El Gobierno de la República Argentina
parece no pasar ni la más mínima prueba sobre la forma de ejercer la
administración pública y el comportamiento y cumplimiento de los deberes de sus
funcionarios, un dato que no es menor después de cuatro años de mandato que
pretende perpetuarse mediante un cambio de figuritas, nepotismo mediante.
Las prácticas autoritarias y la corrupción que vamos
conociendo a nivel nacional son el correlato de la mismísima forma en qué Néstor
Kirchner condujo los destinos de la provincia de Santa Cruz durante doce años
consecutivos, con muchos de los mismos funcionarios que hoy ejercen la
administración a nivel nacional. La diferencia fundamental radica,
indudablemente, en el hecho que cada día que pasa es imposible poder tapar los
desmanejos y las arbitrariedades, idénticas a las realizadas en la mencionada
provincia, que tienen como eje la matriz compuesta por la malversación de los
fondos públicos, el culto a las mentiras, el enriquecimiento espurio de los
funcionarios y el avasallamiento de los organismos e instituciones de control
público.
El malintencionado y oportunista populismo, junto con la
utilización de las banderas de los Derechos Humanos y un premeditado
acercamiento -vacío de identidad y pertenencia- con gobiernos de izquierda,
permitió a Kirchner sumar díscolas voluntades de la más abigarradas procedencias
(menemismo, duhaldismo, radicalismo, frepasistas, socialistas, organizaciones
sociales, etc.) conmovidas únicamente por el calor del poder, dádivas y
prebendas recibidas a cambio de silencios y complicidades. Las contrataciones,
cargos y embajadas completan el círculo acomodadizo de las nuevas y nuevos
kirchneristas, tan consustanciados con el poder cómo duradero sea el retributivo
compromiso.
En cada oportunidad que las investigaciones periodísticas,
las denuncias políticas o algún desprevenido dictamen de un organismo público de
control toman estado público brotan por doquier cuestiones que rozan ilícitos y
malversaciones públicas, las cuales inmediatamente son desestimadas por el
funcionariato con la intención de esconder las miserias propias de quienes están
abusando de los poderes delegados. La bonanza de las cuentas públicas producto
de cuestiones meramente coyunturales y muy alejadas de un plan nacional
económico y financiero, obviamente administradas de forma inconsulta y de manera
totalmente arbitraria, es el único elemento que permite dar un plafón para no
generar un disconformismo generalizado en la ciudadanía.
Sobres, valijas, vuelos, comisiones, índices, viajes,
obras públicas fideicomisadas, votaciones mudas y sordas, disposiciones
judiciales, negociados, miedos, autoritarismos, enriquecimientos e impunes
apretadas son algunas de las cosas que huelen muy mal, huelen a corrompido y
putrefacto por nuestras tierras.
Hoy tenemos una “K” gobernando, quizás en un tiempo otra
“K” seguirá dirigiendo los destinos del país. Todo hace prever entonces que los
efluvios seguirán oliendo a “KK” en Argentina.
Hugo Alberto de Pedro