La campaña electoral de la oposición de Juntos por el Cambio o Juntos para las elecciones 2021 fue muy mala. Por empezar, no nos queda demasiado claro a los periodistas cómo se llaman los triunfadores: ¿era Cambiemos, Juntos por el Cambio, Juntos? Los disparates que hicieron muchos de sus candidatos en las redes sociales dieron vergüenza ajena. Algunos de los eslóganes de campaña de la oposición parecían salidos de un concurso de “cómo no decir nada”: ejemplo “Es lado a lado”, de María Eugenia Vidal.
¿Cómo se explica que la oposición haya triunfado tan ampliamente con una campaña electoral tan pobre?
A la respuesta, la tiene el gobierno y su pésima gestión de la economía y las expectativas de la opinión pública que convirtieron a la Argentina en el país más pesimista del mundo, si sacamos a Afganistán y Venezuela, desde ya: más del 80 por ciento de los argentinos cree que dentro de un año la economía va a estar igual o aún peor.
Este dato lo tenían todos los encuestadores de todos los colores políticos y es mucho más importante que cualquier intención de voto.
El milagro del domingo fue que Juntos -o como se llame el principal frente opositor- hizo una buena elección en casi todos los frentes pese a no tener una campaña unificada, a mostrar muchos chispazos de algunas de sus internas, y pese a no tener una propuesta clara y unificada de qué haría distinto a lo que hizo entre 2015 y 2019, en caso de volver a ser gobierno, aunque para eso falten más de dos años.
La respuesta a esa contradicción: Juntos logró que la mayoría de los argentinos enojados lo “usen” para expresar su decepción. Contra todos los pronósticos, la participación electoral fue razonable -aunque la más baja desde que existen las PASO-, el voto en blanco fue un poco mayor que en las últimas elecciones pero no fue significativo, y, excepto por el caso del economista Javier Milei en la ciudad, no descolló ninguna tercera fuerza como alternativa.
Para Juntos, o como quiera que se llame, es una excelente noticia: si logra mostrarse como una opción de gobierno para 2023 y logra transmitir el “aprendizaje” de su fracaso de cuando le tocó el turno, podría consolidar cómodamente su liderazgo y posicionarse para volver a la Casa Rosada y, quién sabe, también a la provincia.
El Gobierno también tiene su chance en los dos meses que quedan hasta la elección definitiva de medio término en noviembre de remontar por lo menos parte de la derrota. Es probable que suba la participación electoral en la elección “real” de noviembre. Si con eso el gobierno puede hacer una diferencia, está por verse.
El problema es que, a juzgar por el discurso de derrota del presidente Alberto Fernández hay que mostrarle a la opinión pública que lo castigó que se la escuchó en serio. Eso es relativamente fácil de hacer, ya que tiene el poder de hacer cambios y mostrar otro rumbo. No es lo que esbozó Alberto Fernández en su demorado discurso admitiendo la derrota: por el contrario implícitamente le echó la culpa al votante por no haber entendido. “Voy a mandar a los militantes a que les expliquen mejor a los argentinos casa por casa” y enfatizando la idea de los “dos modelos de país”. ¿Se habrá dado cuenta el Presidente que la gente le dijo que no a su “modelo de país”?
De todos modos, la derrota fue demasiado fuerte para el gobierno, y el estado de ánimo también juega. La respuesta a la debacle kirchnerista se verá en los próximos días, o, de lo contrario, sobrevendrá una gran crisis política y un triunfo consolidado de Juntos -o Juntos por el Cambio o como se llame- en noviembre.