El tema de los fallidos radares que controlan las partidas y llegadas de los vuelos desde y hacia las terminales aéreas de Ezeiza y Aeroparque se está pareciendo a un cuento de nunca acabar.
Como se recordará, todo comenzó cuando un rayo dejó fuera de servicio al radar principal del aeropuerto de Ezeiza. Algo que sólo puede suceder en esta Argentina atrasada en varios aspectos, ya que ese radar tenía mucha antigüedad (se dice que era un modelo del año 1970), mientras los radares que se utilizan en una gran mayoría de países son modernos y a prueba de ese fenómeno meteorológico.
Parece que la salida de servicio del radar de Ezeiza generó un efecto contagioso, dado que al poco tiempo ocurrió lo mismo con el del Aeroparque Metropolitano. Lo cierto es que quedó en evidencia, una vez más, que los argentinos seguimos con la despreocupada costumbre de desatender el mantenimiento de aparatología clave, no reemplazar la que ya es obsoleta y no prever la obtención de los repuestos apropiados a tiempo. En una palabra, continuamos atando todo con alambre.
Lo que siguió ya fue suficientemente reflejado por los medios de prensa: la dura batalla de los controladores aéreos por mantener en vuelo a las aeronaves comerciales mediante operaciones manuales; el peligro de colisión entre aviones que se repitió dos o tres veces en poco tiempo, pese a las desmentidas; el cruce de acusaciones entre controladores, sus jefes y autoridades aeronáuticas; el reemplazo de controladores civiles por personal uniformado y el de autoridades uniformadas por jefes civiles, de dudosa experiencia en la materia; el despido de algunos de los controladores civiles; y las airadas protestas de centenares de usuarios cuando varios vuelos se postergaban o directamente quedaban suspendidos por dificultades para controlarlos.
Como corolario a todo este vergonzoso aquelarre, resultaron patéticas las expresiones justificatorias de la ministra de Defensa, Nilda Garré, dejando patentizada su inutilidad para ocupar un cargo estratégico como ése, fruto solamente de otro de los caprichos del presidente Kirchner, en este caso el de colocar al frente de esa cartera, y por primera vez en la historia de la misma, a un ministro con faldas, algo que sumado a su antigua ideología “idealista” llegara a irritar a los integrantes de las Fuerzas Armadas.
Más patética aún fue la presentación de la ministra ante el Congreso, donde tuvo que acudir a dar explicaciones luego de varios intentos por eludir su asistencia, y donde, rodeada de un batallón de asesores para que la ayudaran con kilos de papeles en las manos, sólo balbuceó incoherencias que no aclararon para nada el panorama.
Tras cartón, vinieron las rápidas declaraciones desde la Casa Rosada en el sentido de que iban a alquilarse radares para ser utilizados en lugar de los que quedaron fuera de servicio, y también la rápida inyección de 115 millones de pesos destinados a poner nuevamente en marcha a estos últimos. Después se dijo que se alquilaría un radar hasta tanto se adquiriera otro definitivo. Y más adelante que éste podría ser puesto en servicio a partir de agosto o septiembre próximo.
Con lo cual caemos de nuevo en otra costumbre argentina: la parsimonia e indolencia con que se encaran cuestiones que son urgentes, cuando, no bien quedaron los radares de Ezeiza y Aeroparque fuera de servicio habría que haber tomado el toro por las astas y salir a efectuar las compras correspondientes al momento.
De todas maneras se supone que no es por falta de presupuesto, a la luz de las habitualmente pomposas declaraciones presidenciales acerca de lo bien que está la economía, cómo crece mes a mes y el dinero que entra desde todas partes. Y por si fuera poco estarían los famosos fondos de la provincia de Santa Cruz, listos para resucitar y ayudar a una cruzada tan noble como la de reponer radares aéreos en condiciones, y evitar que cada uno que tenga obligadamente que tomar un avión no lo haga con “el Jesús en la boca”.
