“Perder una elección no es grave”, sentenciaba el exgobernador santafesino José María “Tati” Vernet, “lo malo es la cara de b… que te queda”.
Los asesores de marketing de campaña electoral, como el ecuatoriano Jaime Durán Barba, no podrían estar más de acuerdo con el exgobernador peronista de los 80 convertido en filósofo político popular: saber perder una elección es un capítulo fundamental del marketing político. Y no se trata de evitar “la cara de b.”, que en realidad es lo de menos: perder mal suele enterrar carreras políticas.
A todas luces, no lo tuvieron en cuenta ni el presidente Alberto Fernández ni la colérica expresidenta Cristina Fernández de Kirchner, de lo contrario no se explica la profunda crisis política en la que cayeron tras la derrota de las primarias del domingo pasado.
De hecho, le sucedió lo mismo a Mauricio Macri en 2019: desde el gobierno promovieron a encuestadoras muy conocidas a publicar sondeos “truchos” que prometían que Macri iba a empatar o perder por muy poco en las PASO. Pero esas primarias terminaron en una derrota fulminante de 15 puntos.
Es curioso: Macri conoció a Jaime Durán Barba en 2003, cuando debía enfrentar una derrota altamente probable en la segunda vuelta frente al jefe de gobierno Aníbal Ibarra. El entonces presidente de Boca Juniors había ganado la primera vuelta, pero con el apoyo del entonces popular presidente Néstor Kirchner, lo más probable era que Macri perdiera. Lo primero que hizo Macri la noche de aquél balotaje fue felicitar al ganador. Fue su primer paso a la Presidencia.
La carrera política del exgobernador Daniel Scioli quedó virtualmente congelada luego de que en 2015 se compró a sí mismo sus propias encuestas que aseguraban que iba a ganar sin necesitar segunda vuelta. Su cara ante las cámaras, esa noche del 25 de octubre de 2015, lo decía todo: confirmaba al “filósofo” Vernet.
Alberto Fernández, el domingo a la noche, apareció con la misma “cara de b.” que su antecesor y que Scioli: compraron sus propias encuestas falsas.
El discurso de Fernández se hizo esperar horas. Se olvidó por completo de felicitar a los ganadores, lo que es percibido como gesto de muy mal perdedor. No tenía un discurso preparado: dijo primero que había escuchado a las urnas, pero inmediatamente prometió mandar a la militancia casa por casa a “explicar que hay dos modelos de país” a votantes que claramente le estaban diciendo que no querían saber nada con el “modelo Venezuela” que proponía.
Fernández, igual que Macri en 2019: echarle la culpa de la derrota al votante es un grave error que solo puede pasar cuando no se prepara la derrota para evitar la cara descrita por Vernet.
De la cara y los gestos de enojada de una vicepresidenta que se tomó un avión para volar a la capital desde el sur para festejar un triunfo que nunca existió, ni hablar.
En la jerga de la inteligencia militar, desde la Segunda Guerra Mundial se usa el término “intoxicación” para explicar el fenómeno de equivocarse por creerse su propia desinformación. Las “fake news” son para que las crean otros, no el emisor.
Intoxicación era un fenómeno que se producía cuando los propios generales terminaban “comprando” la desinformación que emitía su propia inteligencia. Por eso la buena inteligencia militar tiene que asegurarse de que los que toman las decisiones no se “intoxiquen” con sus operaciones que pueden apuntar a levantar la moral de la tropa o confundir al enemigo.
Es lo que le pasó al Presidente el domingo: sus propias encuestas afirmaban que ganaba, porque así se mantenía alta la moral de los punteros, sindicalistas y diversos aportantes o movilizadores de campaña.
Luego, las encuestas en boca de urna que circularon profusamente el domingo y afirmaban que en provincia de Buenos Aires estaba ganando el oficialismo, podían ser útiles para que no se desmotivaran los fiscales y abandonaran las urnas antes de terminar de contar: toda una operación de contrainteligencia militar.
El problema: el “alto mando” del kirchnerismo se terminó intoxicando con sus propias fake news y no preparó el escenario de derrota. Por eso la caída sonó mucho más estrepitosa de lo que fue y terminó desatando una de las crisis políticas más graves de la historia argentina.
La “boca de urna” que más circuló el domingo a la tarde por los celulares de militantes y periodistas fue de la encuestadora CEOP, que sostenía que el resultado era exactamente inverso al que fue, y que el Frente de Todos le estaba ganando a Juntos por el mismo margen por el que terminó perdiendo.
Las encuestas de boca de urna medianamente bien hechas tienen muy bajo margen de error, porque les pregunta a los votantes qué votaron y no qué creen que harán.
Son un instrumento indispensable del marketing político, justamente, porque sirven para preparar el escenario más importante que tiene la carrera de un político: la noche electoral, cuando todas las cámaras enfocan el escenario del búnker y las caras de los candidatos en el momento de mayor audiencia de los medios.
En ese momento crucial, cuando toda la población -aun la menos politizada- está atenta, parafraseando a Vernet, los políticos cuentan con tres alternativas: la cara de victoria, la de buen perdedor que sabe conceder su derrota y felicitar al ganador y la cara de b…
La cara de b... es la mejor forma de enterrar una carrera política. No por la cara en sí, sino por su significado para el electorado: se lo percibe como que no estaba al tanto de que su gestión o su propuesta era rechazada y ni siquiera estaba en control suficiente para enterarse qué estaba pasando con los votantes en esa jornada electoral.
Esos son los síntomas de la intoxicación, y por eso los políticos en todo el mundo invierten tanto dinero en encuestas y bocas de urna: para tomar mejores decisiones en el escenario de la noche electoral, que es la noche de las cámaras que enfocan sus caras con el rating más alto en años.
La boca de urna de CEOP tenía la finalidad de “vender” entusiasmo, no de que el presidente, su vice y todos sus candidatos compraran el “pescado podrido” y se intoxicaran.
De lo contrario no se puede explicar el papelón de la intendenta de Quilmes, Mayra Mendoza, que mandó a empapelar su distrito con costosos afiches agradeciendo al electorado, cuando las urnas se llenaron de votos en contra de su gestión. Los tuvo que mandar a arrancar al día siguiente.
Pero el mayor papelón de la noche por la intoxicación que sufrió todo el gobierno nacional y provincial lo dio el bailecito de la candidata a diputada Victoria Tolosa Paz junto a su compañero y exministro provincial Daniel Gollán, al gobernador Axel Kicillof y el diputado Máximo Kirchner a las 20.00 horas, cuando ya muchos periodistas habían accedido a datos extraoficiales de mesas escrutadas que indicaban que el oficialismo había recibido una verdadera “paliza” electoral.
Lo más simbólico: Tolosa, Gollán, Kirchner y Kicillof bailaban frente a las cámaras haciendo la “V” peronista al compás del ritmo de Pity Alvarez y sus Intoxicados.