Nota de Laura Etcharren del 07/06/21 titulada «Estancamiento de la obra policial de De La Sota»
Nota de análisis sobre un aplanamiento en el desempeño positivo que la Fuerza Policial Antinarcotráfico tiene (de ahí el título sobre un “estancamiento”) en comparación a anteriores éxitos, por ejemplo en 2018, que daban cuenta de su calidad operativa. A partir de una primera parte que brinda el contexto histórico —y que articula muy eficientemente con el lead de la nota—, se desprenden cuatro bloques más donde la redactora profundiza en las razones de este estancamiento (internas políticas, cuestiones de gestión, injerencia de otros actores sociales, etc.).
Este artículo, de forma independiente a la calidad de su contenido y de su argumentación, es un caso de análisis muy interesante porque condensa en un mismo texto una serie de errores muy comunes de redacción. Analicemos algunos.
Muchas infografías de las que tanto abundan en páginas de correctores o en manuales de estilo hacen énfasis en la llamada coma criminal. Esta expresión, bastante dramática, se usa para indicar una coma que separa un sujeto de un predicado. Podemos ver algunos ejemplos en cuatro de los cinco bloques: “Sin embargo, la proyección positiva, comenzó a estancarse”, “Los resultados, son el escándalo (…)”, “Desperdicio que hoy, bordea la cornisa”. Quizás —quizás no— aparezcan por imitar la pausa de entonación que una persona usaría al leer esas oraciones en voz alta. No obstante, los signos de puntuación tienen sus propias reglas, independientemente de cómo leamos o recitemos un texto.
Al principio hay una enumeración que es interrumpida por lo que quizás —quizás no— fue un mero error de tipeo que introdujo un punto seguido en lugar de una coma. “(…) pone en jaque (…) la credibilidad. La lógica de la moral y los valores que debe atravesar a una fuerza de seguridad”. Curiosamente, esta clase de errores constantemente resultan invisibles para el redactor, quien puede releer varias un párrafo y no ver sino aquellas exactas palabras en las que está pensando. Esto sucede, claro, por lo impregnado que está el redactor con sus propios pensamientos. El lector, por otra parte, al leer por primera vez el texto se puede ver obligado a releer estas zonas confusas.
Esta clase de errores “accidentales” son un buen argumento sobre la necesidad de trabajar con correctores profesionales que puedan pulir un texto antes de que se publique. También nos recuerdan que muchos textos son, al fin y al cabo, productos de sus condiciones técnicas de escritura.
José Manuel “De La Sota” (como se lo menciona en el título y en el cuerpo del artículo) debería ser “José Manuel de la Sota” —en el caso de que se escriba nombre y apellido— o “De la Sota” —si solo se menciona el apellido, “el señor De la Sota”—, tal como indica la Ortografía de la lengua española en su apartado sobre apellidos. Otros errores relacionados con confusiones sobre el uso de mayúsculas están en el uso reiterado de mayúsculas para marcar un énfasis o “resaltar” la importancia de un término (por ejemplo, en la nota, siempre que se usa la palabra “narcomenudeo”). También aparece otra figura conocida: el uso (incorrecto) de mayúsculas en cargos y posiciones jerárquicas. “Alejandro Moyano fue el primer Fiscal General”, “Adjunto, con el entonces Ministro de Seguridad, Carlos Massei”, “(…) y el Jefe Policial se percibió como "Ministro"”, etc.
¿Es correcto el uso de “el legendario "Tuerto" Cacho”? Al respecto la Ortografía nos indica que los apodos no necesitan cursiva ni comillas, a menos que vayan entre el nombre de pila y el apellido (“Juan Huracán González”). Así, simplemente debería haber sido “el Tuerto Cacho”. Sobre este caso (y sobre el uso de apodos en general) es interesante ver cómo muy pocos diarios tienen criterios de homogeneidad establecidos.
Recordamos de nuevo que los errores antes enumerados no hacen, de ninguna manera, a la argumentación formal del artículo que, por lo demás, fue estructurado de forma eficiente y tiene una buena progresión temática. Esos errores (y otros más que no se mencionan) simplemente ilustran algunos vicios habituales en la redacción periodística (y en la redacción en general).
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