna personal, y mucho más aún sus otras aventuras, las de índole romántica.
Sobreprotegido “como una delicada planta de invernadero”, como señala Decio Machado, el monarca disfruta de inmunidad penal ante cualquier delito y se han publicado muy escasas noticias con un mínimo de objetividad sobre su persona y sus actuaciones políticas. Además está protegido hasta por el Código Penal español, que en su artículo 490.3 dice: “El que calumniare o injuriare al rey será castigado con la pena de seis meses a dos años si la calumnia o injuria fueran graves, y con la de seis a doce meses si no lo son”, mientras su artículo 491 expresa: “Se impondrá pena de seis a 24 meses al que utilizare la imagen del rey o de sus familiares de cualquier forma que pudiera dañar el prestigio de la Corona”. Ello ha generado procesos por injurias en varias ocasiones, como por ejemplo algunos artículos y un dibujo que llevaron ante los tribunales a la revista satírica “El Cocodrilo” en 1987, o a grupos musicales como Eskorbuto y Sociedad Alcohólica por el contenido de sus canciones, y al dirigente de izquierda Javier Madrazo por decir: “Ya que le pagamos policías, yates, viajes a esquiar y a montar a caballo, no habría estado de más que por una vez abandonase sus ocupaciones y compartiese con la sociedad su preocupación por la guerra de Irak”.
Es así como, entre las represalias legales y la autocensura de los medios, transcurre plácidamente la inmunidad -¿e impunidad?- de Juan Carlos de Borbón. Precisamente los medios españoles, entre los cuales pese a las marcadas diferencias entre unos y otros han llevado a cabo un pacto de “no agresión”, han preferido apoyar el reto de convertir en salvaguarda de la democracia, ya desde el momento de acceder al trono, a “un joven sin demasiadas virtudes intelectuales, con visibles problemas de dicción y con su legitimidad política heredada de Franco”, como indica el periodista Miguel Angel de Lucas. Hasta la propia constitución española ampara al monarca, a quien considera “constitucionalmente irresponsable”, ya que según uno de sus apartados “su persona es inviolable y no está sujeta a responsabilidad”.
Un hecho protagonizado por el rey Juan Carlos en 2004 sólo pudo ser leído en detalle en diarios de Rumania o Rusia, aunque también fue comentado por el diario español “El Mundo”. Ocurrió tras una de sus expediciones de caza, cuando en octubre de ese año Juan Carlos pasó una semana en la región de Covasna, en Rumania, al pie de los Cárpatos, alojándose en una cabaña que perteneció el ex dictador Nicolae Ceausescu. Su primera visita a ese país para cazar había sido precisamente cuando fue invitado por éste, varios años atrás. En esta última ocasión se dedicó a dispararle a osos y lobos, pese a que se trata de especies en vía de extinción y a que el gobierno rumano había firmado acuerdos para su protección, como señaló en su momento el diario local “Romania Libera”. El rey, sin tener en cuenta estas cuestiones, abatió a un lobo y nueve osos jóvenes, entre éstos una hembra en gestación. Esta cacería, que desató las críticas de ecologistas del este europeo, incluyó la lamentable humorada de que algunos obsecuentes rumanos prepararan a un dócil oso de un centro turístico, llamado “Mitrofan”, al que prepararon emborrachándolo con abundante vodka mezclado con miel para después obligarlo a salir al campo. Obviamente, el pobre “Mitrofan” fue fácil presa de los disparos de Juan Carlos.
Pero, osos aparte, hubo un aspecto crucial en la historia de España, ya con Juan Carlos como rey, en el que los medios, los políticos y buena parte de la sociedad también se “autoamordazaron”. Fue en ocasión del golpe del 23 de febrero de 1981, conocido como “el Tejerazo” por la incursión del teniente coronel Antonio Tejero en el Congreso, pistola en mano y al frente de 288 miembros de la Guardia Civil, momento reflejado en una famosa foto que recorrió el mundo. En una acción sincronizada, al mismo tiempo el general Milán del Bosch sacaba los tanques a la calle en la ciudad de Valencia.
Sin embargo, el presunto golpe cesó muy pronto. A los pocos momentos de iniciado, el rey Juan Carlos I, vistiendo el uniforme de Capitán General, salió por televisión y en un corto pero firme discurso condenó la asonada, ratificó la democracia española y ordenó a los rebeldes que depusieran su actitud, lo que éstos acataron de inmediato. Desde ese momento la figura del monarca pasó a ser poco menos que idolatrada, y la monarquía aceptada sin condiciones hasta por los que hasta ese momento abominaban de ella, o al menos estaban en desacuerdo y preferían una república parlamentaria sin ninguna realeza en el medio.
