Primero fue Chiquititas, en sus distintas
versiones, después vino Floricienta, y este año Casi ángeles.
¿Qué tienen en común todas estas
tiras infantiles? que se emiten de lunes a viernes entre las 18
y 19 horas, momento en el cual los chicos que ya vinieron del colegio y están
merendando o realizando sus tareas.
Las historias que se cuentan son de chicos abandonados,
maltratados, con identidades usurpadas y en manos de señores poderosos, ricos
y con hogares especiales. Siempre con un común
denominador: el desamor.
A veces como papás nos preguntamos por qué atrapan tanto a
los chicos a punto de que "sufren" por estar presentes el día en que se lanza
un nuevo CD de alguna de estas tiras o se da alguna obra en algún teatro de la calle Corrientes,
donde las colas -dicho sea de paso- son de siete cuadras y el no llegar
implica no poder estar cerca de los actores. A su vez, la venta de los objetos de los protagonistas, ya sea ropa,
mochilas, zapatillas, posters, billeteras y todo aquello que se les ocurra
está a la venta y nuestros hijos demandan su compra.
Cuando se dan las cifras alarmantes de la cantidad de chicos
abandonados, y que se encuentran listos para ser dados en adopción, también
nos preguntamos por qué los tramites judiciales son tan burocráticos a la hora de
obtener la guarda de un bebe o un chico. Y allí es donde surge la impotencia y tal vez la bronca frente a programas como
Casi ángeles en los cuales se fomenta que los chicos salgan a robar para satisfacer al
malvado de la novela, que a la vuelta les pide la recaudación junto con una
celadora o institutriz malvada que castiga a los mismos cuando hacen poco
dinero.
En ese mismo programa muestran a una nena que vive en un sótano junto
a su hermana -la protagonista principal-, quienes fueron abandonadas luego de
que alguien matara a sus padres.
Por cierto que esta historia es macabra y digna de ser
replanteada cuando existen tantas campañas de lucha a través de Unicef
Argentina para evitar que los chicos trabajen, y sean explotados desde
pequeños, como ocurre a diario en nuestra ciudad -tanto en la Capital como en
el conurbano bonaerense-.
Se defiende a los chicos a través de la Convención de
los Derechos del Niño y el Adolescente, con la nueva ley de Protección
Integral de los Derechos de los Niños 26.061 que fuera sancionada el año
pasado, y que terminó con la vieja Ley de Patronatos que institucionalizaba a
los chicos en Reformatorios que los terminaban deformando y
transformando en delincuentes desde temprana edad.
Es verdad que debemos ser los padres los responsables de
proteger a nuestros hijos y hacerles tomar conciencia de esto, pero no basta
con no permitirles que vean programas de esta naturaleza. Si bien es cierto
que existe una libre elección de decidir que es mejor para los chicos, no es menos
cierto que estas historias a través de los años generan también
discriminaciones, violencia, y ejemplos de vida que un niño no puede vivir
cualquiera sea el nivel social, económico o cultural en el que se críen.
Cuando se trabaja con niños en estado de riesgo, golpeados,
violados, maltratados por sus padres la realidad que se vive es otra. Es conmocionante y muy fuerte
y se dificulta a la hora de protegerlos desde la justicia: las trabas existen y no se da abasto para
paliar y proteger a mujeres y niños que realizan denuncias por violencia
familiar, física y psicológica diariamente.
Muchos desconocen esta dura
realidad, la cual es una rutina diaria de muchas personas que parecen haberse
resignado a vivir así. Es el calvario de no pocos seres humanos pero,
esencialmente, es el infierno de muchísimos chicos.
Graciela Catalán Alvarez