El miércoles 15 del mes en curso tuvo lugar en el auditorio Justo José de Urquiza de la Universidad de Belgrano, el Foro Internacional La investigación periodística sobre corrupción en América Latina. Organizado por el Instituto Prensa y Sociedad, la Fundación Poder Ciudadano y el Foro de Periodismo Argentino, contó con las presencias de Mario Rejtman Farah (Poder Ciudadano), Daniel Santoro (FOPEA), Ricardo Uceda y Andrés D’Alessandro (IPYS) y con la moderación de Miguel Wiñazki.
Rejtman Farah abrió el fuego discursivo, aludiendo primeramente al bochazo sufrido por Argentina por parte de organizaciones dedicadas a la transparencia internacional. “Para mucha gente, la corrupción en los 90 en Argentina no era problema. Pero había un alto grado de corrupción, quizá aumentado porque no existían sanciones. Los casos de Alderete en el PAMI y de María Julia Alzogaray, son solo casos cosméticos. El rol del periodismo a veces ha ocupado un lugar que no le corresponde, porque ha sido abandonado por otras instituciones o ha sido obviado tácitamente. En una encuesta reciente, el resultado indicó que el 93% de los argentinos opina que la corrupción nos afecta cotidianamente”.
A continuación, el peruano Ricardo Uceda comentó brevemente los alcances de la anterior convocatoria del Premio a la Mejor Investigación sobre Corrupción en América Latina. Lo paradójico de esto, es que ganaron dos trabajos que tenían en foco a un presidente y a un ex mandatario: Arnoldo Alemán de Nicaragua y Carlos Menem en Argentina. El referido al nicaragüense Alemán, elaborado magistralmente por Jorge Loásiga, se llevó las palmas el año pasado, junto con la investigación de Santoro acerca de las cuentas suizas de Menem y Ramón Hernández.
Luego, le tocó el turno a Loáisiga, quien desde La Prensa de Managua destapó el escándalo de los checazos dirigidos al obeso presidente Alemán. Esta investigación, que comenzó en febrero de 2000, destapó una maniobra que fugó a 28 sociedades de fantasía panameñas, nada menos que 15 millones de dólares en cheques voladores.
El plato fuerte
Seguidamente hizo uso del micrófono Juan Miceli, famoso por sus intervenciones en Telenoche investiga. “La investigación periodística no está exenta de presiones. Por un lado, el Estado te puede presionar desde un simple llamado telefónico hasta acciones más concretas. Hay que tener en cuenta que los medios de comunicación, que para muchos son lobbystas de primer nivel, pertenecen a la sociedad porque ella es la dueña de la información. La investigación periodística tropieza con varias contras, como la autocensura, el incumplimiento de los contratos laborales, la falta de capacitación y formación. La muchas veces tiene un papel nefasto cuando pretende lotear los espacios y condicionar la línea editorial de los medios. Pero no hay que resignarse, pues tenemos que llenarnos de fortaleza y embuírnos de valores éticos como la verdad, responsabilidad e independencia. Como decía García Márquez: “La ética debe acompañar al periodista como el zumbido al moscardón”.
El periodismo de investigación es el que produce la prueba que muchas veces puede modificar la realidad, mientras que el cronista solo es un testigo de la misma. Todo lo contrario de esto es el periodismo visto como espectáculo circense, que se contrapone a aquel que intenta responder las preguntas de la gente. Ante este género comprometido, el poder utiliza el secreto y la mentira que son dos herramientas para ocultar la verdad.
Si los medios, según se dice, son un reflejo de la sociedad en que viven, en el futuro sería mejor preguntarse si ellos hicieron algo en la lucha contra la corrupción. Pues, como decía Aristóteles, “el ciudadano se hace justo, tratando con los justos”. Y esto vale también para el periodismo”, puntualizó Miceli.
Luego de su alocución, casi enteramente leída en tono monocorde, hizo uso del micrófono Jorge Urien Berri, de la sección de investigación de La Nación: “La investigación periodística muchas veces no encuentra un aliado en el accionar de la justicia, sino que muchas veces esta es un verdadero escollo. No solo porque es lenta, sino que encubre, planta pistas falsas y elabora historias oficiales. Entonces, a veces el periodismo toma acríticamente esas historias oficiales y las toma como verdad revelada. Esto es corrupción, aunque en ocasiones no haya dinero de por medio y sólo sea obediencia debida para ganar ascensos”.
Un aplauso cerrado coronó su alocución. Y también sus certeras palabras dieron pie para que los autores de este sitio, Christian Sanz y Fernando Paolella, aprovecharan la ocasión para saltar con los botines de punta hablando del mejor ejemplo de encubrimiento e historias oficiales: el atentado a la AMIA, cuya investigación por gran parte del periodismo vernáculo cayó deliberadamente en ese tipo de entuertos.
Pero sus dardos envenenados tenían un destinatario en común: Daniel Santoro, que inexplicablemente no sólo evitó hablar sobre su investigación, sino que ni siquiera abrió la boca cuando ambos aludían directamente a su cuota de responsabilidad en la mascarada montada por el corrupto juez federal Juan José Galeano.
Pero las palmas del seminario se las llevaría Uki Goñi, autor del libro La verdadera Odessa, quien con un discurso llano y directo explicó porqué no trabaja dentro de la corporación mediática nacional: “En Argentina el periodismo de investigación muchas veces es producto de esfuerzos individuales, y no de los medios en sí. Esto se vio particularmente en los 90, porque a pesar de las denuncias de corrupción no se logró provocar nada en las esferas de poder. Cuando yo estaba en el Buenos Aires Herald durante el Proceso militar, con Robert Cox a la cabeza, éramos prácticamente el único medio que recibía a los familiares de los desaparecidos y publicábamos lo que estaba pasando. Durante el comienzo del menemismo, todos los periodistas recibieron una hermosa cartita dorada enviada por la presidencia. Esta tenía como objeto la conformación de un grupo de hombres de prensa amigos de Menem, que se reunirían regularmente en Casa de Gobierno para discutir distintos temas. Lo que me sorprendió, es la cantidad de colegas que llamaban furiosos a prensa de presidencia porque la dichosa cartita no les había llegado.
Pero hubo algo peor que esto, que aún subsiste, que es la famosa 'cadena de la felicidad'. La red de colegas que cada fin de mes perciben un sobresueldo de la SIDE, conformando un juego siniestro de informes secretos que muchas veces es apoyada por los propios jefes de los medios de comunicación”.
La catarata de aplausos, unida a la cara de resignación de Wiñazki, jalonaron el final del encuentro cuando los relojes pasaban las 14:18.
Sólo quedaba pendiente la charla de Santoro, quien prefirió no hablar de nada más.
Vergüenzas aparte...
Fernando Paolella