Mi hermana estudia medicina y está haciendo la residencia en el hospital Vilela de la ciudad de Rosario. Hoy sufrió un intento de robo. Al salir de su trabajo y subirse al auto con una amiga, tres malvivientes armados las obligaron a bajarse a punta de pistola. Le quitaron la mochila a la amiga y le gritaron a mi hermana “tirá la llave”.
Su reacción instintiva e inconsciente fue salir corriendo. Se dio cuenta, luego, de que se había quedado con la llave en la mano. Volvió y el auto estaba ahí porque no habían logrado arrancarlo. Si se hubieran percatado de que ella tenía la llave consigo, seguramente le hubieran disparado. De hecho, con un poco más de mala suerte le hubieran disparado por el solo hecho de salir corriendo. Está viva de milagro. Yo podría estar hoy llorándola con mi familia destrozada, como tantos argentinos que han sufrido la peor tragedia.
Me entero también de que, desde hace tiempo, hay un reclamo de los trabajadores exigiendo más presencia policial en el hospital. Cuentan solamente con un guardia desarmado, que es prácticamente una declaración de impunidad y una invitación funesta al delito. Desde luego, nadie piensa en ese guardia, que puede ser blanco de ataques criminales por el solo hecho de usar uniforme, ni en los trabajadores de la salud que se exponen a la violencia todos los días.
Enciendo la televisión y veo en un canal nacional que en mi provincia, Santa Fe, un juez liberó a un violador, a pesar de los dictámenes psiquiátricos en contra, porque la penetración fue con preservativo. Realmente no lo puedo creer. O, mejor dicho, sí lo puedo creer. Es el típico razonamiento garantista. El propio Zaffaroni reconoció que al resolver un caso siempre daba vueltas el asunto buscando la excusa que le permitiera evitar o minimizar la pena, que es lo mismo que decir maximizar la impunidad. El juez, con fuertes antecedentes garantistas, encontró esa excusa estúpida y sin ningún basamento legal. Peor aún, sintió la impunidad necesaria para declararla públicamente.
Así estamos. Cambio de canal porque no puedo más de la indignación. Prefiero cuidar mi salud antes que retroalimentarme con la bronca de estar gobernado por verdaderos estúpidos (no todos, desde luego, pero demasiados). Aparece un video del Jefe de Gabinete Santiago Cafiero que en pleno recinto expresa “dirigentes y dirigentas”. Este tipo se preocupa por quedar “cool” y pone energía de sobra en ornamentaciones discursivas que, dicho sea de paso, lo exponen como un verdadero ignorante. Pues no se dice “las dirigentas” sino “las dirigentes”. La palabra “dirigenta” no existe.
Hace poco condenaron al policía Chocobar a dos años y medio de prisión y cinco de inhabilitación. Él vio que un delincuente le propugnaba múltiples puñaladas a un ciudadano (que resultó ser un turista extranjero) y en vez de hacerse el distraído o dejarlo escapar corrió hacia el lugar y se involucró. En vez de hacer lo cómodo, hizo lo correcto. Persiguió al criminal, que estaba armado y no obedecía a la voz de alto. Este podía en cualquier momento darle un cuchillazo a cualquier transeúnte y matarlo. Podía perfectamente sacar un arma y disparar, ya que estaba en actitud completamente hostil y desafiante hacia la ley y la autoridad. Era claramente una persona peligrosa para la sociedad que estaba huyendo ilegalmente. Chocobar disparó hacia abajo, con la intención de herirlo y detenerlo, no de matarlo. Una bala le dio en el fémur y otra rebotó en el piso y lo mató. Es decir, el policía hizo todo lo posible por detenerlo con los medios que tenía a su disposición. El cobarde del tribunal lo condenó y ahora Chocobar hace changas y estudia enfermería para salir adelante.
