Cristina Fernández de Kirchner no es de faltar a las sesiones. En rigor de verdad, ella está al principio de las mismas y vuelve sobre el final; en el ínterin aprovecha para recibir gente en su despacho del Senado. Cuando en el arranque de una sesión aparece en su lugar la santiagueña Claudia Abdala de Zamora, elegida por CFK para ser presidenta provisional, se sabe que la vicepresidenta de la Nación ya no asistirá. Pasa pocas veces, pero el último jueves ocurrió por segunda vez consecutiva.
El 15 de julio, justo en la última sesión que había tenido el Senado, su titular no estuvo. Nunca hay una explicación oficial, pero esa vez quedó claro que la expresidenta estaba preparando la presentación que haría a la mañana siguiente ante la Justicia, por la causa del Memorándum con Irán. Este jueves solo se informó que Cristina Kirchner estaba en El Calafate.
Había tenido una semana agitada, con apariciones dos días sucesivos, en Lomas de Zamora primero y luego en el plenario del Frente de Todos organizado en el Estadio Unico de La Plata. Arrancó con Alberto Fernández el martes en un acto organizado para mostrar señales de unidad -ese pareciera ser el principal objetivo del oficialismo en campaña- y fundamentalmente respaldar al Presidente en el peor momento de su gestión. Allí fue que terminó su discurso con una recomendación pública pasible de múltiples interpretaciones: “Por eso Alberto, poné orden en lo que tengas que poner orden y no te pongas nervioso, no te enojes y metele para adelante”, le dijo la expresidenta en una posible referencia a trascendidos de los últimos días que reflejaban una supuesta inquietud suya por comportamientos que desaprobaría y de los que habría tomado conocimiento previo a la pandemia. La segunda parte de la frase era obvia, después de que se lo viera al Presidente el día anterior visiblemente alterado y a los gritos.
Al día siguiente volvieron a estar juntos en La Plata y allí se vio a una Cristina poco interesada en ocultar lo evidente, que es la jefatura notoria que ejerce sobre quien ella designó para la primera magistratura. El pasaje en el que se la escuchó hablando sobre el discurso de Alberto y éste le terminó cediendo el micrófono fue para la antología.
“Lo que está sucediendo es una crisis en el liderazgo presidencial”, interpreta el consultor Lucas Romero, director de Synopsis, una de las encuestadoras que ha verificado un impacto singular y contundente de la crisis por la foto de Olivos. Por lo pronto, observó que se trata de un hecho tan notorio que el 93,9% dijo haber visto la foto del festejo del cumpleaños de la primera dama, en tanto que un 71,7% lo calificó como “un error, un delito y una inmoralidad”. No son datos aislados; Management & Fit también registró una enorme repercusión de este episodio: un 91,7% dijo haber escuchado o leído sobre el tema. Y peor, el 76,1% lo consideró “grave o muy grave”.
Lucas Romero insiste en hacer hincapié en el liderazgo presidencial, jaqueado por las circunstancias: “Este es un presidente muy particular, designado de manera inédita. Un presidente que no tenía voto, ni apoyo partidario, que no surge del consenso de la coalición”. Así las cosas, sostiene que Alberto Fernández terminó siendo “una prenda de unidad” ofrecida por Cristina. Pero “la legitimidad de Alberto Fernández para liderar esa coalición tiene ese defecto”, y en ese marco “estaba obligado a lograr la legitimidad en el ejercicio. Y es lo que no ha conseguido”.
En este contexto Cristina Kirchner modificó una habitual estrategia suya de campaña. Ha dejado de lado el “abuenamiento” que suele mostrar previo a cada elección, en busca del voto moderado. Pareciera que a tres semanas de las PASO la expresidenta busca consolidar estrictamente el voto propio. “Nosotros somos los buenos, los otros defienden el odio”, es el mensaje que trasunta el discurso actual del oficialismo. Funcionario del gobierno, Ricardo Forster abonó esa postura cuando al referirse a la Marcha de las Piedras con la que los deudos de los muertos por el coronavirus homenajearon a sus allegados, afirmó que “no había duelo, sino odio y bronca” en esa manifestación.
Más sutil, Cristina le agradeció el martes en Lomas de Zamora a Elizabeth por la escarapela que le había regalado. Una escarapela que era de su marido, muerto hace cinco meses por Covid. “¡Qué lindo que te den una escarapela! Me gustan más las escarapelas”, dijo en ese acto. Le faltó agregar que las prefería a “las piedras”, pero no hacía falta.
