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Cristina Kirchner impone su voluntad en el gobierno y el peronismo, ¿le servirá de algo?

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Soria lleva el método Moreno al Palacio de Justicia
Soria lleva el método Moreno al Palacio de Justicia

Por un lado el Frente de Todos dio pasos decisivos hacia la consolidación de su unidad, y se palpita ya la consagración de nuevas autoridades “de consenso” en el PJ nacional y bonaerense. Parece que ni los cordobeses, ni los hasta hace poco randazzistas y massistas se van a quedar afuera.

 

Se trata de una unidad a pleno, concebida para agradar a Cristina: en forma directa o indirecta ella va a controlar desde ahora un peronismo unido. Ya no tendrá que despotricar contra el “pejotismo”, porque el único pejotismo va a ser el suyo. Ni siquiera Néstor en 2007, su momento de mayor éxito, pudo aspirar a tanto.

Simultáneamente el Ejecutivo y sus legisladores se han abocado de lleno a conseguir que las causas contra la señora, sus familiares y entenados desaparezcan. Y como dijo Martín Soria“los jueces y fiscales que la persiguieron ahora la disculpen” de todas las acusaciones en su contra.

Es una ofensiva en toda la línea que se entiende por la urgencia en avanzar en la guerra contra lo que queda de Justicia independiente antes de que empiece la campaña de las legislativas y convenga moderarse y volver a la “agenda de la gente”.

Pero es también una señal de hasta dónde llega el compromiso del peronismo con su jefa: él asume que para mantenerse en el poder necesita ante todo de la unidad, y para esa unidad necesita “pacificarse”, lo que significa más que cualquier otra cosa proveer impunidad a sus miembros.

Por último, la radicalización se va extendiendo al resto de las áreas de gobierno. Porque en todas se van imponiendo los criterios y preferencias de Cristina. Es lo que se ha observado en particular, en los últimos días, en el manejo de la economía.

El presidente acaba de reconocer que acuerdo con el Fondo por ahora no va a haber, y ha dicho algo más: cuando haya, será en beneficio de sus votantes, no a su costa.

Mientras tanto el supuestamente moderado Guzmán envió un proyecto de reforma del impuesto a las ganancias empresarias que exprime hasta la asfixia hasta a los quioscos de barrio. En aras de financiar la inminente campaña electoral, en particular la bonaerense, donde el kirchnerismo apuesta a hacer una buena diferencia con 2017, para lograr mayoría propia.

Como hiciera falta algo más, las empresas están siendo acosadas también para convertirlas en exclusivas responsables de una inflación que no cede. Se trata de “un fenómeno multicausal”, dice Guzmán, pero en los hechos lo único que se combate es la parte de esa multicausalidad que está lejos de los despachos oficiales.

Las tres operaciones van de la mano. Y tienen una misma lógica: el peronismo se ha ido anoticiando, y a su vez ha ido anoticiando al país, de para qué se reunificó; y a medida que avanzó su nueva gestión se fue volviendo más y más evidente que si no puede ofrecer moderación alguna en el terreno institucional, porque necesita echar mano a expedientes violentos para disculpar a Cristina de todas las acusaciones en su contra, tampoco puede haber moderación en otros terrenos; y no habrá entonces convivencia pacífica ni con las empresas, ni con los organismos internacionales, ni con nadie.

Las cosas han cambiado, y mucho. No sólo respecto al ciclo kirchnerista anterior, sino a cuando esta historia se reinició, en 2019. Porque los K se repiten, pero no el contexto en que actúan.

¿Por qué a todo lo largo del ciclo K iniciado en 2003 actuaron un montón de facciones peronistas enfrentadas entre sí, y el PJ no cumplió función alguna, nadie lo conducía y a nadie le importaba? Porque durante esos años, más todavía en el ocaso de ese ciclo, una buena parte de los peronistas entendía que el kirchnerismo era una moda pasajera, y en algún momento no muy lejano quedaría atrás, como había sucedido antes con el menemismo. Así que había que tratarlo como antes se había tratado al menemismo, negociando con él, sonsacándole todos los recursos posibles a cambio de apoyo, pero sin desvelarse por su suerte.

