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Meneando al perro

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BIN LADEN, LA AMIA Y LAS ÚLTIMAS MENTIRAS
BIN LADEN, LA AMIA Y LAS ÚLTIMAS MENTIRAS

“Dicen que todo se sabe, pero tal vez vos no quieras saberlo”. Buena suerte y hasta luego (Los Rodríguez).

 

A medida que transcurren las semanas, la cancillería y gran parte de la corporación mediática nacional insisten con la solución Lockerbie a fin de sellar para siempre el caso AMIA acusando a la República Islámica de Irán. El inefable y corrupto juez federal Juan José Galeano, arrinconado por oleadas de reclamos a causa de su pésima investigación, se aferra como perro al hueso a este manotazo de ahogado.

Pero, felizmente, la verdad incontrastable de muchos testimonios de archivo que provienen de serias investigaciones dan por tierra esta maniobra; horriblemente burda y vil como el intento de travestir un atentado mafioso como otro producto del conflicto de Medio Oriente.

 

Contradicciones, necedades y afines

A poco de comenzar el juicio de la AMIA, a mediados del 2000, los bastoneros de la Alianza delarruista en la corporación mediática espoleaban para que el paquetito sea cerrado definitivamente. Así lo señalaba una nota escrita en Página 12 por Irina Hauser y Raúl Kollmann:

 “Todos los cañones apuntan al cierre de la causa AMIA. Mientras se realiza el juicio oral, el juez Juan José Galeano prepara una resolución para darle un marco casi definitivo a la llamada conexión internacional. De esa manera, con el juicio cubriendo el aspecto local y la resolución el internacional, prácticamente se lograría aparentar que no hay nada más por investigar y la pesquisa seguiría el camino del moribundo expediente de la Embajada de Israel. En el caso del atentado a la sede diplomática, la Corte Suprema de Justicia le adjudicó la autoría a Imad Mughniyeh, de quien ni siquiera se probó que haya pasado por la Argentina. Ese libanés figura en la investigación del tema AMIA, pero Galeano estaría apuntando también al agregado cultural iraní Moshen Rabbani, sobre quien hasta ahora no se vio en los papeles más que evidencia circunstancial.

La noticia fue confirmada a Página/12 por los fiscales Eamon Mullen, José Barbaccia y Alberto Nisman, quienes formularon la acusación en el juicio oral por el atentado a la AMIA y continúan instruyendo los capítulos inconclusos. Ellos reconocen que “todavía no hay nada firme de la conexión internacional”. “Pero es posible que haya en función de la investigación que se está haciendo la Triple Frontera”, explicaron a coro. “Además, contamos con testimonios de gente en el exterior, como el testigo C. Lo que no hay son elementos suficientes para responsabilizar a personas y llevarlas a juicio. Pero no se descarta que Galeano firme pronto una resolución que apunte a algún personaje específico”, dijeron los fiscales.

Más allá de lo que haga Galeano, también es cierto que en el juicio oral podrían aparecer datos sobre la conexión islámica-fundamentalista que operó en el país para que el atentado se perpetrara. O bien, podría ocurrir que, al final del proceso, los jueces del tribunal oral cuestionen la pesquisa y pidan que se haga todo de nuevo.

Mugniyeh era el jefe de operaciones del Hezbollah, un partido libanés que se asienta en el apoyo de Irán. Sobre su presencia en la Argentina no hay el menor indicio, pero la lógica es que en la resolución que prepara Galeano las cosas vayan hacia Rabbani.

Las pruebas que se conocen contra Irán y Moshen Rabbani son éstas:

-En noviembre de 1993 la SIDE filmó a Rabbani preguntando precios de camionetas Trafic usadas, el mismo vehículo usado para el atentado. Los investigadores sostienen que “los diplomáticos tienen exenciones impositivas totales, ergo, es ilógico que quieran comprar una camioneta usada por 10 u 11 mil pesos” cuando podrían adquirir algo mucho mejor.

Quienes cuestionan esta hipótesis argumentan que sería muy raro que un diplomático, personalmente, haga la gestión de comprar un vehículo para cometer un atentado. En especial, si es un hombre llamativo, con una barba larguísima y un acento muy pronunciado. Todo contradice la lógica que tendría una organización que prepara un atentado.

-En la pesquisa por el atentado, apareció una empresa extraña, South Beef, una especie de exportadora iraní de carne, que fue allanada y registraba operaciones que eran únicamente una cubierta para otras actividades. Rabbani era la autoridad religiosa que supervisaba el envío de las carnes a Irán y estaba ligado a South Beef, cuyo personal era sólo iraní. El problema es que, tal vez, esa empresa fantasma haya servido para triangular repuestos de aviones de combate o armas, u otra cosa. No hay pruebas de que su estructura se haya usado para el ataque a la AMIA.

