Sin duda que los
acontecimientos desarrollados en la provincia de Santa Cruz desde más de dos
meses atrás a la fecha han copado la atención de la ciudadanía y de los medios
de prensa, pese a los esfuerzos iniciales del gobierno por silenciarlos y a la
complicidad de buena parte de la prensa comprada o genuflexa para ayudar a que
esos esfuerzos tuvieran algún éxito. Finalmente ese intento no se pudo
concretar, ya que la magnitud de los acontecimientos y la tenaz labor de los
escasos medios independientes de la provincia austral para difundirlos hicieron
que los mismos tomaran un gran estado público. Y no sólo eso, sino que el
hartazgo de la población santacruceña, que superó con creces largos años de
vivir bajo el virtual régimen de terror impuesto por el Gran Pingüino, primero
desde su sillón de gobernador y luego por control remoto desde la Casa Rosada,
concitó la amplia solidaridad de una gran parte de los habitantes de la ciudad
de Buenos Aires y del resto del país.
Sin embargo, esos hechos que
el gobierno kirchnerista no pudo contener ni silenciar sirvieron, paradojalmente,
para alejar la atención de otro plan que está por ponerse en marcha, también en
Santa Cruz, y del que nadie parece estar enterado hasta el momento, o al menos
no es comentado ni por el propio gobierno, hasta ahora siempre tan dispuesto
para publicitar sus obras, ni por la “gran prensa”. Un plan que también está
generando mucha oposición en un vasto sector de pobladores santacruceños que se
verán afectados por el mismo.
Se trata de la mega usina de
Río Turbio, que funcionará con el carbón extraído del yacimiento homónimo como
combustible y estará ubicada en las proximidades de esa mina. Un emprendimiento
que puede conducir a un verdadero desastre ecológico a corto plazo.
Un grupo de vecinos de las
localidades de Río Gallegos, 28 de Noviembre y Río Turbio, entre otras, se han
unido en el reclamo. En abril último se dirigieron, muy respetuosamente, al
presidente Kirchner, al ministro Julio De Vido, al secretario de Energía Daniel
Cameron, al entonces gobernador "títere" Carlos Sancho, al ministro de Economía
provincial Julio Buontempo y al entonces interventor de Yacimientos Río Turbio y
actual delegado de Kichner en la casa de gobierno de Santa Cruz, Daniel Peralta,
entre otros funcionarios, para solicitarles que “no avancen con el proyecto”.
La respuesta sólo fueron críticas y represión para quienes se atrevieron a
opinar en contra.
Esos vecinos argumentan que
el funcionamiento de la mega usina será altamente contaminante y dejará en las
nacientes del río Gallegos más de cinco mil toneladas de residuos al año -de
acuerdo a datos oficiales-, cuyo lixiviado escurrirá tanto en ese río como en
sus afluentes. Aseguran que, la vez, emanarán grandes cantidades de dióxido de
nitrógeno (NO2) y dióxido de azufre (SO2),
gases que en contacto con las nubes formarán ácido nítrico y ácido sulfúrico,
que los habituales vientos predominantemente fuertes en esa zona patagónica
diseminarán sobre los campos y ciudades de la región como lluvia ácida. Agregan,
por otra parte, que “veremos con impotencia como la única fuente de agua
potable de los habitantes de Río Gallegos dejará de serlo, como ha pasado en
cientos de ciudades del mundo debido a las usinas a carbón, contaminadas con
intolerables concentraciones de metales pesados. Veremos también cómo el
beneficio social que pretenden dar a la cuenca carbonífera termina en un
desastre cuando la contaminación sea insostenible y la mina deba ser
irremediablemente cerrada”.
Por último, señalan que no
se oponen al progreso o al desarrollo, pero “nos opondremos a la destrucción
de nuestra única fuente de agua potable, por lo tanto queremos
que la usina se instale en un lugar
ambientalmente seguro, cerca de la costa marítima, lejos de las fuentes de agua
potable, y que las futuras generaciones puedan seguir haciendo uso de nuestro
río”. Asimismo
ofrecen una casilla de correo electrónico (nodestruyanalriogallegos@yahoo.com.ar),
para recibir adhesiones y ofrecer información sobre este tema.