Entre muchos analistas del tema –que quedó sepultado con el paso del tiempo- persisten aún hoy no pocas dudas. Les resultan extrañas algunas operaciones en un golpe como el que aparentemente quería concretarse: ¿por qué Milán del Bosch sacó los tanques en una ciudad alejada como Valencia en lugar de hacerlo en un centro neurálgico del poder como Madrid?; ¿por qué no se tomó, por ejemplo, el Palacio de la Zarzuela y se dejó totalmente libre al rey, y sin cortarle las vías de comunicación con el exterior para dejarlo totalmente aislado?; ¿por qué se dejó salir del edificio de la RTVE (Radio y Televisión Española) al equipo que se dirigió a la residencia real para grabar el discurso de Juan Carlos, cuando el lugar estaba tomado por uno de los grupos rebeldes?.
Son muchas más las dudas que sobrevuelan sobre este hecho, entre las que se incluye el tenor que pudieron haber tenido algunas conversaciones telefónicas entre el rey y el principal jefe rebelde, el general Alfonso Armada, que casualmente había sido ascendido a segundo jefe del Estado Mayor por el propio rey, aún en contra de la opinión del entonces primer ministro Adolfo Suárez, y que se entrevistó varias veces con Juan Carlos, la última seis días antes del golpe.
El libro “Un rey golpe a golpe”, escrito bajo el pseudónimo de “Patricia Sverlo”, nombre que según algunos podría encubrir a un grupo de periodistas de izquierda y para otros al coronel comunista Amadeo Martínez Inglés –libro que dicho sea de paso está absolutamente prohibido en España y sólo podría conseguirse por encargo en ciertos lugares de la región vasca-, revela que durante el juicio que se llevó a cabo contra los militares insurrectos, todos defendieron la postura de que habían actuado por “obediencia debida” al rey, sosteniendo que éste estaba al tanto de todo y que participó en el plan a desarrollar. Todos excepto el general Armada, quien mantuvo su lealtad al monarca en un pacto de silencio. Antes del juicio, el militar le había enviado a Juan Carlos una carta en la que le pedía “por el honor de mis hijos y de mi familia, permiso para utilizar una parte del contenido de nuestra conversación, de la cual tengo nota puntual”, aludiendo a la conversación que habían mantenido pocos días antes del golpe. Pero el rey nunca le concedió ese permiso.
De esa manera la monarquía se convirtió en intocable, y el rey accedió para siempre a su papel de salvador de la democracia y la libertad. Muy probablemente en complicidad, para arribar a ese fin, con un grupo de militares a los que utilizó y luego abandonó a su suerte. Aunque para algunos también habría tenido importante participación, si no la principal en realidad, la reina Sofía, planificando este hecho ante la amenaza de vastos sectores del país que, de manera cada vez más insistente, venían bregando por el fin de la monarquía y la instauración de una nueva República.
Conclusión
España está atravesando en la actualidad por días difíciles. Vuelven a escucharse progresivamente nuevas voces pidiendo respirar aires republicanos. Al mismo tiempo, están creciendo las aspiraciones separatistas de varias regiones que desean ser autónomas. El gobierno socialista de José Luis Rodríguez Zapatero se prepara para afrontar a fines de este mes de mayo una instancia electoral, en este caso elecciones municipales, como paso previo a las del año próximo en que se realizarán las generales para elegir jefe de gobierno. Y lo está haciendo en medio de campañas cada vez más sucias –una constante mundial- y ejerciendo un fuerte control y censura a la prensa –al mejor estilo del gobierno argentino actual-, que ya incluye además ataques contra periódicos digitales que son constantemente hackeados o directamente borrados de la red por no ser complacientes con su administración.
Sobre este último aspecto merece citarse el caso de “Paz Digital”, un sitio que se ha “atrevido” a publicar en estos últimos años, a partir de ese luctuoso suceso, constantes y excelentes trabajos de investigación que ponen en evidencia que en los atentados del 11 de marzo del 2004 en la estación madrileña de Atocha, su autoría no radicó solamente en “células terroristas islámicas” sino que tuvo activa participación la banda separatista vasca ETA, colaborando con aquellas. Algo que le viene doliendo mucho al gobierno del PSOE ya que además de querer éste separar a ETA del objetivo de los analistas, estaría manteniendo una actitud demasiado contemplativa con los terroristas vascos, toda vez que ha acortado las penas de varios etarras condenados en su momento a varios años de cárcel y facilitándole a las diferentes siglas con que se encubre ETA su participación en las próximas elecciones.
En medio de todo ésto, la monarquía española ve transcurrir sus días plácidamente, ya que no le interesan en realidad los avatares políticos ni quién esté en la presidencia del gobierno, en tanto su bienestar y sus productivos negocios no se vean alterados.
Tal es la verdadera cara, que aquí se ha intentado reflejar, del rey Juan Carlos de Borbón. Una cara que la mayor parte del mundo desconoce gracias a las férreas mordazas y los muros de silencio levantados en su entorno, y a la protección de que disfruta por parte de la prensa cómplice y de las propias leyes españolas.
Carlos Machado