Un par de semanas atrás Movistar anunció la puesta en funcionamiento de una red móvil con tecnología Open RAN. El hecho se dio en la ciudad de Puerto Madryn, en Chubut, convirtiéndose en el primer caso en el que se habilitó comercialmente esta tecnología en Latinoamérica. Se trata de un anuncio interesante ya que la tecnología Open RAN se perfila como la que generará una ruptura en el ecosistema de proveedores de equipamiento de red, al tiempo que está destinada a cubrir un rol clave en la geopolítica de las redes de telecomunicaciones inalámbricas.
En el caso de esta primera instalación, la elección de Puerto Madryn se debió a su tamaño (81.000 habitantes) y por ser una ciudad sin mucho suburbio, lo que hace que esta operación pueda realizarse en una geografía acotada, sin temor a interferencias de otras antenas operando con la tecnología tradicional en la misma banda. El despliegue se hizo en la banda 7 (2,6 GHz), dejando las otras operando con la RAN tradicional. Cabe destacar que el de Argentina es el segundo caso de uso de Open RAN en condiciones operativas del grupo Telefónica, siendo el otro en Alemania.
La RAN (Radio Access Network o red de acceso por radio) es la parte de la red que conecta los dispositivos (en la actualidad, mayormente smartphones) con la red móvil a través de una conexión de radio. En el caso de las redes móviles convencionales se componen de equipos de uso específico de un mismo proveedor. Esto les asegura la compatibilidad y buen funcionamiento, pero también le quita flexibilidad al operador de la red. En cambio, con Open RAN, se utiliza hardware estándar (x86), definiéndose la funcionalidad por software, lo que a su vez le otorga mayor flexibilidad. Esto tiene varias ventajas: aumenta el portfolio de proveedores, permite mayor innovación y eficiencia. Adicionalmente, estas redes son en teoría más baratas de desarrollar, fabricar y mantener que las convencionales, ya que se fabrican en su mayoría con hardware disponible en el mercado. Claro que también, al haber componentes de distintos proveedores, tiene mayores costos de integración. Al menos en estas etapas iniciales donde todos (proveedores, operadores e integradores) están aprendiendo y las escalas son más reducidas. Así, inicialmente no es más barato, pero sí debería serlo en la medida que pasa el tiempo y se va “aceitando”. De esta forma, se reducirá el TCO (Total Cost of Ownership o costo total de propiedad).
Con Open RAN, la situación actual tiene algún paralelismo con lo que ocurrió en la década de los 90, cuando el mundo tradicional de las telecomunicaciones había crecido y desarrollado con tecnología monolítica de integración vertical. Entonces aparecieron quienes abrazaron el espíritu inicial de Internet, usando código abierto, mezclando hardware de distintos proveedores, priorizando fundamentalmente la interoperabilidad y la descentralización. Algo que favoreció la aparición de múltiples ISP en un mercado de telcos dominado por los grandes incumbentes. Hoy, ese espíritu abierto es el que impulsa a los defensores del Open RAN.
Representando el 77% del mercado de radiobases mundial, la reacción de los tres grandes vendors de la industria móvil (Huawei, Ericsson y Nokia) ante la llegada de Open RAN fue dispar. Nokia fue quien más decididamente abrazó esta nueva tecnología. Quizás porque en los últimos tiempos viene perdiendo terreno y ve en una adopción temprana de Open RAN una forma de posicionarse mejor en una tecnología que, esperan, será dominante. Ericsson tiene una postura más conservadora, habiéndose unido, al igual que Nokia, al O-RAN Alliance, pero siendo mucho más cauta al respecto. Adicionalmente, ambas acordaron licenciar sus patentes a los demás miembros de la alianza. En el caso de Huawei, aún no se ha unido y esto pone en duda lo que sucederá con sus patentes. Está claro que, al menos por el momento, Huawei no está dispuesta a entrar en un proceso de destrucción creativa schumpeteriano…
Pero más allá de los aspectos tecnológicos y de negocios, el surgimiento de Open RAN tiene también su trasfondo geopolítico. Durante la administración Trump, la tecnología Open RAN recibió un fuerte respaldo. Fue como consecuencia de la desaparición de empresas estadounidenses de la lista de los principales proveedores de tecnología para redes móviles, especialmente con vistas al 5G. Algo que sucedió mientras Huawei ganaba terreno hasta posicionarse como un jugador de mucho peso en la industria. Así, la opción de ganarle a los chinos en su propio terreno no era válida. En cambio, se optó por ayudar a desarrollar una tecnología innovadora que diera la posibilidad a muchas empresas proveedoras de ese país a prosperar capitalizando la gran demanda que vendrá de la mano de 5G.
Con 5G el control de la infraestructura pasa a ser estratégico. Se debe a que 5G es mucho más que una forma más rápida de ver videos de YouTube o Netflix desde el celular y en movimiento. Se perfila como la infraestructura que será vital para la conexión de objetos, incluyendo a aquellos que forman parte de otras infraestructuras clave, así como industrias, siendo estratégica para la actividad económica. Es por esto por lo que, en una hipótesis de conflicto, no se descarta que una empresa proveedora de un país pudiera desconectar la red del enemigo. Es en el equipamiento para infraestructura y no en sus smartphones que está la base de las sanciones contra Huawei. El problema es el ascenso de China como superpotencia tecnológica. Y la tecnología Open RAN puede jugar un rol importante en esmerilar ese poder al tiempo que crea una oportunidad para tecnológicas estadounidenses, que cumplen actualmente un rol secundario en las redes móviles.
En síntesis, Open RAN es mucho más que una forma nueva de conectar dispositivos en forma inalámbrica. Se trata en definitiva de una tecnología que promete tener profundas implicancias en la operación de las redes móviles, en el mercado de los proveedores de hardware, software y servicios para éstas y en la geopolítica de las telecomunicaciones. Casi nada.