No sólo robaron su cadáver, sino que pretendieron también robarle su identidad. Los militares argentinos que derrocaron a Juan Perón en septiembre de 1955, se encontraron con una bomba de tiempo que descansaba en el edificio de la CGT: el cadáver incorrupto de Eva Duarte de Perón. Totalmente aterrados de que la creciente resistencia peronista se apropiara de él y lo convirtiera en bandera de lucha, cavilaron en las sombras sobre su destino y resolvieron hacerlo desaparecer. Luego de este acto aberrante, la historia se travistió en mito.

 Resuelto a desentrañar el mismo, el libro de Carlos De Nápoli Evita: el misterio del cadáver se resuelve (Grupo Editorial Norma, 2003) arroja luces sobre este hecho al poner sobre la mesa una verdad histórica silenciada durante décadas. De Nápoli, autor junto a Juan Salinas de Ultramar Sur, saca a relucir el testimonio del teniente coronel Gustavo Adolfo Ortiz, verdadero responsable del traslado del cuerpo de Evita a Europa. Su testimonio, absolutamente ignorado por la corporación mediática nacional y sus satélites, desmitifica el relato mendaz del coronel Héctor Cabanillas, aquel frustrado general con enorme papada de batracio, según una puntual observación de Tomás Eloy Martínez, quien se autoadjudicó la responsabilidad de la operación del traslado.

Ordalía alrededor de una muerta

 El valor del libro no solo radica en lo testimonial, sino que también constituye un buen retrato de época; una visión de la Argentina desde julio de 1952 hasta el retorno de Perón en 1973. Pues parecería que toda la historia girase en torno de aquella muerta ilustre, a la que se le había negado un pacífico descanso. Por un lado, el gobierno de la mal llamada Revolución Libertadora, sumido en flagrantes contradicciones y sumamente aterrado por tamaña herencia recibida. Por el otro, la naciente resistencia peronista que pretendía volver paranoicos a sus enemigos y el cadáver de esa mujer poseía para ellos un valor simbólico trascendental. También en esa ruleta mortal la Iglesia católica ocuparía un papel trascendental, dado que sin su ayuda hubiera sido imposible el éxito de la operación encubrimiento y traslado.

 “Cada vez que en este país hay un cadáver de por medio, la historia se vuelve loca”, reflexionó Aramburu en una reunión, según el libro Santa Evita, de Tomás Eloy Martínez. Y, efectivamente, es lo que documentan Ortiz y De Nápoli en este libro; como la historia argentina pareció enloquecer cuando le tocó bailar al compás del cadáver de Eva Perón.

 Luego de viajar por las páginas del libro, es indudable constatar que para ambos autores la confección del mismo fue un descenso a los infiernos. Para Ortiz, obligado por sus pares y las circunstancias a guardar un secreto demasiado pesado, bancándose como verseros de la talla de Cabanillas, o para De Nápoli, quien se topó con este relato imprescindible para desentrañar el manto de silencio del mito.

 En suma, Evita: el misterio del cadáver se resuelve es una obra de lectura imprescindible para comprender mejor el revés de la luna de la historia argentina, muchas veces pésimamente contada.

Fernando Paolella