Las recientes declaraciones del ministro de Economía Martín Guzmán al definir que “bajar el déficit fiscal no es de derecha ni de izquierda” más allá de alterar a las bases del kirchnerismo puro han puesto en evidencia la importancia que tiene para la macroeconomía tener las cuentas fiscales en equilibrio.
En ese aspecto hay que señalar que la contraparte de un déficit fiscal permanente que muestra Argentina es el aumento constante de la deuda pública. Explicado de otra forma esto significa que la deuda en Argentina ha crecido en los últimos 60 años de la mano de los déficits fiscales.
Un reciente estudio de la consultora M&S explica que “dependiendo de cómo se financien, ese endeudamiento, es deuda con los bonistas, con organismos internacionales y/o o deuda intra – sector público (con el BCRA o la ANSES). La deuda también crece por otras causas: la consolidación de deudas viejas, el reconocimiento de atrasos de intereses, pagos de gastos “debajo de la línea”, compensaciones entre la Nación y las Provincias.
Todas son causas con trasfondo fiscal. El origen esencial del endeudamiento creciente y de los problemas de sostenibilidad (y en el extremo de incumplimiento en los pagos), ha sido y sigue siendo el déficit fiscal permanente.
El trabajo detalla que financiar en Argentina un déficit fiscal de 5 o más puntos del PBI sin generar turbulencias macro es casi imposible. “Con lo visto en los últimos años queda claro que financiar ese déficit en los mercados externos satura los mercados de bonos argentinos y cómo el mercado local es muy pequeño. si se lo financia con el BCRA esto impide cualquier tipo de orden macroeconómico. Además hay que considerar que el FMI es otra fuente financiamiento casi agotada por el macrismo”.
El estudio señala además que en los últimos 60 años Argentina tuvo 50 años con déficit fiscal y solo diez con superávit. El déficit promedio en esos 50 años fue del 5,5 % del PBI con picos del 12 % en 1975; del 10 % en 1981 y 1983 y del 8,5 % en 2020. En tanto que entre el 2008 y el 2020 el promedio fue del 5,5 %. Las estimaciones para este año van del 5,5% al 6% del PBI.
Para explicar la relación directa entre el déficit fiscal y el aumento de la deuda el estudio describe que entre 2008 y 2020 el déficit fiscal total en pesos acumulado por el sector público nacional (el resultado primario más intereses de la deuda) expresado en dólares al tipo de cambio de cada período llegó a los US$ 200.000 millones. En tanto que en el mismo periodo la deuda pública aumentó en unos US$ 190.000 millones al pasar de US$ 144.000 a unos US$ 334.000 millones en 2020.
En el primer mandato de CFK entre el 2008 y 2011, la deuda pública subió USD 34.000 millones y la mayor parte fue con el BCRA (intra – sector público). Además, el Tesoro se endeudó con el gobierno de Venezuela y en 2010 se emitieron bonos en el marco de la segunda etapa de la reestructuración de la deuda de 2005.
En síntesis, 2008 – 2011 no fue un periodo de descalabro fiscal ni por ende de endeudamiento frenético. Pero sí hubo un cambio de tendencia hacia el déficit permanente y se reabrió la posibilidad de financiar al Tesoro con pesos emitidos por el BCRA.
En el segundo mandato de CFK entre el 2012 y el 2015 se produjo una situación descalabro fiscal. El déficit fiscal total acumulado en el período fue de unos USD 80.000 millones y el problema fue el descontrol del gasto público primario. El financiamiento del déficit fiscal pasó a ser cuantitativamente el principal desafío del programa financiero. En este período la deuda pública aumentó unos US$ 44.0000 y al igual que en 2008 – 2011, la mayor parte fue endeudamiento con el BCRA (intra – sector público). Además, el Tesoro emitió bonos en dólares por ejemplo en el marco de la renegociación con el Club de París y la expropiación de Repsol.
Mientras que entre el 2016 – 2019 en el gobierno de Mauricio Macri hay una novedad importante. El BCRA deja de financiar al Tesoro y entran como financistas del estado los bonistas y FMI.
En ese período la deuda pública aumentó unos US$ 100.000 millones. Pero a diferencia de los dos períodos anteriores ese aumento no estuvo en cabeza del BCRA. La mitad se asumió con los organismos internacionales en particular con el FMI y la otra mitad fueron colocaciones en los mercados internacionales y en el local en pesos y en mayor medida en dólares.
Además del endeudamiento ligado directamente a las necesidades fiscales del período, se emitieron bonos como garantía de proyectos de energía renovable, para pagar la deuda a los hold – outs, para el Plan Gas, entre otras cosas.
En tanto, el primer año del gobierno de Alberto Fernández estuvo marcado por una fuerte suba del gasto público primario en medio de la pandemia y su financiamiento cien por ciento con “maquinita” del BCRA y un re financiamiento de la deuda pública en dólares para estirar la mayor parte de los vencimientos de deuda pública hasta después del 2025.
El 2020 fue el año de mayor déficit fiscal primario desde 2008 para acá. Es cierto que parte del desbarajuste fue gasto extraordinario por la pandemia y caída de la recaudación, ambos efectos no permanentes. Pero el resto del gasto primario también subió.
El año pasado fue el único año donde el cien por ciento del agujero primario se financió con el BCRA. “Entre “maquinita” y uso de reservas, en 2020 (un año) se equiparó la asistencia acumulada de 2008 – 2011 (cuatro años). Fue por lejos el año de mayor transferencia de utilidades del BCRA al Tesoro.
Hubo colocación de bonos y letras en pesos para refinanciar los vencimientos de deuda en pesos del año. En síntesis, “2020 fue el año de la explosión del déficit fiscal primario financiado íntegramente por el BCRA y tuvo su correlato en un aumento de la deuda pública de unos US$ 13.000 millones” afirma el estudio.
Lo que demuestra el período bajo análisis que abarca las dos administraciones de Cristina Fernández de Kirchner , la de Mauricio . Macri y el primer año de Alberto Fernández es que cada periodo tiene elementos distintos pero hay un único denominador común que es el aumento sistemático del déficit fiscal.
Esté a su vez provocó el consecuente incremento de la deuda pública que finalmente tuvo que ser reestructurada en septiembre del año pasado luego que el gobierno de Mauricio Macri se gastara los US$ 45.000 millones que el FMI le prestó a la Argentina y que al parecer serán refinanciados por lo menos a 10 años por este gobierno.