Como no hizo falta tampoco preguntarse las razones por las que la expresidenta evitó estar en el Senado el jueves, donde no hubiera sorprendido que la oposición aprovechara para realizar un acto de campaña en el recinto con el argumento de la foto de Olivos. Deberá reconocerle el oficialismo a sus adversarios que no fue así: el episodio de cumpleaños solo se trató al principio, circunscripto a la intervención del presidente del interbloque JxC, Luis Naidenoff, que recibió la extensa respuesta de su par del oficialismo, José Mayans.
No sería igual en Diputados, donde habría seguramente un desfile de cuestiones de privilegio, y esa es una de las razones por las que no habrá sesión allí al menos hasta después de las PASO. Está también la cuestión del pedido de juicio político impulsado contra el Presidente, que era un hecho la semana anterior y se congeló en los días siguientes. La primera en desinflarlo fue Elisa Carrió, que lo desaconsejó, y luego Horacio Rodríguez Larreta habló en el mismo sentido. La líder de la CC sobreestimó el poder de la oposición, al sugerir que si el juicio político prosperaba, quedaría Cristina en lugar de Alberto. Lo cierto es que dicho pedido carece de toda posibilidad de avanzar, pues sería rechazado en todas sus instancias, justo el mismo argumento que usaron otros desde JxC para relativizarlo: si no hay chances, ¿para qué impulsarlo?
La verdadera razón de quienes se oponen y cuya postura estaría prevaleciendo es el riesgo de que el descrédito que envuelve hoy la figura presidencial se extienda a toda la clase política. La apatía que acompaña al electorado en esta campaña atípica lleva agua para el molino de la antipolítica y refuerza las aspiraciones de figuras disruptivas como Javier Milei.
Otro dato concreto en este sentido es la asistencia a votar en estas elecciones, toda una incógnita en circunstancias inéditas de pandemia. Los comicios registrados a lo largo del presente año no han sido auspiciosos en ese sentido. En Misiones concurrió a las urnas un 63,49% del electorado en junio pasado; en Jujuy, ese porcentaje alcanzó el 65%; mientras que en Salta, el domingo pasado, la poca participación fue el dato más relevante: 60,22% del padrón se presentó a votar. Un detalle más: el voto en blanco ganó en la categoría “concejales” de la capital provincial.
Todos datos que preocupan más a la oposición, convencida de que la baja participación electoral suele beneficiar a los oficialismos. Y conlleva además el riesgo de una mala fiscalización, factor clave para la supervivencia de Juntos por el Cambio. De eso se habló en el cónclave organizado por el PRO el miércoles pasado en el campo de deportes de la Asociación de Amigos del Colegio Cardenal Copello, en Tres de Febrero, adonde concurrieron los intendentes bonaerenses del partido amarillo. Cada alcalde detalló cómo va la planificación de la fiscalización en sus distritos y uno de ellos se mostró confiado sobre el tema ante este medio. Intendente de uno de los principales municipios gobernados por el PRO, dijo contar con un millar de fiscales generales y reconoció que -en casos de fuerza mayor, que suelen darse- llegan a prescindir de fiscales en los lugares donde saben que tienen pocos votos.
¿De qué manera impactará con este clima tan adverso el Olivosgate en el voto oficialista? La mayoría de los analistas coincide en que el voto duro es sólido aun ante este tipo de sucesos. Lo cual no se extiende a todo el voto propio, claro está. El sondeo de Management & Fit estableció que un 22,3% de los encuestados que pensaban votar a candidatos oficialistas hoy cambiaría su voto. Un dato que genera inquietud en el gobierno, pero no tanta como el estudio como que realizó el Observatorio de Psicología Social Aplicada dependiente de la Facultad de Psicología de la UBA, que amén de brindar números muy ajustados en la provincia de Buenos Aires, verificó una valoración altamente negativa del gobierno nacional en territorio bonaerense. Con un 63% de opiniones negativas al evaluar la gestión de gobierno nacional.
Una valoración que emerge de las preguntas sobre las cuestiones clave de la gestión, que revelan que un 74% tiene opinión entre mala y muy mala respecto de la situación económica; un 67% se manifestó de manera negativa respecto de la situación social, y ni la situación sanitaria se salva, con un 52% de opiniones negativas.