En Formosa, la Guantánamo argentina, ya hay una modesta pseudodictadura tropical. Con la excusa del Covid, su patriarca Gildo Insfrán, gobernador con 25 años en el cargo, lleva casi un año forzando un confinamiento distópico y cada vez más policíaco.
No falta nada. Estadios que funcionan como centros de detención, abogados amenazados que presentan hábeas corpus que los jueces de Insfrán no aceptan, personas que mueren ahogadas en un río porque durante meses les impiden usar un puente, miles de varados, sospechosos de estar contagiados detenidos en la madrugada, gente encerrada durante semanas sin importar cuántos hisopados negativos acumule, abuso de autoridad, denegación de justicia, detención de opositores, apriete al periodismo.
¿Cómo es posible todo esto? Es muy sencillo. A diferencia de la mayoría de los demás gobernadores Insfrán puede estar en cuarentena full todo lo que se le ocurra. Porque no le cuesta nada. Puede tener 3.000 personas aisladas hoy aunque en Formosa en todo el año haya habido sólo mil contagios. Insfrán puede cerrar por completo la economía, porque no vive de ella.
Sencillamente porque desde hace 35 años vive de arriba. Su privilegio se llama ley de coparticipación. De cada 100 pesos que le entran, 86 se lo regalamos los contribuyentes del resto del país. Por eso no se mueve una mosca en Formosa sin la firma de Insfrán: por cada 100 empleos privados hay 167 estatales. Jamás se rebelará un Morfeo en esa Matrix.
Formosa es como un emirato petrolero, pero sin petróleo. Su recurso natural es esa ley irracional y que Argentina no logra cambiar. Para lo demás tiene senadores y diputados que alquila al poder de turno. Con eso garantiza hoy, por ejemplo, que los organismos de Derechos Humanos, comprados por el kirchnerismo, se callen la boca. Y que nadie imagine una intervención federal.
Formosa ya era, así, una fábrica de pobreza, atraso e improductividad. A su modo, hace 35 años que ese paraíso de ñoquis está en cuarentena, sin trabajar, en un imperio pseudofederal en el que todos se reparten impuestos que no recaudan. Sólo por esto hace rato que a Insfrán deberíamos haberle cortado los víveres.
Lo que descubrimos ahora es que, encima, marcha a un autoritarismo creciente. Insfrán, a diferencia de los demás gobernadores, puede encerrar a todos los formoseños todo el tiempo que quiera en su Costa Pobre. ¿Qué otra cosa hace falta ahora para dejar de subsidiar regímenes autocráticos que viven de la farsa federal y sociedades a las que becamos para que se eternicen en su pobreza?