Carlos Alberto Reutemann era gobernador de Santa Fe, promediaba su segundo mandato y había sido senador, pero el 11 de julio del 2002 rechazó la oferta del por entonces presidente Eduardo Duhalde de ser su candidato en las elecciones del 25 de mayo del 2003: “Vi algo que no me gustó y que tal vez no diga nunca”, dijo el hoy fallecido senador.
Quién reveló el misterio de aquellas palabras fue el exmbajador menemista en Chile, Oscar Spinosa Melo, en el año 2006, acá mismo, en Tribuna de Periodistas. Así lo contó:
Reutemann había dicho que “le conocía la cara al enemigo”. Entre los estertores agónicos de la “re-re”, Menem, en uno de sus últimos intentos, convocó a un Congreso del Justicialismo en Parque Norte. Reutemann no concurrió y la delegación de su provincia, que sí lo hizo, se retiró de la asamblea dejándolo a Carlitos “estadista” sin quórum. Se cerraba otro capítulo que bien podría haberse titulado “Amor con amor se paga”. Y yo creo conveniente completar los dichos del Lole sobre la cara del que pergeñó el operativo: “Los ojos se parecían a los de Corach y la nariz y la boca, a los de Kohan, pero no creo que el cerebro fuese de ninguno de ellos”, afirmó. Todos sabemos de quién era el cerebro... Sin embargo, y cosa curiosa, nunca rompió lanzas con Menem.
Y pasó el tiempo. Obeid terminó su mandato distanciado de Reutemann que volvió a ser Gobernador de su provincia. Los acontecimientos que llevaron al final del gobierno de De la Rúa son objeto de comentario en otro capítulo. Lo que interesa para culminar este, que comenzó en un ya lejano 1995, es ver en qué ha terminado el Gobernador de Santa Fe.
Invento de Carlos Menem, el ex corredor de Fórmula 1, sin ningún antecedente que indicase una vocación política, se vio, en virtud de la horrorosa corrupción de la gran mayoría de los dirigentes del Justicialismo, catapultado como uno de los principales candidatos a la Presidencia de la República por el peronismo. Era mi modesta opinión y no tengo dudas, el “nuevo” De la Rúa que le preparaba a la Nación la “serpiente” de Anillaco...
Pero algo no funcionaba con el propio candidato. Las encuestas le daban muy bien, pero su respuesta, cada vez que era consultado por la prensa, era negativa respecto a sus posibilidades presidenciales. No una, sino muchas veces, tantas que empezaron a circular versiones más encontradas sobre su actitud. Desde temeroso, pasando por no querer competir con Menem, hasta cuestiones de su más estricta intimidad fueron barajadas por distintos sectores de la opinión pública. Otras, señalaban que tomaba su tiempo y que no quería ser presionado.
El hecho es que finalmente, y luego de una visita al Presidente Eduardo Duhalde en el hall de la Casa Rosada dijo su ya famosa frase de: “Seguramente vi algo que no me gustó y por eso no voy a ser candidato”.
Debo reconocer que no fui el único sorprendido. El país entero lo estaba. Yo a Reutemann no lo conozco personalmente. Lo he visto alguna vez a distancia, en Montecarlo, la noche previa a un Gran Premio allá por los años 70. Un hombre que maneja un auto a más de 300 kilómetros por hora no es un miedoso. Y quien hizo frente al intento menemista de fraude en su provincia y lo desbarató, no parecía tener un respeto reverencial por aquel que lo lanzó a la política. Y si bien a nadie le gusta que lo presionen para adoptar decisiones tan trascendentes como competir por la presidencia de la República, siempre hay formas de fijar los tiempos adecuados.
Pero la forma en que el Gobernador de Santa Fe cerró toda posibilidad de llegar a la Primera Magistratura no sólo sorprendió, sino que levantó una tormenta de suspicacias por demás pesadas. Lo más destacable fue la pregunta general: ¿Qué fue lo que vio Reutemann? ¿Qué le hizo tomar tan drástica y definitiva resolución? De todos los ámbitos de la vida pública surgía la pregunta que quedó hasta hoy en día sin respuesta. Al menos, de quien debía darla. Algo muy pesado debía esconderse detrás del silencio del ex piloto de Fórmula 1.
Por eso, y sólo como una hipótesis, voy a reproducir unos párrafos publicados en Página 12 por el periodista Martín Granovsky el 23 de julio de 2002:
“Eduardo Duhalde saludó contrariado a Carlos Alberto Reutemann y le dijo: ´El Turco es el mismo psicópata de siempre.´ Juntos fueron al microcine de la Quinta de Olivos. La única presencia era un operador. Duhalde se había asegurado de contar con la menor cantidad posible de testigos para evitar filtraciones.
El video era borroso, pero las caras se distinguían nítidamente. Parecía una escena de Calígula. Hombres con mujeres, hombres con hombres, mujeres con mujeres. Figuras del gobierno y del Congreso... Las botellas de champagne parecían surtidores. Reutemann pensó por un momento que le hacían acordar al podio de Fórmula 1. Pero esta vez no buscaría ni un segundo puesto. Se fijó en la imagen de una odalisca. Parecía un hombre disfrazado.
´Entonces no hay nada que hacer –comentó parco como siempre. Fue después de esa reunión que pronunció la frase increíble: 'Seguramente vi algo que no me gustó y por eso no voy a ser candidato'.”
Que cada lector saque sus conclusiones. Yo, las mías, las tengo y muy claras... Y creo que Duhalde también y que para evitar un nuevo De la Rúa de Menem, como buen ajedrecista, movió sus piezas en forma magistral...