Los últimos días en materia política no han hecho
sino remarcar la decadencia del régimen gobernante en la Argentina. Se aclara
que la calificación de “régimen” a una administración elegida democráticamente
le cabe muy bien en este caso al gobierno de Néstor Kirchner. Es que no otro
puede ser el calificativo para una gestión que en sus cuatro años de existencia
se preocupó fundamentalmente de estafar a la ciudadanía de muchas formas.
Cabalgando sobre los índices favorables de la
macroeconomía como su máximo –y único- logro a exhibir, el gobierno comenzó en
poco tiempo a mostrar su verdadero rostro. Larga es la lista de desaguisados
cometidos, por lo que nos referiremos solamente a los que más se han destacado
en ese triste catálogo.
La inflación ya
llegó a índices que espantan. Los índices reales, por supuesto, no los que
empecinadamente pretende mostrar el gobierno a través de la falsificación lisa y
llana que hace en los del INDEC, y que para fin de año los expertos estiman en
las cercanías del 35% al 40%. Un guarismo bastante alejado del 10% a que
aspiraba llegar, utópicamente, el presidente y a la vez ministro de Economía
argentino.
El caso del desaparecido en
democracia Julio López es otra llaga en el cuerpo del Estado. Por más que
se siga tirando la pelota hacia delante y, como es habitual en otros temas, se
trate de olvidarlo no mencionándolo, en algún momento tendrán que llegar las
explicaciones de algo que muy probablemente no tenga ya solución. A estar por
las investigaciones del director de “Tribuna de Periodistas”, Christian Sanz
–publicadas en este medio- con el agregado de que el periodista acaba, por fin
después de varios juegos de las escondidas, ser recibido para aportar su
testimonio en la causa por el juez platense Arnaldo Corazza, la cruda
realidad es que el anciano difícilmente aparezca.
Los casos de corrupción
en una administración que su titular inició mostrando sus manos limpias diciendo
que iba a combatirla “caiga quien caiga”, se han sucedido con una
preocupante continuidad en los últimos meses: desde el Caso Greco, que
involucró a la ex ministra de Economía, Felisa Miceli; los sobreprecios y
facturas “truchas” en torno a la construcción de gasoductos adjudicada a la
empresa sueca Skanska; la estupidez de la misma ex ministra de Economía
de olvidarse en su baño privado una bolsa con más de 60.000 dólares que
aún no tienen justificación; la generosidad de la secretaria de Medio Ambiente,
Romina Picolotti, al dilapidar indiscriminadamente grandes recursos
monetarios y contratar a un ejército de parientes, amigos y demás deudos con
salarios que en mucho superan a los del presidente y su gabinete; la
subfacturación en el envío de repuestos de armas al exterior que envuelve a la
ministra de Defensa, Nilda Garré; hasta derivar en los últimos días en el
tema de la maleta cargada con casi 800.000 dólares que un combo de
funcionarios argentinos y venezolanos, con la colaboración de un empresario
colado en el viaje y probablemente otro colado no registrado, pretendieron hacer
pasar en el Aeroparque Metropolitano. En tanto, las sombras de la corrupción
parecen estar alcanzando en estos momentos también a la hermana presidencial,
Alicia Kirchner, titular del ministerio de Desarrollo Social, quizás otra de
las nada despreciables “cajas” gubernamentales y emblemático nido del cual salen
a revolotear los obsequios para los pobladores de menores recursos con el fin de
cambiarlos por votos para el oficialismo.
Como puede apreciarse, una
“cadena de favores” en la cual los únicos favorecidos son, obviamente, los
corruptos en banda que están involucrados.
Otra maniobra del gobierno
en sus cuatro años de gestión fue comprar con dádivas de variado tipo a la
mayoría de los medios que conforman la llamada “gran prensa”, y hacer objeto de
aprietes y presiones a los que no transaron. En el medio quedan los únicos
verdaderamente independientes, que son los periódicos digitales, y a éstos
también se les encontró la vuelta para silenciarlos o al menos intentar
amedrentarlos, mediante el hackeo, las amenazas y a veces el intento de comprar
su silencio, como también ocurrió con este sitio.
De allí que el kirchnerato
pudo asegurarse por lo menos que se mantengan tantos temas que le son urticantes
fuera de la consideración pública, en especial los citados casos de corrupción
en serie. ¿O acaso se volvió a hablar de los casos Greco, Skanska, Miceli,
Picolotti y Garré?. Lo mismo que pretende ahora hacer con la cuestión de la
valija dolarizada, cuya propiedad, en sintonía con el gobierno de Hugo
Chávez, intenta adjudicar solamente al empresario Guido Alejandro
Antonini Wilson, “olvidándose” –y rogando a la vez que todos se olviden- de
la complicidad del resto de sus acompañantes y fundamentalmente del origen,
destino y aplicaciones de ésa y tantas valijas más que seguramente han
transitado por los principales aeropuertos argentinos.