-Hay dos testigos, el arrepentido Monoucheh Moatamer y el testigo C, un hombre que fue de alto rango en la inteligencia iraní, que sostienen que Teherán preparó el atentado. Es más, C sostiene que hubo una reunión de las mayores autoridades de Irán en la que se aprobó la ejecución del ataque contra la AMIA. La debilidad de ambos testigos es que, primero, no son neutrales porque están enrolados en la oposición al régimen de Teherán y, segundo, no pudieron señalar nada específico sobre Argentina: quiénactuó como mano de obra, dónde se alojaron, dónde se armó la camioneta, quiénes colaboraron, además de los diplomáticos de la embajada de Irán.

 -Por supuesto los servicios de inteligencia de Estados Unidos e Israel siempre dijeron que el atentado venía de Irán, el régimen que por entonces era su archienemigo. En verdad, los iraníes no tenían ningún antecedente de un atentado masivo fuera de Medio Oriente. Sí, en cambio, asesinaron a sus opositores.

-Un dato que para Galeano tiene importancia: uno de los colaboradores de Rabbani estaba en Dar el Salam cuando se produjo, en 1998, el atentado contra la embajada de Estados Unidos en esa capital de Tanzania.

-Desde el punto de vista operativo, el juez considera importante que el viernes 15 de julio de 1994, tres días antes del atentado, la camioneta Trafic fue dejada en el estacionamiento Jet Parking, en Azcuénaga y Paraguay, cerca de las 18. A esa hora, Rabbani estaba en los alrededores de esa playa. Así se determinó por las llamadas de celular que hizo. En una palabra, que Rabbani habría supervisado el estacionamiento.

Como se ve, la evidencia de ninguna manera es categórica y tiene un defecto básico: es imposible llegar al autor intelectual de ningún delito sin haber esclarecido primero quién fue el autor material. En la investigación argentina no se sabe nada sobre quienes cometieron el atentado ni dónde se alojaron ni cuáles fueron sus colaboradores. Sin saber eso, es imposible encontrar lazos concretos –diálogos, comunicaciones telefónicas, reuniones, testimonios– que permitan asegurar quién ordenó, en el plano internacional, la destrucción de la AMIA”.

El 20 de julio de 2000, el semanario Prensa Obrera, en una nota firmada por Daniel Rivero, denunciaba esta maniobra puntualizada arriba: 

“Una semana después de los actos de conmemoración por el atentado de la Amia, es claro que la ‘investigación’ que realiza el Estado argentino con el visto bueno del Estado de Israel y las direcciones políticas de la colectividad judía en la Argentina es un fraude descomunal: muchas pruebas desaparecieron en dependencias de la Policía Federal, otras se tiraron al río;  se‘sembraron’ testigos, se negoció y pagó recompensas a uno de los partícipes necesarios, etcétera. La principal investigación criminal en la historia del país está plagada de irregularidades que terminaron beneficiando a los imputados.

El 90% del expediente (la parte que va a juicio) refiere a una banda de policías asociada a un delincuente común. El 10% restante está lleno de declaraciones de los alcahuetes aportados por la CIA (la ‘conexión internacional’) y de líneas de investigación que conducen a elementos vinculados al menemismo y la Side.

El mismo juez Galeano reconoció que la continuidad de la investigación "quizá no sea suficiente para obtener o mínimamente intentar obtener el esclarecimiento total del hecho" (Clarín, 16/7).

Con razón se dijo, entonces, que la elevación a juicio oral significará el cierre de la causa: el próximo juicio ni siquiera se refiere a la voladura de la Amia sino en su costado marginal, ya que los procesados no están acusados de su planificación y ejecución, sino de facilitar una camioneta usada en la misma.

 

"El Estado argentino es la conexión local"

Esta denuncia le valió a Memoria Activa, hace un año, el repudio de toda la dirección política del país. Desde el Ministerio del Interior y la Comisión Bicameral se acusó a los familiares de "hacerle el juego a los terroristas". Para no ser menos, el presidente de la Daia los acusó de "antinacionales" cuando ratificaron su denuncia ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. La izquierda sionista (Schiller), por su lado, alimentaba sus esperanzas en el nuevo presidente de la Amia y en unificar a los familiares en la perspectiva de "profundizar la investigación" deliberadamente desastrosa de Galeano. Ninguna organización judía (de derecha o de izquierda) acompañó esta denuncia hecha junto a las Madres, Abuelas y otras organizaciones de derechos humanos.

