PALABRAS
Es difícil que alguien en su adolescencia no haya sido tocado
por algún verso, ni vivido un momento poético en su vida. Curioso, extraño,
sorprendente destino el de la poesía en todo tiempo y época. Género más antiguo
que la palabra, es ante todo lenguaje, una manera de ver, representar,
interpretar, sentir el mundo. Poesía es vida y las palabras nuestro oxígeno. Las
palabras derrumban toda pared y hacen de ese espacio un nuevo silencio: la
comunicación perfecta. Muchas definiciones para una expresión que ha reinado con
distinta eficacia por los siglos de los siglos. Los poetas realmente se tomaron
la palabra y no han dejado tema sin asumir desde tiempos inmemoriales a estos
tiempos que descreen del valor, significado y trascendencia de la palabra. De
muchas formas y contenidos, la poesía entra en materia real, cotidiana,
metafísica y se convierte en objeto de atención, lectura, reflexión desde luego.
Curiosamente la poesía pareciera también en la actualidad un
objeto pringoso en manos de hacedores de banalidad (des), y el poema se impregna
bajo el ombligo de la palabra, rastrea los insondables pensamientos como
chatarra, como tiempo perdido, como buey sin yunta. Sin embargo, se realizan
festivales de poesía, recorridos a tumbas sagradas, encuentros, recitales,
editan revistas casi secretas y en Internet todo el mundo es poeta o un poco al
menos. Los vernos, no obstante (disculpen como voy engarzando con el cliché), no
son bien recibidos en las estanterías y los libros de poesía sueln brillar por
su ausencia.
Los editores y editoriales abominan literalmente de los
libros de poesía, de esa manera "absurda" de cortar las palabras, verticalizar
el texto, en fin, decir las cosas al revés y para ser leídas con cuatro espejos.
Los poetas se reúnen de Norte a Sur, Este a Oeste, y el universo continúa
inmitable desmoronándose a pedazos de prosa. ¿Qué podría decir hoy un Manifiesto
que la realidad no haya destruido a palos? Habría que volver a escribir desde la
caverna de las palabras. Olfatear el verbo, comenzar allí, con las visceras al
aire a respirar, y arrastrar la cabellera de la poesía, porque es
hembra.Empinarse al borde del precipicio y dar un sólo grito para aumentar el
silencio de la palabra. Arrojar la muerte de un zapatazo y volver con una lluvia
de palabras nuevas.
Todos los escritores y artistas, de una manera u otra, tienen
una deuda, antecedente.
A veces esta deuda es con realidad, con el pasado contaminado
que uno nace. Es difícil hacer algo nuevo sólo a partir de una burbuja. Tirar
una primera piedra tiene sus consecuencias. La rueda es otra secuencia de las
dos piernas humanas. Para un escritor inédito de casi toda una vida, el
ejercicio del silencio impreso, es desde luego una postura. Es un acto salvaje
de soledad, un doble compromiso con esa señal y ausencia que debiera tener todo
poema. Ni siquiera un poeta inédito puede alegar no-contaminación de su palabra.
La poesía puede llegar a ser un indomable puercoespín lanzado en las sábanas de
la mujer amada, la eterna cohabitación de la rosa y la espina, un azul más rojo
que una verde primavera y tus ojos, tus ojos que han leído estas palabras antes
de ser escritas. Es mejor saber que todo está escrito, para comenzar con el pie
derecho. La poesía está en todas partes y no siempre en un papel escrita de
manera vertical. No siempre se mueve el poema ante nosotros, puede ser la voz
secreta que alguna vez tuvieron las palabras. Un poema sabe que existe porque es
un secreto revelado. Las palabras son cotidianas e inefables. Un poema lo
volverá escribir cada nuevo lector. Es tal vez la mejor manera, única de superar
realmente una página en blanco. En estos años de insomnio frente a la página en
blanco, de pudor, olvido, temor, impotencia, frustración, dolor, rabia frente a
la página impresa, la poesía nunca ha estado ausente, porque el papel no siempre
hace al monje. La poesía es un hábito que no se ve, se calza, se habita así
mismo, como los zapatos. El poema es un acto de amor sin temor un rumor que va
creciendo en una circunferencia sobre el agua expandiéndose sin olvidar su
centro y no tiene fin ni comienzo, porque es redondo como la punta de dos
palabras.