Cabe aclarar que en relación
a este proyecto el gobierno no ha realizado, como corresponde, ningún estudio de
impacto ambiental.
Negocios sucios, ambiente en peligro
Es evidente que mientras los
pobladores de la región en la que se instalará la nueva mega usina intentan
luchar contra un emprendimiento que los perjudicará, no cesa la voracidad
manifiesta de la banda pingüinera por llevar a cabo negocios de dudosa
practicidad. En tal sentido vale la pena reproducir algunos conceptos del
periodista Rubén Lasagno, de la agencia informativa digital OPI Santa Cruz. El
mismo sitio que, pese a las amenazas y aprietes que suele atravesar, al igual
que los pocos medios realmente independientes que operan en esa provincia, ha
mantenido informados día a día a los medios nacionales, también escasos, que
trataron los acontecimientos derivados de las protestas de docentes y empleados
estatales que mantuvieron en vilo a tantas personas y al borde de un ataque de
nervios al gobierno.
Respecto del proyecto de la
nueva usina de Río Turbio dice Lasagno, en un artículo publicado casi un año
atrás, el 9 de junio de 2006:
“Un dato tal vez menor pero
no por ello menos importante y comprobable es que en la ciudad de Bahía Blanca
se construyó, en los ’80, una usina térmica en la zona del puerto de Ingeniero
White, cuyo funcionamiento indistintamente es a carbón o gas, utilizándose para
su movimiento mayormente este último combustible. No obstante, su funcionamiento
ha creado en el entorno de la ciudad un ambiente irrespirable, han aumentado los
casos de enfermedades de la piel, los bronquios y las alergias y es así que los
bahienses han llegado estadísticamente a los primeros niveles mundiales de
alérgicos en relación a la cantidad de habitantes, y como si ésto fuera poco la
actividad ha elevado la temperatura del estuario de Bahía Blanca, eliminando
prácticamente la fauna ictícola de los alrededores y modificando sustancialmente
la pesca en las aguas adyacentes, precisamente por el calentamiento que en
algunos sectores es de más de un grado y medio”.
“Esta usina, junto al polo
petroquímico que se asienta en Puerto Galván, a 20 kilómetros de allí, desde
donde fluyen permanentemente gases, donde se han detectado escapes de cloros y
sustancias altamente peligrosas, hacen de la ciudad de Bahía Blanca un lugar
altamente contaminado, lo cual se ve facilitado por la geografía del entorno, ya
que el núcleo urbano está asentado en una gran depresión del terreno que se
dispone hacia el mar y coloca a la ciudad en medio de lo que podríamos graficar
como una ‘palangana’, con bordes elevados y un gran valle en el centro. Esto,
favorecido por los fuertes vientos, desplaza esas masas gaseosas sobre la
población y es característico observar desde las alturas, a primeras horas de la
mañana, la permanencia de una niebla que forma una techumbre sobre los
edificios, producto de tanta polución descontrolada que contamina todo el
entorno”.
“La usina se hará”. Lo dijo
el gobierno a través de sus voceros privilegiados. Estos son el vicegobernador
Carlos Sancho, el intendente de Río Turbio, Matías Mazú y el interventor de YCRT
(Yacimientos Carboníferos Río Turbio) Daniel Peralta. ¿Quién duda que la usina
se hará?. Nadie. Porque nadie puede dudar que dentro de este marco de política
hegemónica y dictatorial el esfuerzo por marcar el disenso y la oposición es
inocua, pero molesta. Y molesta mucho, demasiado diríamos. Y en el curso de las
negaciones que tienen en la punta de la lengua los funcionarios que suelen
defender con uñas y dientes los proyectos que se han autoimpuesto, no caben
discusiones ni segundas opiniones. Por eso es que la usina térmica de Río Turbio
‘se hará’, e inclusive se escuchó por allí la destemplada frase ‘cueste lo que
cueste’, lo cual deja de lado la racionalidad para entrar de lleno en la
insensatez del capricho”.