Me viene a la mente el rostro de Ginés González García intentando explicar lo inexplicable. Que en realidad no hubo vacunación vip porque el Director del Posadas había sugerido hacerlo en el Ministerio porque el vacunado era una figura conocida… Ni él entendió lo que quiso decir. Justamente el miedo del director del hospital a la indignación o el enojo de los trabajadores se basaba en que, al ser el vacunado alguien conocido, se iban a dar cuenta de que estaban haciendo algo incorrecto; de que se estaba salteando la fila. Dios mío. Así estamos.
El gobierno cerró las escuelas un año entero sin pensar en las consecuencias mientras abría los casinos. Establecieron la cuarentena más larga e ineficiente del mundo, con un centralismo bobo por el cual no se podía trabajar en todo el país cuando sólo había circulación viral comunitaria en el AMBA. Perdieron por negligencia y/o corrupción millones de vacunas de Pfizer que hubieran podido salvar vidas. Se encanutaron tres mil vacunas para repartir entre amigos y militantes, mientras los ciudadanos de riesgo morían en los hospitales.
Destruyeron la economía por segunda vez, que ya habían destruido con Cristina en 2007-2015, cuando generaron (no heredaron, como Macri, sino que generaron ellos solos) la inflación, un gasto público insostenible y muy difícil de bajar, un déficit fiscal atroz, quema de reservas y stock de capital, déficit energético, atraso cambiario, atraso tarifario, endeudamiento (que es consecuencia del déficit crónico), entre otros problemas de muy difícil solución, que no solo nos impiden crecer, sino que nos hunden cada vez más.
Recientemente salió un estudio que indica que Argentina será uno de los países que más tiempo tardará en recuperar los niveles de actividad económica previos al coronavirus, y eso que ya estábamos mal.
Realmente, con el gobierno Fernández-Fernández, la Argentina parece estar tocando fondo. Esperemos que sea así. Que tengamos un efecto rebote cultural e institucional, y no solo económico. Porque el efecto rebote económico es efímero y solo sirve para que se reagrupen y rearmen los ineptos saqueadores del Estado.
De nosotros depende si tocamos fondo o si vamos a seguir cayendo, pero difícilmente se pueda encontrar en la historia argentina un momento de mayor mediocridad, bajeza moral, desintegración social, estancamiento y dogmatismo estúpido.
Esperemos que los argentinos aprendamos que, más allá de los partidos y las ideologías, más allá de ser de izquierda o de derecha, de querer un Estado un poco más o un poco menos intervencionista, hay ciertas cuestiones que son de sentido común, de justicia y de moralidad básica. Hay cosas contra las cuales hay que ir sin medias tintas, y sobre las cuales ponernos de acuerdo sin demasiada discusión.
Enumero las más básicas y urgentes: condenar el garantismo, entendido como dogma favorable a la minimización de las penas y la maximización de la impunidad (esto se arreglaría apoyando y promoviendo a los jueces no garantistas); luchar contra la corrupción, para lo cual la clave es la independencia judicial (o sea, hacer exactamente lo opuesto de lo que promueve actualmente el kirchnerismo: no bajar la mayoría para elegir al jefe de fiscales y dar marcha atrás con la reforma del Consejo de la Magistratura de 2006); evitar un gasto público e impuestos insostenibles (el gasto público es muy fácil de subir pero extremadamente difícil de bajar, y si se lleva a un nivel insostenible, como hizo Cristina al pasarlo del 25% al 40% del PBI y que Macri no bajó, el efecto natural en un país pobre como el nuestro es un estancamiento y decaimiento económico a largo plazo).
Me animo a decir que si acordamos en estas tres cosas básicas (ir decididamente contra el garantismo, la corrupción y el exceso de gasto e impuestos; o a favor de la justicia, la honestidad y la libertad), nuestro país daría un vuelco positivo y el debate público escalaría a un nivel muy superior al actual, sin importar qué partido gobierne. Depende de nosotros los ciudadanos, de castigar categóricamente con nuestro voto a todos los que empujen de cualquier manera en contra de eso.
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