Ahora las cosas son bien distintas: una buena parte de esos dirigentes que entre 2015 y 2017 presionaron a Macri para que a su vez presionara a los jueces para que metieran de una vez presa a Cristina, o al menos la deslegitimaran lo suficiente para sacarla de la cancha, así ellos podían acelerar la sucesión del liderazgo, ahora están convencidos de que tanto ella como Néstor han entrado al panteón partidario y ahí se van a quedar, así que necesitan hacer las paces con la vice, satisfacer sus necesidades y rezar que olvide las ofensas y atrevimientos hasta hace poco por ellos cometidos.

Se entiende también, por tanto, la funcionalidad y convergencia que ha tendido a establecerse entre este cambio de actitud, y el que inició Cristina tras su derrota en 2017: de rechazar al pejotismo y apostar a blindarse y radicalizarse sola, con su “unidad ciudadana”, pasó a tratar de convencer a la dirigencia peronista de que “sin ella no se podía” al tiempo que aceptaba que “con ella no alcanzaba”. Lo que le sirvió para convertir al hasta allí despreciado PJ en su instrumento y escudo protector. Algunos podrían llamarlo su guarida.

¿Significa esto que la pacificación peronista conduce inevitablemente a la kirchnerización plena y definitiva de ese partido? Habrá que ver. Esta gente, se ha visto, es extremadamente lábil: así como cambió tan profunda y rápidamente de parecer entre 2017 y 2019, puede volver a hacerlo si las cosas salen mal.

Y lo cierto es que hay muchas chances de que, no en lo inmediato, pero sí a mediano plazo, salgan mal, muy mal. Ante todo, porque la fórmula más “razonable”, si es que se puede decir algo así de la apuesta que el peronismo hizo para regresar al poder y administrarlo, quedó ya por completo invalidada.

No fue, hay que decirlo, una apuesta carente de viabilidad. Fue el contexto y las reacciones que fue disparando en otros actores lo que la volvió impracticable.

Según ella Alberto podría atender los desafíos de su gestión ofreciendo una vía media. A Cristina, los jueces, los empresarios, el FMI, y demás actores de peso. Para salir del atolladero en que él mismo había ayudado a meterlos, al formarse una nueva mayoría electoral, bajo la éjida de alguien que en cualquier momento podía terminar presa, y que generaba una desconfianza galopante y potencialmente destructiva en el mundo económico.

Con esta idea fue que le pidió a Cristina tiempo, mientras convencía a los jueces y sobre todo a la Corte de que fueran dejando morir los juicios y extraviando las evidencias en su contra. Y mientras tanto les propuso a los empresarios, los medios y las clases medias una transacción para todos ellos conveniente: que se olvidaran de la corrupción K, y a cambio consiguieran un trato más amable para sus intereses del que podrían recibir si volvía a campear plenamente el destrato kirchnerista hacia ellos.

Tal vez podría haber funcionado. De no haber estallado la pandemia. Y de haberse amoldado los jueces más dócil y ampliamente al clima creado por los resultados electorales, como Alberto y muchos otros esperaban, porque era lo que había sucedido en otras ocasiones.

Pero los jueces, o al menos parte de ellos, no lo hicieron, y a Cristina se le acabó demasiado rápido la paciencia. Así que empezó a presionar, no sólo por un activismo mayor contra los tribunales, sino en toda la agenda para imponer sus criterios a la gestión de gobierno, y dejar en claro que nada podría hacerse sin su beneplácito y, como se dice en las campañas oficiales contra el Covid, “aquí nadie se salva solo”, así que si ella no se salvaba, no se salvaría nadie.

¿Será este nuevo gobierno “administrado por su dueña” más efectivo que el de la vía media? Por de pronto es bastante más consistente: no hay mayor ambigüedad en lo que pretende, y los demás actores sabrán a qué atenerse. En materia económica, al menos de acá a las elecciones, se evitarán las inconsistencias a que es tan propenso el albertismo, al tratar de llevarse bien con Dios y con el Diablo, con el Fondo y con los efectores del gasto público. Y en el terreno judicial ensayará el uso pleno del enorme poder institucional del peronismo para imponer las tesis del lawfare. Si con eso no alcanza, ¿qué más se podría intentar?