Durante todos estos años he reconocido mis deudas literarias
con todos los autores que he mencionado una y otra vez. Mis lecturas. Trakl,
toda la poesía chilena , clásicos españoles, los surrealistas, J. Donne, Rimabud,
Baudalaire, William Blake, Lautreamont, Pound, Essenin, Whitman, Apollinaire,
Kavafis, Prevert, T.S. Eliot, Celan, Micheaux, Vallejo, Dylan Thomas, Lezama
Lima, Eliseo Diego, Cardenal, Borges, Gelman, la mujer, mis amigos, la
geografía, la ciudad, el amor, la muerte, la vida, Kafka, Kafka, Kafka... y la
Musa que siempre está detrás, dentro del poema... La lista es sin duda, mayor y
no se agota como las palabras.
He sido fiel a mis maestros, escribir, escribir en cualquier
estación, lugar, hora y revisar sin tiempo. La poesía tiene muchas motivaciones,
siempre está presente, es un acto solitario, un ruido que no se sabe y se sabe
de donde viene. El poema es un viejo caracol, un laberinto ciego, siempre una
puerta. Mis poemas pertenecen a tu corazón ardiente, siempre son mi último
verano y reviven las hojas secas. Apuestan a tus insomnios, horas muertas, a tu
pasión, mi desconocido lector.
Con mi admirado Jack Prevert, quien cumplió este 2007, 30
años de ausencia física, quiero homenajear a mis maestros y poetas de todos los
tiempos, a quienes creen en este oficio, ejercicio de vida que vive por las
palabras. (Paroles, decía Prevert) Un poeta verdaderamente popular es aquel que
siempre leemos, recordamos y asociamos con nuestros actos cotidianos y sueños.
Sin generación, sin país, sin parar...
(desde mi domingo)
"En el náufrago día de mi nave más bella/ me encaramé
sobre su mastelero/ para mirar el mar./ No había mar: no había ni su huella: /no
había ni el vacío dese día postrero/ sólo había mirar./ Miré el mirar del
navegar que espero".Rosenmann-Taub (Auge)
Con frecuencia me preguntan periodistas, poetas, amigos,
personas, pasajeros de la palabra, cómo “hago” poesía, por qué, cuáles son mis
influencias, de dónde viene el poema, “la inspiración”, qué empuja la piedra al
vacío sin caer en el vacío. Cuáles son , en verdad, mis intenciones. Miro hacia
los puntos cardinales que no encuentro, cada vez que doblo una esquina y me
digo: la Musa es de carne y hueso, existe. Es tibia, secreta, secretísima,
geógrafa con su geografía hermosa que no tiene principio ni fin, es el cuerpo de
su palabra y largas piernas que me llevan y traen a un sitio desconocido: el
poema. Pero el viaje es largo, continuo, viene de muy atrás, una orilla sin fin,
como una cadera huérfana que busca un dueño. Detrás de cada palabra se agita la
vida. Las cosas integradas por más cosas tienen cosas por dentro, por fuera,
sobre el aire, adentro de las cosas, así las personas y las palabras, poseen un
adentro y un afuera, donde se respira libremente. La cosa respira en la cosa y
también en el poema. Es un ruido tan profundo como el silencio. Una interminable
ola que no cesa. Memoria es todo mi presente, mi pasado casi olvido. En el
futuro está la respuesta latiendo. Las cosas pasan, suceden, son.
La que no pasa es esta Musa dulcemente instalada en la
memoria, arbitraria, silenciosa, carnal en la palabra, misteriosa, profundamente
bella, de largas piernas insuperables, Ella es trono de esta libertad, dueña
misteriosa del aire que son mis vocales, todo este abecedario que empuja en la
última rama de la palabra.
El poema es la libertad y se ha dicho tanto entorno a lo que
es y no es poesía. Se escribe desde el insomnio, donde los demonios son
solitarios espantapájaros que saben que los gorriones mueren lejanos al
atardecer porque nunca nos pertenecieron. Uno parte del alba, lo primero es el
silencio, un ruido en el rodar de la palabra, ovillo, tejido de un fruto apenas
visible. La hoja contamina con su atmósfera silenciosa la palabra que recibe. No
hay atajo para el poema. El poema tiene sus propios pasos, principio y fin.
Algo comienza a respirar alrededor de uno, una atmósfera
nueva, obsesiva, la carga del silencio evacua palabras tal vez dichas pero que
irán articulándose de una manera diferente. Es un zumbido sin estridencia alguna
que sólo busca su lugar por un tiempo que es el poema y después se apaga, no sin
antes dejar una estela que es señal que todo tiene un comienzo inesperado y lo
nuevo realmente es así. La palabra viaja desde su propia intangible realidad, su
ingrávida musculatura mueve el cuerpo, naufraga, gira en su redondel de luz
oscura. Inefable, inefable. Todo lo inalcanzable es el poema.
Rolando Gabrielli©2007
http://rolandogabrielli.blogspot.com/