Apenas un año después, la acusación de Memoria Activa ganó su lugar en la conciencia de toda la sociedad, como quedó registrado en el importante número de participantes del acto del 17, y en la dificultad que encontró la Daia/Amia para hacer hablar, en su acto, minoritario, a sus propios dirigentes a pesar de que contó con el aval de todo el gabinete, de todas las instituciones judeo-argentinas y de la embajada de Israel.

El Estado argentino (la ‘conexión local’), con el patrocinio de los encubridores internacionales (‘la conexión internacional’), compuso la partitura que ejecuta Galeano. Esta melodía, sin embargo, desafina. Mientras el Congreso de los EE.UU. sostiene que estos seis años estuvieron "marcados por el esfuerzo para minimizar el papel... de las fuerzas de seguridad argentinas con simpatías antisemitas" (La Nación, 19/7), el embajador Aviran opina que "por lógica (sic), fue Irán" (Clarín, 16/7). Storani, por su lado, ratificó el ‘discurso’ menemista de la Alianza: "Hay que sostener al juez Galeano, hay que bajar los decibeles del reclamo, hay que llegar a la instancia del juicio oral como sea y hay que trabajar para que esto no se caiga" (reportaje a Laura Ginsberg, revista CyO, del Icuf, Nº 6).

 

El agujero negro

Para De la Rúa y sus ministros de Interior y de Justicia se trata de lograr ‘consenso’ para desarmar ‘democráticamente’ el reclamo de los familiares. El temor a no poder lograrlo justifica el pedido de auxilio a la Iglesia, los rabinos y el mismo PJ (que votó sin fisuras la Ley del Arrepentido para facilitar la gobernabilidad).

Para ayudar a desmontar la potencial crisis, la conexión internacional que apuntala el encubrimiento para no afectar los acuerdos de Oslo entre los explotadores árabes y los sionistas, presiona para poner el ‘punto final’ con un juicio que castigue a los ‘perejiles’. Los EE.UU. presionan para que se condene, ante "la proximidad del juicio oral, a los presuntos integrantes de la llamada conexión local". "Queremos que el juicio oral empiece ya", concluyó el presidente de la Daia, mientras los observadores advierten que "si por errores en la investigación la causa se declara nula, el Presidente puede ser el blanco que muchos años tuvo a Menem en el centro" (La Nación, 19/7). Sea como fuere, para Israel "lo de los atentados es una nube dentro de nuestra excelente relación" (Aviran en Clarín, 16/7), lo que denuncia al embajador como pieza del encubrimiento internacional.

 

Cierre y juicio trucho

Todo este proceso político está en pleno desarrollo, y para nada cerrado. El Estado no tiene motivo alguno para brindar. A la hora del balance, De la Rúa confiesa que hay que rezar: "Sobre los resultados, es Dios quien nos puede apoyar, y ojalá nos ayude" (Clarín, 21/7).

El otro factor en el desarrollo de la crisis es Memoria Activa. Tras acusar al Estado por su papel en la conexión local, durante el último año no tomó resoluciones políticas (ni siquiera en el terreno jurídico) que la ayudaran a organizar, de cara al futuro, la denuncia y resistencia a los planes del gobierno y de sus socios locales Daia/Amia. Su dirección no supo superar el trabajo de pinzas entre el nuevo gobierno aliancista, por una parte, y las instituciones judías y la Embajada, por la otra.

La numerosa concurrencia del 17 de julio, que sorprendió incluso a sus organizadores, se fue emocionada pero con las manos vacías. En su discurso, los familiares de Memoria Activa no lograron expresar sus objetivos para la etapa que se abre.

Es necesario denunciar los planes del gobierno aliancista para cerrar la causa mediante el fraude jurídico. El reclamo de "juicio político a Galeano" también ayudará a organizar y desarrollar la movilización.

De manera paralela, se hace necesario organizar una Comisión Internacional independiente para esclarecer el atentado y determinar las responsabilidades de los Estados que intervinieron en él.

¡Otro gobierno, la misma impunidad! El gobierno de la Alianza no puede superar al menemista porque se alimenta de los mismos intereses nacionales e internacionales.

Esta situación de encubrimiento, se agravaría al año siguiente con los atentados en Nueva York del 11 de septiembre. Pues las sandeces aumentaron a tal calibre, que desde el juzgado de Galeano y la corporación mediática intentaron culpar a, nada menos, que Bin Laden de la autoría de la voladura de la sede mutual judía.