La apuesta no carece de riesgos. Ante todo, porque se pone a la luz la terrible contradicción de este experimento que nos gobierna: la reunificación peronista fue una operación de alta política, pero cuyos fines fueron de lo más bajos y mezquinos que se pueda recordar, aún en una historia política llena de bajezas y mezquindades. Garantizar la impunidad de la familia Kirchner y sus asociados y mantener a flote y sin cambios un modelo económico que hace una década ya que languidece no pueden describirse sino como ideas mediocres, de corto vuelo, aspiraciones indefendibles no solo por lo inmorales e irrazonables sino, como dice Melconian, por lo berretas.

Y, para peor, ¿no son encima inalcanzables? Por más voluntad que ponga el oficialismo en torcer el rumbo de las cosas, ¿se puede evitar que el kirchnerismo quede en la historia como un experimento esencialmente corrupto, que una economía aislada de los mercados internacionales y espantando capitales languidezca, que la sociedad soporte el empobrecimiento pero sólo mientras lo justifique la excepcionalidad de la pandemia?

Todos estos interrogantes van a seguir abiertos durante la campaña electoral, aunque el gobierno gire sobre sus pasos dentro de un par de meses y se dedique a hablar de “recuperación”, “vacunas” y “baja de la inflación” para reenganchar a los votantes decepcionados.

Y van a seguir ahí porque, independientemente del resultado electoral, no cabe duda de que después de octubre tendremos más de lo mismo: cargar culpas en los demás, no hacerse cargo de nada y patear los problemas para adelante o debajo de la alfombra. Razonablemente, quien tenga un poder institucional estable en que respaldarse, como es el caso de los jueces, en particular los de la Corte, el FMI, y también de los gobernadores, los sindicatos y los empresarios más grandes, sabrá que le conviene esperar, aguantar el chubasco cediendo lo mínimo. Porque a la corta o a la larga el impulso de la voluntad oficial se va a agotar.

Así las cosas, aunque hoy tal vez festeje, pronto Cristina va a descubrir que no le convenía tanto convertirse en la entera dueña de la escena. Que hubiera sido preferible que extremara su paciencia. Pero ya va a ser tarde para volver atrás.

 

4 comentarios Dejá tu comentario

  1. por cuanto tiempo mas seguira sacando la lengua hacia la gente, en forma grotesca de burda burla, ignorando el uso necesario de mascarilla, en esta epoca de pandemia que parece no preocuparle demasiado. Que no se confie tanto ante las magias y gestos que sabe hacer, todas enseñanzas de vudu y brujeria cubana que fue a especializarce en Cuba, que hasta ahora la protegen y ayudan grandemente a zafar. Que un buen dia puede acabarsele la buena suerte y dejara de burlarse y menoscabar a gente curtida en trabajo y en años, que jamas han podido levantar su cabeza, conocer una gran ciudad y viajar en subte como ninguneo publicamente a una SEÑORA YA GRANDE, SALUSTRIANA, que pedia no por subtes sino por"otras cosas buenas." -Buena Yo? que voy a ser buena, respondio sacrasticmente entonces la jefa, diciendo por muy rara vez una gran verdad. Y no que no volvieron mejores. Ella no volvio mejor. Hasta el dia de hoy no ha mencionado una sola palabra de empatia hacia los miles depersonas que han perdido familiares....su unica preocupacion es quedar impune. El resto, simplemente le resbala.Se sienta en la silla del senado, solo para calentarla. Porque pacificamente no arriba a ninguna solucion o construccion de ley alguna en beneficio del pais. Solo en lo que atañe a ella y a los que se pegan a ella.

  2. Kirchenrismo y Peronismo, es mas de lo mismo, pero a su vez se rechazan entre si. Es como la Triple A y los Montoneros. Ambos se dicen PERONISTAS, pero se mataron.

  3. coincido con exigente. El peronismo dijo alguien es como una cáscara y adentro hay posturas de todo tipo pero lo que los une es la ambición personal el deseo incesante de poder. La vertiente del kirchnerismo es todavía más deleznable. Admiran a la oligarca más dañina que ha habido en la historia argentina. Y como buenos peronistas usan a cualquiera que les pueda dar un voto. Sea con la ideología de genero/ aborto, con los extranjeros que ingresan al país, con los presos, etc. etc. No le hacen asco a nada, meta palo y a la bolsa.

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