También ha logrado que su
ceguera y la de los grandes medios soslaye otros casos terribles en un país que
se cuenta en el mundo entre los de mayores recursos alimentarios: las
enfermedades y muertes por desnutrición –por hambre- que están
sufriendo centenares de niños y adultos en varias provincias.
No son pocas las lacras
impuestas por la administración kirchnerista, cuya única preocupación en estos
días es sostener a rajatabla la candidatura de la consorte presidencial. Un
sostén que parece cada vez más hecho con alfileres, a la luz del hartazgo de la
población, que se está reflejando en los índices de aceptación –los reales y no
los comprados- de los inquilinos de la residencia de Olivos.
Autos chocadores
Una acabada muestra de cómo
le importa al matrimonio Kirchner “su pueblo”, el mismo con que tantos políticos
de cuarta se llenan la boca sólo en instancias pre-electorales, ocurrió
recientemente en su provincia de Santa Cruz.
Decididos finalmente a
hacer una breve visita a Río Gallegos, luego de casi cinco meses de ausencia
obligada ya que “el horno no estaba para bollos” y les hubiera resultado muy
oneroso sufrir los escraches y cacerolazos con que los recibirían los
santacruceños –con la sangre en el ojo después de tantos años de sojuzgamiento,
represión y censura y azuzados por el sacudimiento que les significó las marchas
de protesta por mejores salarios-, a los Kirchner no les quedaba otra opción que
presentar a la candidata en su propio reducto.
Para ello se ampararon en
el cerrado y vallado círculo que rodeaba a un club de box y en los cientos de
gendarmes que controlarían cualquier intento de acercamiento, a menos de 300
metros, de grupos de manifestantes. Desde allí, con la habitual asistencia
asegurada de empleados públicos “invitados” a concurrir si no querían perder sus
empleos, los muchachos aportados por el testaferro Rudy Ulloa, más los aportes
de intendentes oficialistas con gente de sus municipios y hasta de residentes de
otras provincias, incluso de la de Buenos Aires, para “hacer número”, Cristina
Fernández de Kirchner volvió a toquetear los micrófonos, a jugar con las
extensiones de su cabello y a balancearse hacia uno y otro lado como gran
dominadora de la escena, y soltó una vez más su discurso de presentación. Como
siempre, dicho sea de paso, sin aportar nada respecto de plataforma electoral o
planes de gobierno.
Con lo que no contaban los
Kirchner es con la tremenda piedra en el zapato que les puso un hombre de su
propio riñón, el ex ministro de Gobierno provincial Daniel Varizat, quien
no tuvo mejor idea que atropellar y pasar por encima a varios manifestantes que
se expresaban en otro sector de la ciudad, y a los que se encontró de improviso
a bordo de su camioneta. El video del hecho, que recorrió el mundo, es tremendo
y bien gráfico a respecto.
Esto sucedió poco antes de
que la candidata comenzara con su discurso, bastante cerca de allí, y
evidentemente fue informada de lo ocurrido. Sin embargo, muy lejos de suspender
el acto, y siempre con su dedito alzado, sólo se remitió a atacar a la oposición
señalando que “no puede ser que la intolerancia, la agresión y la violencia
sean las que ganen las calles, porque ésta no es la Santa Cruz que construimos
entre todos”. Después de ello, el matrimonio presidencial corrió a
refugiarse a su residencia también muy bien custodiada de El Calafate, sin
siquiera interesarse por el estado de los heridos por Varizat y, por lo tanto,
ni por sus derechos humanos.
Al parecer, la candidata
–quizás probándose ya el traje de presidenta “K”- solamente sabe proferir retos
o amenazas, aunque en sus dichos olvidó que “la Santa Cruz que construimos entre
todos” debió padecerla, junto a su esposo, por muchos años antes de que
desembarcaran en la Casa Rosada, y luego desde ésta.
A esto último, a seguir
padeciéndolos, es a lo que se están resistiendo tanto los santacruceños como el
resto de los argentinos. Y esa sensación no escapa a la percepción kirchnerista.
Es que tantos temas no deseados, como los aquí expuestos, y que tanto están
afectando la campaña de Cristina hacia la presidencia, son muy difíciles de
resolver en los escasos dos meses que faltan para las elecciones.
En estos momentos el
gobierno sólo cuenta, como único aliento para alcanzar con relativo éxito la
meta del 28 de octubre, con la abulia y la falta de capitalización por parte de
la oposición de tantos elementos que se interponen en el camino del oficialismo.
Y es obvio que aquella no debería limitarse a esperar sólo con la débil ilusión
de que se caigan solos.
Sólo dos meses hasta las
elecciones, y ninguna de las partes está mostrando cartas a su favor. La
oposición continúa durmiendo el sueño de los justos. El kirchnerismo sigue
barranca abajo, y aspira a alcanzar la meta con el último aliento.
Muy poco y nada para armar
un nuevo proyecto de país por cuatro años más.
Carlos Machado