Declaraciones del Papa al periodista Nelson Castro para su libro “La salud de los papas: medicina, complots y fe; de León XIII a Francisco”, que acaba de aparecer, en las que el pontífice afirma que “a la Argentina no vuelvo”, fueron interpretadas por quienes hicieron una lectura rápida como un reconocimiento de Jorge Bergoglio de que no visitará su tierra natal.
En rigor, si se lee con atención la respuesta del Papa a la pregunta de Nelson, surge claramente su voluntad de pasar los últimos días de su vida en Roma, más allá de si estuviera en actividad o si hubiese renunciado. El interrogante fue: “¿Cómo imagina su muerte? Y la respuesta: “Siendo Papa, ya sea en ejercicio o emérito. Y en Roma. A la Argentina no vuelvo”.
No dijo – ni quiso decir – que descarta visitar su país, un asunto que constituye para los argentinos en general y para la Iglesia en el país una gran incógnita que, lejos de mermar, suele reaparecer con fuerza cada vez que Francisco desliza alguna referencia real o supuesta a un interlocutor como lo demuestra la repercusión por sus dichos en el libro.
Por qué Francisco no vino a la Argentina en sus casi ocho años de pontificado es una cuestión que suscita más de una lectura. Hay que tener en cuenta que no solo no visitó su país en los cuatro años del mandato de Mauricio Macri, sino tampoco -previamente- en los tres últimos de la segunda presidencia de Cristina Fernández.
Alberto Fernández lleva 15 meses en la presidencia y no hay ni miras de una visita papal, mucho menos después de la aprobación de la ley que legalizó el aborto con el decisivo impulso del mandatario, que golpeó duro al pontífice, y ni qué pensar en este año que es electoral, ya que los papas no suelen ir a los países en tiempos de comicios.
¿Y por qué no vino hasta ahora? En El Vaticano hace años que afirman que la grieta que divide políticamente a los argentinos -y a la cual fue empujado Jorge Bergoglio- es un serio escollo, ya que todo lo que dijera o hiciese aquí el pontífice sería objeto de tirones entre facciones y polémicas que empañarían su visita.
Hay argentinos que coinciden en que el clima hoy por hoy no es el conveniente para un viaje del Papa al país, pero existen otros que consideran que su visita podría contribuir a cerrar la grieta. En síntesis, la biblioteca está dividida, pero se impone por ahora el criterio del Vaticano y su venida sigue en suspenso.
El hecho de que para Roma “aún no están dadas las condiciones” lleva a especular acerca de su alguna vez lo estarán. Dicho de otro modo: ¿La grieta cederá, siquiera algo, en los próximos años? ¿Al menos Francisco quedará afuera de la confrontación? ¿O es un problema irresoluble y Francisco nunca vendrá?
Sería terrible que el primer Papa argentino no venga a su país, sobre todo porque los argentinos estamos divididos y una parte lo critica sin piedad, sin reparar en que las imputaciones que le formula son veraces. Aunque existe el derecho a criticarlo y , como todo ser humano, puede equivocarse o no gustar.
En otras palabras, una eventual visita papal es un desafío a la convivencia y una invitación al diálogo. Al fin de cuentas, Francisco quiere que su viaje contribuya a la unidad en la diversidad de los argentinos – no a la impunidad de nadie -. Presupuesto para sacar adelante al país de una crisis ya demasiado larga.