Rara especie esta la de Roberto Bolaño,
por eso habitó poco el país del smog, donde todo es humo, volatilidad, se
empañan los vidrios, caen las persianas llenas de hollín y se trancan las
puertas, el freno de mano no sirve, y te
tiran la chaqueta desde la punta de un hilo hasta dejarte desnudo en el
tejado.
Es como si te plantaran un tarro de pintura amarilla en la cara y después te
dijeran que eres un payaso desempleado, con derecho a permanecer taciturno
ocho veces a la semana.
Sé que me estás entendiendo, es difícil vivir con un cadáver de Arica a
Magallanes, especie de zopilote negro, carroñero, sobre el espinazo,
picoteándote la oreja, alternándose con la nuca y susurrándote Lili Marlen.
Por eso tus sacudidas permanentes, para espantar gallotes, malos augurios,
aves agoreras, brujas de escobas sin vuelo.
Te comento, se han escrito buenos titulares, en medio de tu partida, que es un
hasta luego, porque nos dejaste la imaginación escrita en palabra y eso si no
pasa. "Maestro de la generación post boom". No es un mal calificativo y
socarroncillo a la vez, como dicho frente a tu espejo. En la onda dirías, el
gusano que te corroe, pero con gusto.
Oye, por momentos me recuerdas Woody Allen, a veces un fraile franciscano con
sus sandalias mistralianas o el Quijote, que frisaba los 50 cuando partió
definitivamente cuerdo, pero venía de una Castilla cardiaca, infestada por
caballeros andantes de muy mal paso, a juicio de Cervantes.
"El último piel roja", te llamó un diario español monárquico, y pienso que
tiene algo de razón, le arrancaste la cabellera a la narrativa chilena.
Rolando Gabrielli
http://rolandogabrielli.blogspot.com/