“Un hecho
significativo fue que al menos la carta publicada por OPI, procedente de un
conjunto de profesionales de una ONG dedicada al estudio de las energías
renovables, se haya constituido en el disparador de la discusión que hasta este
momento no se había dado. ¿Y por qué no se había dado?. Porque el gobierno
nacional entiende que las cosas las proyecta, las decide y las ejecuta sin tener
la necesidad de consultarle a nadie, porque todo lo que hace está bien. A veces
no se entiende la negación patológica que tienen los funcionarios y políticos de
ver al enemigo donde no existe. Nada que cuestione mínimamente sus decisiones es
bueno ni constructivo ni valorable. Ese es el pensamiento stándard dentro de la
administración Kirchner. Por lo tanto y teniendo en cuenta este mismo principio,
a nosotros entonces nos asiste el derecho de pensar que nada de esto se deba
poner en discusión, ni objetar ni señalar como contraproducente”.
“Lo que hoy tendría
que estar diciendo el gobierno es qué ha previsto al respecto, qué tecnología se
va a usar, cuáles son los estudios realizados con sus correspondientes
resultados, o cómo se van a mitigar las consecuencias del deterioro medio
ambiental. Pero nada de ésto discute el gobierno, sólo ataca o amenaza, como ha
sucedido en el caso de al menos uno de los ingenieros que firmó la carta,
cuestión que cuando tengamos pleno conocimiento de las alternativas que rodearon
el hecho lo daremos a conocer con nombres y apellidos”.
“Por lo tanto, y
considerando el procedimiento de ‘pensar’ prohibido por el gobierno, se debe
inferir que si hay tanto interés por acallar los discursos es porque detrás de
todo esto existen intereses que se enancan en la necesidad de desarrollo de una
ciudad para hacer sus inestimables ganancias por el tiempo que dure la fiesta.
Esta reacción desmedida hace que, como nosotros, hoy gran parte del país esté
mirando hacia Río Turbio para saber cómo termina esta historia que estaba oculta
a la opinión y a salvo de las críticas, sin poder abstraerse de pensar que
detrás de tanto interés corporativo coexiste el interés común de unos pocos”.
Conclusión
Después de esta
contundente exposición de Rubén Lasagno, vertida como se dijo casi un año atrás,
huelgan más comentarios.
Lo cierto es que la
banda pingüinera continúa despreciando a la ciudadanía argentina en muchos
aspectos, entre ellos el relativo al medio ambiente, lo cual se traduce
perfectamente en este proyecto de la mega usina de Río Turbio y en los
emprendimientos mineros que, tanto en Santa Cruz como en otras provincias,
favorecen la depredación y el envenenamiento del sistema circundante por parte
de las multinacionales del sector, algo de lo que también nos hemos ocupado en
notas anteriores.
Existen en las
carpetas del ministro de Planificación, Julio De Vido, varios proyectos más
referidos a la tan mentada “obra pública”, que incluyen gasoductos, usinas
nucleares y vías de comunicación, entre otros. Prácticamente nada, en cambio,
respecto de otros destinados a proteger la seguridad aérea, a los transportes y
a sus usuarios o al deficiente equipamiento de las fuerzas armadas y de
seguridad, temas que se han constituido en las últimas semanas en un baldón para
la administración kirchnerista.
Seguramente porque
los primeros contienen para el gobierno aspectos mucho más redituables, algo así
como nuevos “Skankas” en el horizonte, claro que sin los sobresaltos que le
están acarreando los entretelones del sonado caso de la compañía sueca y su
concesión para construir el Gasoducto del Norte.
Algo que le permita
a la banda pingüinera seguir tocando... los bolsillos apropiados.
Carlos Machado