Aproximadamente a fines de la década del
50 empezaron a operar en la Argentina las que hoy se denominan "agencias de
seguridad privada". En sus principios cubrían roles de portería y serenos, luego
en la década de los 80 empezaron a tener un rol cada vez más fuerte en la
sociedad. Hoy en día, con una fuerza efectiva de casi 90.000 hombres y con
costos muy variables, operan estas organizaciones que en su mayoría son
controladas por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires o los distintos
Gobiernos provinciales y sus armas registradas en el Renar, dependiendo
desde hace poco tiempo del Ministerio del Interior.
Pero el problema no radica en el circuito formal de la
seguridad privada sino, por el contrario, en el informal. Vemos a diario el
problema de los custodios de los locales bailables que propinan feroces palizas
a jóvenes que los contradicen o casos en los que información sensible se filtra
para la comisión de ilícitos. Como siempre, en la Argentina las idas y vueltas
hacen que las medidas sean espasmódicas y aquellos que se desenvuelven en el
marco de la normativa se vean perjudicados por los inescrupulosos que sin lugar
a duda juegan con la ventaja de la clandestinidad.
Ahora la pregunta es ¿quién me cuida? Ese hombre que tengo en
la esquina de mi casa que conoce mis movimientos mejor que yo mismo y que me
alumbra con su linterna para hacerme saber que me ve entrar a mi domicilio ¿está
debidamente chequeado por el Registro Nacional de Reincidencia y Estadística
Criminal? La “empresa” a la cual pertenece ¿paga los aportes ART, seguro
comprensivo a la utilización de armas?, ¿Tiene portación de armas autorizada por
Renar? ¿Tiene su alta de vigilador ante la autoridad competente al día? Todas
estas preguntas hay que hacerlas al momento de efectuar una contratación de este
tipo.
La respuesta dolorosa se da cuando un hecho de sangre ocurre
y estos parámetros no están cubiertos, ya que el contratante es responsable
solidario directo ante la justicia.
No sólo me puedo perjudicar ante una mala contratación, ya
que la ley no me permite alegar torpeza propia y decir que yo no sabía que no
era una empresa constituida o no sabía que el vigilador tenía un arma en forma
ilegal. No será mía en todo caso la responsabilidad penal pero sí la civil si
quien está detrás de algunos servicios no tienen las autorizaciones en regla
para responder.
Por otro lado, el bien tutelado más importante a proteger es
la vida de la gente y yo me pregunto, en algunos casos ¿no estaremos
durmiendo con el enemigo, sentados sobre verdaderos coches bomba esperando a
estallar en la esquina de nuestra casa pero en forma de garita?
A veces los bajos precios hacen sospechar que en esta
Argentina de “SALADAS Y CROMAGNONES” debemos empezar a erradicar la desgracia
antes de que ocurra. Por ello recomiendo como un servicio a nuestros lectores
que antes de contratar un servicio de seguridad privada pidan la documentación y
las habilitaciones vigentes de acuerdo a la jurisdicción, tanto el GCABA como el
Ministerio de Seguridad en sus páginas web tienen los listados de prestadores y
de requerirlo sin interés mas allá de que se hagan las cosas bien el que
suscribe puede aclarar sus dudas vía mail a todos los lectores de Tribuna de
Periodistas que tengan dudas al respecto.
Para que hagamos una Argentina mejor entre todos, cada uno
desde su especialidad.
Alberto Weckesser
Especialista en seguridad privada