Con ese espíritu, el jueves 29 de noviembre de ese año, la cavallista Fundación Novum Millenium realizó un sugestivo encuentro titulado pomposamente Seminario sobre Terrorismo: Vulnerabilidades en el Nuevo Escenario Internacional. En el mismo, que contaba con la presencia de Miguel Angel Toma, el futuro jefe de la SIDE duhaldista y elaborador de un paper para Galeano, se señaló sin tapujos la implicancia de Al Qaeda en la masacre de la calle Pasteur. El periodista e investigador Juan Salinas saltó en ese momento con los botines de punta ante tamaña estupidez:

 “Era previsible que sucediera pero, aún así, no deja de sorprender hasta que punto se puede llegar a manipular a la opinión pública. Y el morro del juez Juan José Galeano, que ya se lo pisa y ha incurrido en un ridículo sin retorno.Me refiero a la reivindicación de los ataques a la embajada de Israel y la AMIA por parte de la "base" que constituye el núcleo gaseoso de la red de integristas sunnitas que tiene al príncipe saudí Osama Ben Laden por jefe político.

Irán, el país que matenía una guerra larvada contra los bárbaros talibanes y el principal soporte -al menos hasta ahora- de la Aianza del Norte, hace rato que ha dejado de ser el cuco para los Estados Unidos. Y, después de los atentados contra las torres gemelas, los persas jomeinistas han pasado ha ser, decididamente, de un enemigo previsible a un aliado problemático.

Lo mismo ha sucedido con Siria, que a pesar de seguir nominalmente -al igual que Irán- en la lista de "estados terroristas" que confecciona anualmente el Departamento de Estado norteamericano, desde su también nominal adhesión a la "Operación Tormenta del Desierto" contra los primos de Irak (país que también está gobernada por una rama del partido Baas, de lejanos orígenes laicos y socialistas) hace ya más de una década, disfruta de un bajísimo perfil en boca de los políticos y en las páginas de los diarios de los Estados Unidos.

Quienes conocen el expediente judicial de los atentados saben perfectamente que no hay la menor sombra de duda acerca de que fueron Siria e Irán, países que son estrechamente aliados, quienes impulsaron conjuntamente los atentados cometidos en Buenos Aires, y que la elección de la capital argentina fue cosa de Damasco, cuyo presidente vitalicio, el fallecido Hafez al Assad, estaba furioso con Menem a causa de múltiples motivos.

En efecto: como está ya claro como el agua y así lo han declarado embajadores por entonces tan cercanos al ex presidente como Oscar Espinoza Melo, Menem pidió y obtuvo ayuda para su ascenso político en Irán y los países árabes, y concretamente se comprometió a culminar el desarrollo del proceso de construcción del misíl Cóndor II; a posibilitar un intenso trasiego de valijas repletas de dólares provenientes de la comercialización en los Estados Unidos de drogas procentes del valle libanés de la Bekaá; a permitir la radicación y nacionalización de un selecto grupo de traficantes de armas encabezado por el sirio Monzer al Kassar y a proveer de la tecnología nuclear del Invap, con sede en Bariloche, tanto a Siria como a Irán.

Es más: Menem prometió que el primer país que visitaría si era elegido presidente era la Siria de sus ancestros, y en lugar de cumplir con su promesa, el primer país que visitó fue Israel. Y no contento con pasearse por las playas de Tel-Aviv, aceptó ser recibido por las autoridades hebreas en Jerusalén, ciudad cuya mitad oriental debe ser para las Naciones Unidas la capital del futuro estado palestino.

Menem, presionado por Estados Unidos a través del embajador Terence Todman y por un Domigo Cavallo que al establecer la paridad del peso con el dólar estaba en el pináculo de la gloria, no pudo cumplir una sola de aquellas promesas y en cambio, como guinda del pastel, decidió pasar por encima del Congreso y enviar dos fragatas para participar en el bloqueo contra Irak.

En esta condiciones, Siria, que contaba con el auxilio de la rama más radicalizada de Hezbolla (por cierto, expulsada poco antes del atentado a la AMIA por su negativa a participar en las primeras elecciones libres que el Líbano conoció en varias décadas) se obcecó en que los atentados se cometiesen en Buenos Aires, no importándole un bledo a su poder político que Menem lo supiera, en la plena seguridad de que lo ocultaría.