Cuando quieren actúan rápido
Al menos acaba de llegar al país, por barco, un radar Lanza 3D (tridimensional) del Ejército del Aire de España, prestado por ese país a la Argentina hasta que ésta por fin compre uno propio. El caso es que la urgencia por contar con ese radar hasta hizo que el presidente del gobierno español lo enviara sin esperar la firma de los acuerdos correspondientes (cuidado, señor Rodríguez Zapatero, con alguna pingüinesca picardía criolla y que después no se lo devuelvan). Eso sí, haciendo gala una vez más de la ancestral parsimonia nacional, ese radar recién estará operativo a partir del próximo 1º de julio.
Sin embargo, la noticia publicada en el diario español “El País” con la firma de Miguel González el pasado 8 de junio, motivó, por algunos términos utilizados en la misma, el enojo del ministerio de Defensa argentino. En ese artículo se señalaba que “el Gobierno español ha prestado a las autoridades argentinas, por un periodo de un año, un radar tridimensional del Ejército del Aire para atajar el problema del caos aéreo, que ha convertido el aeropuerto bonaerense de Ezeiza en uno de los más peligrosos del mundo”. Esas dos palabras, “caos aéreo”, fueron el tábano que picoteó implacablemente sobre el falso orgullo y la malherida idoneidad (?) de la ministra Garré y su entorno. Y allí sí se movieron rápidamente.
De inmediato, cuatro días después de publicado el artículo de “El País”, el director de Comunicación Social de la cartera de Defensa, el periodista –y también antiguo “joven idealista”- Jorge Bernetti, escribió a la sección “Cartas al Director” de ese diario demostrando cuánto habían sangrado las picaduras de aquel tábano.
Comenzó por señalar que la nota de Miguel González “dista mucho de informar adecuadamente acerca de la situación de la seguridad en el tránsito aéreo argentino”, y afirma rotundamente que “en la Argentina no existe caos aéreo”. Reconoce que se registran demoras por la utilización del llamado “control manual” en tanto se realiza la reparación del radar, “pero la seguridad está garantizada, y es justamente el gobierno argentino el que se ha puesto a resolver el problema”.
Luego de subrayar “la pronta y generosa ayuda del gobierno español para auxiliar con un radar, precisamente el mencionado en la nota”, Bernetti sostiene que “es preciso desmentir, como se afirma en esa nota, que la Argentina carezca de planes para la renovación e incremento de radares militares”, y alude a una convocatoria realizada por el ministerio de Defensa en diciembre pasado, a la que se presentaron en marzo último cuatro empresas internacionales –una norteamericana, otra francesa y dos chinas- para la compra de cuatro radares tridimensionales.
Claro que no se podía dejar pasar de largo el chascarrillo puramente político, destinado a que pueda ser apreciado también por “el jefe” en la Casa Rosada, por lo que Bernetti cuela en su carta el siguiente párrafo: “De los varios incidentes aéreos mencionados por ‘El País’ en varias ediciones, uno solo de ellos ha sido certificado como existente y no se debe a los problemas del radar. Algunos intereses sectoriales, protagonismo personal y cierta oposición política que ha hecho uso de la situación en un año electoral, perturban la percepción del cambio que se está produciendo”.
Lo de siempre, echarle la culpa de todos los males o de las fallas que se producen en estamentos del gobierno a “otros intereses”, o a la oposición, o a su “utilización en un año electoral”.
Precisamente estos tiempos preelectorales son los que tienen cada vez más nervioso al presidente Kirchner y a su entorno, y los motivos no son pocos. Casos de corrupción que rozan a algunos de sus principales funcionarios, estallidos sociales en la provincia natal del primer mandatario –donde hace tres meses que ni puede pisar, como era su costumbre los fines de semana- y en otros puntos del país, la reciente pérdida electoral de un bastión tan relevante como es la Ciudad de Buenos Aires, son solo algunas cuentas del rosario de cuestiones sumamente urticantes para el kirchnerismo.
Y a ellas viene a sumarse ahora el conflicto de los radares en las principales estaciones aéreas.
Otro cuento que aún no ha terminado.
Carlos Machado