¿Por qué? Porque como bien explicó apenas a cuatro meses del atentado un informe de la "Fuerza de Tareas Republicana para el Terrorismo y la Guerra No Convencional" de la Cámara de Representantes con la firma de Yossef Bodansky, cabeza del "lobby" israelí en el Capitolio, en la organización del atentado participaron un par de personas estrechamente ligadas al propio Menem, quien por nada del mundo quería dar explicaciones acerca de aquellas promesas no cumplidas.

Hoy, muerto Assad padre y siendo mayoritario en el gobierno iraní el sector "reformista" partidario de suprimir o al menos limitar drásticamente los ataques terroristas en el extranjero, decir estas verdades de a puño, parece un sabotaje a las imperiosas necesidades norteamericanas de reincoporar a la grey de los estados "buenos" a Siria e Irán y darle aliento a los "halcones" que querrían extender los bombardeos a Kabul a Bagdad, Damasco y Trípoli.

Nada más ajeno a las intenciones de quien escribe.

La atribución de ambos atentados a Osama Ben Laden es tan funcional a las necesidades de la república imperial del norte de América como a las de un gobierno argentino que observa como el juicio laboriosamente montado contra un grupo de policías bonaerenses por haber supuestamente tenido en su poder una Trafic cuyo supuesto motor se encontró una semana después del ataque entre las ruinas de la AMIA, se está revelando como una farsa y cayéndose a pedazos.

Si durante siete años el juez Galeano, Corach, Anzorreguy, los fiscales y hasta la DAIA se empeñaron en echar la pelota afuera y responsabilizar del ataque a un hipotético conductor suicida iraní de una camioneta-bomba virtual (a la que nadie vio y que se habría "evaporado" en el momento de explotar, lo que no sucedió en ninguno de los casi cien atentados con coche-bomba que se cometieron en la pasada década), ahora se ven contrariados por las necesidades que surgen de la guerra contra un enemigo invisible.

Sus asesores se verán en figurillas para explicar como la CIA, el FBI, la Comisión Bicameral, la SIDE y la Policía Federal responsabilizaron hasta ahora a los chiítas, y a partir de ahora deberán acusar a los sunnitas. Pero ¿¡qué importa? Total... se igual: todos son islámicos.

A Osama Ben Laden se le puede atribuir, sin temor a recibir una negativa, hasta la caída e incendio del trimotor que le causó la muerte a Carlos Gardel en Medellín. También a él, producto mediático si los hay, le viene como anillo al dedo que tantos contribuyan a cimentar su leyenda. ¿A quién le importa la verdad?

La verdad es que sirios e iraníes no pusieron las bombas de la embajada y de la AMIA: les bastó con subcontratar estas tareas a argentinos con y sin uniforme y árabes de añeja residencia en el país. Y que Israel y la DAIA eligieron "comérsela" y colaborar activamente en el desvío de las investigaciones, en sintonía con el poder político.

Tuvieron sus motivos para hacerlo, pero esto es harina de otro costal”.

No importa que se culpe a Bin Laden o al suicida virtual Hussein Berro, porque el resultado será siempre el mismo: la entronización de la mentira como verdad suprema. Y la falta de justicia para las víctimas, sus deudos y el resto de la sociedad argentina.

Con una justicia espuria que elabora historias oficiales demenciales, aliada a un periodismo venal que las reproduce sin hesitar, la masacre de la calle Pasteur navega hacia el puerto nublado de la impunidad. Salvo que, con el esfuerzo contundente de unos pocos, se logre dar una efectiva vuelta de tuerca y la cortina de humo se disipe.

 

1 comentario Dejá tu comentario

  1. SOLO QUE A ALGUNOS ,NO LES CONVIENE ,Y A OTROS NO LES ENTRA EN LA CABEZA,YA QUE DURANTE DECADAS Y DECADAS,EN EL MANUAL DE INSTRUCIONES,DECIA BIEN CLARO QUE ERAN VICTIMAS Y NO VICTIMARIOS,A ESTOS NEGADORES,LES SERIA EQUIVALENTE A VER A LA VIEJA,HACIENDO UNA FELATIO CON EL PANADERO,COSA QUE EL CEREBRO NO ESTA PREPARADO PARA ADMITIR. PARA EL RESTO,CASTIGO Y CARCEL,SOBRETODO AL FISCAL ISRAELI ALBERTO NATALIO NISMAN.(SI TIENE DOBLE NACIONALIDAD COMO CIRCULAN RUMORES POR AHI SERIA MAS UNA VERGUENZA ,PARA ESTE TIPO DE ADMINISTRADORES DE JUSTICIA)

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